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2005

 

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Filosofía, Cultura y Sociedad

América Latina en la Reconfiguración del Escenario Global

 

Por Gerardo Blas
Número 46

América Latina se encuentra actualmente en disyuntiva y en un mar de posibilidades... y riesgos. Estas afirmaciones, que pudieran parecer ociosas, vienen a cuento porque al menos desde la década de 1990 hemos asistido a lo que se llamó el fin de la historia, o, dicho de otra manera, al triunfo definitivo de las democracias liberales y de las economías de libre mercado en el mundo. Si bien este triunfo no radicaba en la expansión real de estos modelos en todos los países del planeta, al menos implicaba el reconocimiento de que no existían otras maneras de alcanzar el desarrollo y el máximo bienestar en las sociedades de fin de siglo XX. Y así llegamos al siglo XXI, sin alternativas de peso, realistas ni viables por parte de lo que se había considerado la izquierda, tanto a nivel general, como la izquierda latinoamericana en particular. Y sin embargo, hoy estamos ante planteamientos que critican de manera abierta y contundente a esos modelos liberales de política y economía.

En el aspecto político, cada vez se cuestiona más el fondo y la forma de nuestras democracias: la falta de eficiencia de las élites políticas latinoamericanas, la mezquindad de los partidos y la clase política, la corrupción que parece ser inherente a nuestros gobiernos, la falta de mecanismos para garantizar una amplia participación de los organismos ciudadanos, el crimen en ascenso, la falta de seguridad, la aparente derrota del Estado frente al crimen organizado, las guerrillas, las presiones de los grandes capitales.

Y todo esto sumado, y quizá propiciado por los fenómenos antedichos, a una gran falta de legitimidad de los gobiernos. No basta llegar al poder por medio de elecciones democráticas, pues este simple mecanismo electoral no ha dotado a nuestros gobiernos de legitimidad suficiente para actuar con energía e integridad frente a los agentes que lo cuestionan y fracturan sus cimientos.

En el aspecto económico son también cada vez más numerosas las voces influyentes que abogan por un cambio de modelo. El neoliberalismo no ha traído el desarrollo generalizado que se esperaba, el ingreso se sigue concentrando en los países ricos y, al interior de cada país, en las capas altas de la población. Los países ricos no son tan liberales como exigen ser a los países pobres o en desarrollo; a éstos les piden una apertura sin trabas, pero ellos continúan protegiendo a sus agricultores, negando la entrada a los transportistas, o negando la posibilidad de que ciertos capitales entren a comprar empresas a sus países. Esta forma dispareja de operar ha hecho que se desconfíe de estas recetas dictadas desde las alturas por el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional.

En la política internacional, por agregar un elemento más al cuestionamiento de los paradigmas imperantes, es evidente la falla de los organismos globales o, más modestamente, de los mecanismos multilaterales. El fin del siglo trajo la preponderancia indiscutible de la hiperpotencia americana: los Estados Unidos de América, frente a la cual no han podido operar de manera eficaz ninguno de los organismos o mecanismos aludidos.

¿Y en qué sitio se encuentra América Latina a este respecto? A finales del siglo XX parecía indiscutible el tránsito de los países latinoamericanos hacia la democracia liberal y hacia modelos de economía abierta o de libre mercado. Los principales países de la región y muchos otros se apuntaron al cumplimiento de las recetas neoliberales para terminar con el atraso. Pero los tropiezos fueron múltiples, y para muestra no hay más que recordar las crisis de México, de Brasil, de Argentina, justo después de haber recurrido a políticas de ajuste y disciplina neoliberal que, al menos en un periodo inicial, obtuvieron buenos resultados pero que no mostraron su fortaleza en los momentos críticos.

En la actualidad América Latina se está moviendo. Sólo que no sabemos si lo está haciendo en la dirección correcta. A mediados de este año 2005 son varios los gobiernos electos democráticamente que cuestionan el actual estado de cosas. Ya no desean ser dóciles seguidores de las recetas neoliberales. Y ahí tenemos en Argentina, Uruguay, Brasil y Venezuela a gobiernos que se autodefinen como de izquierda, si bien no queda del todo claro qué los identifica y qué los diferencia. Pues en ellos se sitúan gobiernos, como los de los tres primeros países anotados, que intentan crear, o al menos no obstaculizan de manera frontal, mecanismos de amplia participación ciudadana, y gobiernos que apuntan a convertirse en autoritarios y represores, como el de Hugo Chávez en Venezuela. Y aquí cabría citar también el caso específico, ya histórico, de la Cuba de Fidel Castro con su régimen socialista de partido único, con todas sus implicaciones políticas, económicas y sociales. Es sabido que la oposición a la hegemonía avasalladora de los Estados Unidos ha sido uno de los pilares históricos de la izquierda en Latinoamérica, por lo que se justifica la inclusión de estos dos regímenes dentro de la izquierda, a pesar de que ambos reprobarían un examen crítico desde la perspectiva de los derechos humanos, de las libertades políticas o del respeto a las minorías, banderas todas éstas de la izquierda latinoamericana actual.

Hasta dónde puede llegar este resurgimiento de los gobiernos de izquierda es algo que está por verse, y a este respecto no debe olvidarse que en México el virtual candidato de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, es el que tiene la mayor preferencia electoral según las encuestas realizadas a la fecha. En caso de que este personaje ganara la presidencia de México el próximo año haría que las tres principales economías de América Latina se situaran en la lista de los que quieren cambiar algunos aspectos de la actual organización política y económica.

Existen otros intentos de afianzar la unidad latinoamericana sin pasar por la supervisión estadounidense. Uno de ellos es la consolidación del Mercosur que, con su ampliación, apuntaría hacia la creación de un mercado común latinoamericano, liderado por Brasil y Argentina.

Hay que recordar también que los países de América del Sur han iniciado ya desde diciembre de 2004 la construcción de una Comunidad Sudamericana de Naciones que pretende, más tarde o más temprano, tener una moneda única, un solo pasaporte y un parlamento. Más recientemente, en mayo de este año, se realizó la Cumbre de la Comunidad Sudamericana de Naciones y la Liga Árabe, esfuerzo que se percibe como un intento de reforzar la cooperación Sur-Sur, con iniciativas de carácter económico y diplomático muy interesantes, por el carácter inédito de este encuentro.

Otro intento pasa por la reforma de la ONU, reestructurando el arreglo de este organismo que más bien es un resabio del fin de la segunda guerra mundial, que da gran peso a las potencias vencedoras de entonces, lo que en realidad dota de un gran poder de decisión (con su derecho de veto) a Estados Unidos, Rusia, Francia, Inglaterra y China. La reestructuración implicaría hacer de la ONU una organización más democrática, en donde los países de América Latina pudieran tener un papel más relevante o incluso dando a un país de la región un asiento permanente en el Consejo de Seguridad. Por último, cabe mencionar la iniciativa comunicativa de Telesur, la cual se plantea como un intento de buscar “un nuevo orden comunicativo internacional en medio de una avanzada global privatizadora neoliberal que amenaza con aniquilar nuestras culturas y civilizaciones... en contra del imperialismo cultural”, como ha dicho recientemente su presidente. Sin embargo, las sospechas de que esta emisora, con sede en Venezuela, sea controlada por el gobierno de Hugo Chávez, que aporta el 51% del capital, hace que se mire con reservas esta iniciativa, la cual busca brindar una mirada latinoamericana al mundo al mismo tiempo que constituirse en un instrumento de integración de los países de la región. Este canal está apoyado también con aportaciones gubernamentales de Argentina, Cuba y Uruguay.

Las críticas y los cuestionamientos de estas iniciativas latinoamericanas son de distinto signo. Pueden ir desde su viabilidad o rentabilidad hasta las personas y gobiernos que los están liderando. Ya iremos comentando estos aspectos. Sirva lo hasta aquí escrito para invitar al análisis y a la reflexión.


Mtro. Gerardo Blas Segura
Historiador. Profesor del Departamento de Estudios Sociales y Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México, México.

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