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Por Martha García Damián
Número 24
Hablar de
migración es también hablar de cultura e identidad
comunitaria, de tradiciones, de cultura religiosa y no solo de divisas
y economía nacional. Es tan importante el factor cultural
que quizás a través de él podríamos
entender la política migratoria en México y los programas
realizados al respecto durante los últimos años, programas
como ¡Bienvenido! Paisano y en general las políticas
diaspóricas como estrategia de Estado.
La migración
hacia Estados Unidos se ha caracterizado por un alto nivel de desplazamientos
de ida y vuelta y de repatriación, indiscutiblemente los
3,300 kilómetros de frontera que comparte México con
este país, el aumento de los medios de comunicación
(que facilitan la conservación de los vínculos entre
el terruño y la sociedad donde se migra, así como
el constante ir y venir a la comunidad de origen) y el programa
"¡Bienvenido! Paisano", han favorecido que se incremente
el intercambio cultural y las aportaciones monetarias entre mexicanos
en Estados Unidos y México. Aportaciones monetarias que no
sólo han permitido la sobrevivencia de las unidades domésticas
campesinas (situación que no se puede decir de las políticas
agrarias en México), también comunidades enteras se
han visto beneficiadas por el envío de dinero, baste mencionar
al pueblo de Ticuani, en el estado de Puebla, en donde el Comité
para el Progreso de Ticuani (representado por personas del mismo
pueblo que viven en Brooklyn) han recolectado fondos para proyectos
de obras públicas como es la instalación de agua potable
y han hecho posible una relación política y no sólo
económica entre la población que vive en Estados Unidos
y el poblado de origen.
En México
el Programa para las Comunidades Mexicanas en el Extranjero formó
parte de una estrategia de integración más estrecha
con los Estados Unidos, cuando se creó el Tratado de Libre
Comercio para América del Norte (TLCAN), esto requirió
la redefinición de la ciudadanía y una revisión
de las políticas exteriores de México. En su aspecto
formal el Programa incluía una relación más
estrecha con los estadounidenses de origen mexicano, en la práctica
fomentó el intercambio entre los mexicanos en los Estados
Unidos y en México, incluyendo el tipo y cantidad de "donaciones"
y aportaciones que se envían a México.
Uno de los usos
más frecuentes del envío de dinero o "donaciones"
es el destinado al culto del santo patrono, éste es tan fuerte
que incluso entre las comunidades de migrantes regresar para la
fiesta se convierte en un ritual y uno de los vínculo hacia
la comunidad de procedencia, un vínculo que permite el reforzamiento
de la identidad comunitaria, y que el propio programa "¡Bienvenido!
Paisano" a ayudado a consolidar.
Sin embargo, ¿qué
es identidad comunitaria o grupal? La identidad comunitaria puede
entenderse como un proceso de contraste con otros que implica a
su vez un proceso de identificación y reconocimiento, "la
identidad de un grupo social se teje en la vida cotidiana, en su
quehacer diario, en todas las prácticas individuales cuyo
sentido social se actualiza cíclicamente"1
Se teje en el actuar que los individuos realizan cotidianamente,
sin necesidad de cuestionar el porqué del significado de
ellas. Ese actuar cotidiano, ese hacer y quehacer diario, nos dice
Portal, es quien mantiene, consolida y cambia la identidad de un
grupo. Es el actuar cotidiano, es el asistir al Club X de Oro del
este de los Ángeles, es la "quebradita"2
, es la incorporación de tecnologías productivas y
aparatos domésticos en la vida diaria y estilos de vida tradicional
en las comunidades oaxaqueñas tanto en México como
las que se encuentran en el sur de Los Ángeles.
La identidad se
teje en la cotidianidad o en palabras de Bourdieu, en esos pequeños
mundos donde se generan cambios en la significación de las
acciones pero siempre en movimiento. Al respecto Rodríguez,
M. nos dice, que el fenómeno de la tradición debe
entenderse como aspectos de la cultura vivos y no como expresiones
muertas, de esta manera nos dice la misma autora, "es posible
dar cuenta de las diversas conexiones del pasado con hechos culturales
contemporáneos, a través de los cuales algunas áreas
de significación son borradas, otras son acentuadas y otras
resignificadas"3 pero siempre
en movimiento. En este sentido, para el migrante mexicano las fiestas
patronales, la navidad y las fiestas de fin de año, no solo
son reductos de su cultura autónoma o tradicional, sino el
vínculo entre el país anfitrión y el de procedencia,
esto ante la nostalgia y el estado diaspórico en que se encuentran.
Michael Kearney nos habla del "políbio", término
que nos remite a la posibilidad de vivir en dos mundos, diseñando
estrategias adaptativas y creativas para continuar siendo el mismo,
también nos habla de la resistencia vista como forma de vida
cotidiana, del acentuar el vestido tradicional, el compadrazgo y
la comida, entendidas no como reminiscencia del pasado sino como
formas de resistencia en el intento de permanencia étnica,
es morar en forma distinta en el país adoptivo.
Sin embargo, no
solo es decisión del migrante como individuo, ni de su comunidad
de origen, podemos observar que en cuanto a las características
culturales y la identidad comunitaria, son descartadas, visiones
del pasado que no tienen significación para la cultura hegemónica,
"por lo tanto sólo se seleccionan aquellas tradiciones
que cumplen alguna función en la reproducción del
orden social contemporáneo". De aquí la importancia
de que perdure y se mantenga en el tiempo la fiesta del santo patrono,
y las celebraciones decembrínas, habría que preguntarse
¿cuántos dólares ingresan a México como
resultado de la identidad comunitaria y "el apego al santo
patrono" por parte de los migrantes"? quizás la
respuesta a esta pregunta nos explique el porqué de la políticas
diaspóricas como estrategias de Estado.
Notas:
1
Portal, . 1997. Ciudadanos desde el pueblo. P. 35
2 Rodríguez, M. Op. Cit.
3 Idem. Pag. 225
Mtra.
Martha García Damián
Catedrática del Departamento de Humanidades
del ITESM Campus Estado de México |