|
Por Leonardo Peralta
Número 32
Ha pasado más
de un año desde la introducción del formato reality
show en la televisión abierta mexicana (con el programa Big
Brother, producido en coproducción con la empresa Endemol
y transmitido por Televisa) y el género se ha consolidado
hasta convertirse en el caballito de batalla de las televisoras
comerciales; siguiendo la tendencia prevaleciente en todo el mundo
donde se destinan cada vez mayores recursos (monetarios y materiales)
a este tipo de programación.
A lo largo del año transcurrido,
el concepto se ha diversificado y ampliado, ya que estos programas
exploran ahora "líneas argumentales" (hasta donde
la palabra alcanza) tan disímbolas como la búsqueda
de la fama a través de una "formación musical"
(Operación Triunfo, Código Fama y La Academia), la
supervivencia en entornos hostiles (El Conquistador del Fin del
Mundo), la elección de una pareja sentimental (La Pesera
del Amor) y hasta la participación en un equipo de soccer
(Corazón de Campeón).
Con el transcurso del tiempo (y
del oleaje de críticas) el género de reality shows
se ha visto inmune frente a las críticas de sectores conservadores
(que los condenan por su supuesta inmoralidad) y de los sectores
académicos (que los rechazan por su vulgaridad, comercialización
inclemente y la general ausencia de propuestas narrativas o sociales
que valgan la pena) sin que su popularidad decline un ápice.
El rating de estos programas es muy alto, llegando a rebasar inclusive
el rating de partidos "clásicos" de soccer, que
en México son tradicionalmente los programas con mayor audiencia.
Para muestra baste señalar
que, de acuerdo con un reporte del periódico Reforma del
7 de abril de 2003 <http://www.reforma.com/espectaculos/articulo
/284498/default.htm>, la emisión del programa Desafío
de Estrellas (programa subsidiario del reality show La Academia)
correspondiente al día anterior, obtuvo un rating de 17.1
puntos seguido del programa Big Brother que tuvo un rating de 9.9
puntos. El programa que más se le pudo acercar fue un show
musical que obtuvo 6.6 puntos.
Los reality shows han terminado
por sobrepasar a los talk shows (extremadamente populares
en la década de 1990) y se han vuelto el paradigma de programa
televisivo de la década de 2000. Lidereados por Endemol (la
empresa productora pionera del género y creadora de Big Brother)
empresas de todo el mundo se han lanzado a la aventura de crear
programas donde la realidad es presentada al público en forma
de espectáculo. Pese a la crisis económica, estas
series televisivas han establecido un reino que no parece declinar
y que augura una prolongada permanencia entre la teleaudiencia.
Ciertamente las empresas televisoras
no podrían estar más contentas. Un amigo filósofo
me comenta que las televisoras del mundo se encontraron en los reality
shows una suerte de cerdo mediático, es decir, un formato
televisivo que no tiene desperdicio alguno. Y después de
las carcajadas, debo admitir que tiene toda la razón ya que
los reality shows tienen beneficios por todos lados (al menos para
quienes los hacen y comercializan).
- Los reality shows cuestan
poco: Para las televisoras de todo el mundo este formato representa
una considerable economía de recursos. De acuerdo con un
reporte de la agencia Reuters <http://mx.news.yahoo.com/030308/2/xbqc.html>,
la más reciente producción del género trasmitida
por TVAzteca: El Conquistador del Fin del Mundo, tendrá
un costo estimado de 5 millones de dólares. Sin embargo,
este costo se amortizará rápidamente debido a la
comercialización de los derechos a televisoras internacionales,
las ganancias obtenidas vía merchandising y la venta de
espacios comerciales en el programa y con los participantes.
Además, los escenarios construidos pueden ser reciclados
de manera continua y al ocurrir la mayor parte de éstos
en sitios cerrados, se eliminan costos de producción en
locaciones.
- Los reality shows son versátiles:
Un reality show se puede hacer con casi cualquier tema. La experiencia
humana se convierte en un escaparate donde nuestras acciones comunes
y corrientes pueden ser objeto del escrutinio electrónico,
con beneficios económicos para quienes participan en ellos
y para quienes ponen dichas vivencias al alcance del público.
De hecho, podemos decir que casi cualquier acción humana
puede ser objeto del reality show. Los deportes, el sexo, la educación,
la economía, la política, el poder, la gastronomía,
la religión y hasta los tiempos muertos son susceptibles
de ser enfocados y comercializados. ¿Alguna duda? Televisa
produce actualmente (y trasmite a través de su frecuencia
XEQ - TV Galavisión) un reality show que gira alrededor
de policías que trabajan al servicio del gobierno del Distrito
Federal (la serie se llama, obviamente Policías), acompañándolos
en sus peripecias por la urbe mientras persiguen y detienen criminales.
- Los participantes de los
reality shows son personas anodinas: No deseo utilizar la
palabra en un sentido sarcástico, pero quiero señalar
que la mayor parte de los participantes de estos programas (salvo
contadas excepciones) son gente que no son profesionales de la
actuación, el canto o los medios audiovisuales, por lo
que su reemuneración es básicamente la fama que
obtienen por aparecer ante las pantallas. Este elemento queda
de manifiesto en una investigación realizada por la revista
Proceso <http://www.proceso.com.mx/exclusivas.html?eid=2289>
donde se expone que quienes entran a participar en estos programas
ceden derechos fundamentales en aras de la fama (y la supuesta
fortuna) derivada de la exposición ante las pantallas.
- Los reality shows son altamente
comercializables: una telenovela obtiene la mayor parte de
sus recursos comercializándose a sí misma, es decir,
vendiendo espacios publicitarios dentro de ella o revendiendo
la señal a otras emisoras. Un reality show posee un modelo
de negocio donde se puede vender el servicio de televoto, programas
de lealtad (es decir, tarjetas especiales), souvenirs conmemorativos,
líneas de ropa, videos con "mejores escenas",
posters, libros y otros productos. Y en caso de que el reality
show tenga que ver con actividades como el canto y la actuación,
entonces la venta se extiende a discos con lo mejor de los conciertos,
melodías hechas ad hoc y boletos para presentaciones personales,
conciertos especiales y merchandising anexo (tazas, playeras,
etc.), sin mencionar que se puede comercializar la señal
a empresas de televisión restringida como un servicio de
valor agregado. Inclusive los familiares de los participantes
pueden lucrar al amparo de la fama creando círculos de
apoyo a los participantes que se nutre con aportaciones voluntarias
para apoyar a "nuestro(a) candidato(a)".
- Un reality show renueva el
elenco de las televisoras: debido a la fama adquirida por
quienes participan en un reality show, éstos se vuelven
personalidades públicas aprovechadas apareciendo en programas
de toda índole, fungiendo como actores, conductores, cantantes
e imagen institucional de televisoras y productos comerciales.
Esto ahorra los costos (y el tiempo) invertidos al formar un actor
profesional o un cantante que aproveche su talento de manera verdaderamente
eficiente. Este modelo es similar al empleado en Japón
con los aidoru kasyu, que son personas elegidas más por
su atractivo visual que por su talento, para ser enroladas en
grupos musicales de corte pop. Lo mejor de todo es que en caso
de que su talento no responda a las necesidades de la empresa
(o sus exigencias se vuelvan demasiado onerosas), los reality
shows pueden aprovechar la imagen de otro participante.
- Los reality show crean fuertes
vínculos de lealtad entre la audiencia: la estructura
de un reality show es muy atractiva ya que requiere del espectador
una constante atención, lo que aunado con la "interactividad"
de dichos programas identifica a la gente de manera más
íntima con su audiencia. El programa La Academia ha creado
una cadena de lealtad tan fuerte que inclusive algunos gobiernos
estatales mexianos de donde son originarios los participantes
han apoyado iniciativas de apoyo a sus paisanos.
- Los reality shows se convierten
en iniciativas filantrópicas: este es uno de los puntos
más interesantes de este concepto ya que, pese al potencial
contenido cuestionable de los reality shows (uso de malas palabras,
escenas sexuales, desnudos, etc.), los productores han hallado
la manera de sortear la censura barnizando a estos programas con
iniciativas de apoyo comunitario y de preservación al entorno.
Ejemplo de esto es la vinculación que tiene la segunda
edición de Big Brother México con la Secretaría
de Ecología y Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca
para "promover" el reciclaje y otras prácticas
en beneficio del ecosistema.
Como puede verse, los reality shows
han resultado un género que genera los suficientes beneficios
como para que se vea inmune a las críticas y augura una permanencia
en nuestras pantallas, al menos hasta que el concepto deje de atraer
a las audiencias y de estimular a los anunciantes. Mientras tanto,
de acuerdo con un reporte del Wall Street Journal, Larry Namer,
el creador del canal E! Entertainment ya está planeando sacar
al aire un canal dedicado exclusivamente a los reality shows: Reality
Central.
Este canal está planeado
para ser lanzando en enero de 2003 e incluirá lo que parece
ser el reality show más extraño (a mi punto de vista):
Conozca a los Productores, que ni más ni menos planea ser
un reality show acerca de quienes hacer reality shows. El espectáculo
se consume a sí mismo.
Lic.
Leonardo Peralta
Colaborador del Grupo
Editorial Expansión y el semanario Cambio.
Escritor y socio de la consultora Alebrije Comunicación |