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pido la palabra

Por Hildegard Albrecht Vda
Número 62

Quiero compartir algunas reflexiones mías sobre los peligros que corre todo aquel que pretende escribir.
Quien escribe tiene la ventaja y a la vez la desventaja de saber exactamente - y de antemano todo lo que quiere decir. Por eso, todo lo que escribe le parece perfectamente claro y perfectamente obvio. PERO puede suceder que un concepto que el escritor ve con todo la claridad del mundo - NO lo ven así los demás. La manera de ser de cada quien es estrictamente personal - siendo como lo es - producto de su personal historia, de su personal cosecha de vivencias o circunstancias, y de su personal manera de vivir e interpretarlas. Nadie puede ir más allá de quien es y de cómo es en cada momento, nadie sale de éstos sus límites, de éstas sus fronteras donde queda en un momento dado como prisionero de sus propias actitudes y entendimientos. Su territorio - su espacio - puede ser amplio o estrecho, lleno ó vacío, puede ser árido o fértil, pero afortunadamente sus fronteras son elásticas y pueden ser ampliadas. Sin embargo el bagaje de vivencias particulares de cada posible lector resulta para el escritor un terreno totalmente desconocido.
Cuando hay similitud entre los dos terrenos (el del lector y el del autor) cuando pisan ambos el mismo terreno, habrá comunicación. Cuando no, al que escribe sólo le queda la esperanza de construir con sus palabras una nueva vivencia para el lector. Pero nunca puede prever con qué filtro han de ser vistos las palabras que el escribe ni a que anaquel particular del lector quedarán remitidos..

Honestamente yo veo que la comunicación es un albur, - es azaroso en extremo y es el escritor quien se arriesga ¡todo!. Sabe lo que quiere decir, lo dice, queda impreso, y no tiene la menor garantía sobre en qué forma llegará (o no llegará) su mensaje.
EN cambio, el lector simplemente levanta el libro, lo lee, pero lee aquello que quiere leer, o encuentra lo que quiere encontrar en ese momento. Cuántas veces no hemos dicho de algún libro que " cada vez que lo leo le encuentro algo nuevo" Eso es una gran mentira. La página ya impresa NO cambia. Es estática. Quien ha cambiado es el lector.
Así es que yo definitivamente desconfío cada día más del poder de las palabras. Ya sean escritas o habladas. Y sin embargo hablamos y sin embargo escribimos. Y aunque son las palabras nuestra única herramienta, por fortuna son éstas una herramienta muy variada y rica.
Hay palabras balsámicas, las hay fidedignas, hay esclarecedoras, algunas hirientes. Hay palabras que levantan ámpula. Otras vienen ya cargadas de emoción (madre, padre, hijo, amor). Hay palabras que constituyen un reto al entendimiento: ETERNO, INFINITO. Además, las palabras -como todo lo del hombre -sufren de la moda: nacen, evolucionan y caen en desuso. Desde cuando para acá no se ha escuchado un sólo discurso político que no incluye invariablemente la palabrita de moda: COADYUVAR. Muy de moda pero para mi gusto igual de fea.
Hay palabras chaqueteras -que como las personas- al asociarse unas con otras modifican o pierden su significado original, pierden su propia identidad. ¿Qué me dicen del término VERDAD VIRTUAL? Bien sabemos que la verdad en muchos ambientes ya no está de moda, ya carece de sentido, pero, que demonios entonces es una verdad virtual ....... ¿? Tenemos palabras que cambian de sentido según la geografía. En un país son inocentes, en otro son groserías.
Hay palabras diabólicamente escurridizas: las que sabemos están en la punta de la lengua pero no aparecen por ningún lado. Y finalmente, hay palabras que NO Existen. Ya sucedió.. con los números ¿ Quiénes no han escuchado alguna vez: El número que Ud. marcó NO EXISTE. Pero volvamos a las palabras: Ejemplo, la palabra en Inglés: Ripple. Esta palabrita es muy socorrida por la poesía. La busco en español y simplemente como palabra su traducción al español NO Existe. Quiere decir" reverberaciones o círculos concéntricos en continua expansión que aparecen en la superficie del agua cuando ésta es molestada por un objeto extraño. Esta larga explicación (de 22 palabras) mataría a cualquier intento poético. Y ¿ qué me dicen de la palabra nieve que entre los esquimales tiene 52 versiones..es decir 51 palabras más, 51 palabras que en español no existen y eso que el español tiene un enorme surtido de vocablos.
En fin, el que escribe sufre tanto como sufriría un carpintero al descubrir que el martillo no siempre "da en el clavo" ó que el clavo no siempre es el indicado, ó, para el golpe calculado la madera resultó muy dura o muy blanda.
Además, el pobre escritor o el conferencista puede esmerarse en redactar un texto perfectamente bien hilado y el lector ó el escucha en cualquier momento: porque voló la mosca, porque ya tiene hambre, porque se le cayó la pluma, porque hace calor, porque tosió el vecino en cualquier momento pierde ese hilo.
Cuántas veces ante un mismo conferenciante al terminar su intervención habrán quienes aplaudan rabiosamente, quienes quedan impávidos, quienes pregunten ¿Qué quiso decir? Y quien se levanta los hombros y responde"sepa"
Y ¿por qué esta duda se expresa precisamente con el verbo querer? ¿Decimos qué quiso ó qué quiere decir? Querer es desear, es intentar pero no conlleva la idea de lograr. Como escritor, nunca hay que confiar en que con haber dicho lo tuyo, una vez y a tu manera, ya quedó transmitido el mensaje.


Hildegard Albrecht Vda de Sotomayor

Escritora. México.

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