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Sociedad civil, Ética y periodismo cientÍfico

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Por Diana Cazaux

Palabras clave: Periodismo, sociedad civil, ética, moral, periodismo científico, códigos de ética del periodismo científico.

Keywords: Journalism, civil society, ethics, moral, scientific journalism, codes of ethics of science journalism.

Resumen: La preocupación por la ética es muy importante cuando se ejerce el periodismo. El periodista que tiene esta preocupación se interesa obviamente por las acciones buenas o malas; tal preocupación indica una actitud que abarca tanto la libertad como la responsabilidad personal. Indica también que el periodista desea descubrir normas de acción que le sirvan como principios guía o como directivas específicas para lograr el tipo de vida que le parece más significativo y satisfactorio. La preocupación ética es importante porque obliga al periodista a comprometerse, a optar reflexivamente entre alternativas. Lo lleva a buscar el summum bonum, el bien supremo en el periodismo, realzando así su autenticidad como persona y como periodista. Estos principios generales deben especificarse cuando se trata del periodismo científico, esa joven especialidad informativa que consiste en difundir los progresos de la ciencia y la tecnología a través de los medios informativos y ahora de las nuevas tecnologías de la información. Desde este enfoque, estimo que, la ética dentro del periodismo científico, adquiere un muy estimable valor. Posiblemente, mucho más que en cualquier otra profesión.

Abstract: The concern for ethics is very important when it is journalism. The journalist who has this concern is obviously interested in good or bad actions, such concern indicates an attitude that includes both the freedom and personal responsibility. It also indicates that the journalist would like to find rules of action that will serve as guiding principles or directives to achieve the kind of life that seems more meaningful and satisfying. The ethical concern is important because it forces the reporter to commit to reflexively choose between alternatives. Leads him to seek the summum bonum, the supreme good in journalism, thus enhancing its authenticity as a person and a journalist. These general principles should be specified when it comes to science journalism, the young specialty is to disseminate information to the progress of science and technology through the media and now the new information technologies. From this approach, I believe that, within the ethics of scientific journalism, takes a very estimable value. Perhaps more than any other profession.

Sociedad civil, ética y periodismo científico


La actividad periodística adquirió en los últimos años, una significativa importancia. La capacidad profesional manifestada en innumerable tareas de investigación y el desarrollo de los medios de comunicación, impulsaron este fenómeno.

La seriedad y profundidad, en cuanto al material y análisis de diversas producciones periodísticas, revalorizaron la labor de los trabajadores de prensa, despertando en la ciudadanía un elevado índice de confiabilidad. Ello ha quedado demostrado en un sinnúmero de encuestas de opinión que ubican a los medios de comunicación en los más altos niveles de credibilidad social.

En este contexto, ha sido frecuente que desde diversos sectores de la sociedad civil, quien a causa de su dimensión colectiva escapa a los peligros del individualismo e incita a la solidaridad, se recurriera a la prensa, no sólo para la difusión de ideas o acontecimientos, sino, fundamentalmente, en la búsqueda de justicia.

Concretamente, más allá de la gratificación que conlleva el reconocimiento a la tarea efectuada, la función sustancial del periodista no es la de hacer justicia, sino la de informar. El imperativo ético del hombre de prensa es satisfacer el derecho de la sociedad a recibir la mayor cantidad y calidad de información.

Entonces, lo que debe tenerse presente, es el respaldo brindado por la comunidad, frente al rol que viene cumpliendo la prensa en estos últimos años. Este apoyo exige que los medios redoblen esfuerzos, para seguir dando respuestas al permanente compromiso asumido con la sociedad civil.

El alto rol que la sociedad civil le asigna al periodista; a la par de prestigiarlo, le genera también una fuerte responsabilidad profesional y personal. Ciertamente, la función de informar en forma veraz y honesta no deja de poner al periodista en situaciones de grave compromiso.

Es que el periodismo es una fuerza moral,[1] reflexionaba Juan Fernández en el capítulo referido a la Ética Periodista en su libro Historia del Periodismo Argentino del año 1943 y en ello reside el secreto de su influjo sobre las masas. Lo que no se exige en otros hombres, tórnase indispensable en el hombre de pluma: ilustración y austeridad. Como la mujer de Scipión, el periodista tiene que ser honrado y también parecerlo. Únicamente la sinceridad es valedera ante las conciencias en actitud de percepción. Si en cambio, llegan las gentes a descubrir que el periodista es un sujeto falaz e impúdico, tienen derecho a arrojarle piedras, o cuando menos, a señalarle con desprecio.
Por lo mismo que es grande la misión moral de la prensa, grande es su responsabilidad. No se puede, según eso, ser periodista porque sí, ni menos por conveniencia; hay que serlo por vocación. Ésta es la aureola que lo ennoblece.

Cuando los diarios dejaron de ser personales para convertirse en órganos de opinión pública, pudieron pensar algunos que la ética pasaba a ser menos rigurosa por menos visible. Pero éstos pensaron erróneamente. No es posible representar a la opinión pública, ni siquiera apelar a ella, sino se acredita absoluta corrección de procederes, objetividad en la información y altura en la crítica. Hay que ser fiel en la opinión. He aquí el primero de los deberes.

Cuando un diario ha conseguido llegar a ser representante genuino de la opinión pública, entonces establece ese lazo de unión, sutil e imponderable pero poderoso e indestructible, entre el ciudadano y la Nación, entre el gobierno y el pueblo.

Eso, que constituye el fundamento de la prensa periódica se hace posible por la independencia en los medios y la ética de los principios.

Si nos detenemos a leer la placa de bronce que está en la entrada de un diario centenario argentino como lo es La Prensa, fundado en 1859 vemos:


La Prensa

ETICA DEL PERIODISMO

Párrafo del de discurso de
Ezequiel P. Paz, director y editor del “La Prensa” de Buenos Aires
En el 56° aniversario de “La Prensa”,
el 18 de octubre de 1925

Informar con exactitud y con verdad; no omitir nada de lo que el público tenga derecho a conocer; usar siempre la forma impersonal y culta sin perjuicio de la severidad y de la fuerza del pensamiento crítico; desechar los rumores, los “se dice” o “se asegura” para afirmar únicamente aquello de que se tenga convicción afianzada por pruebas y documentos; considerar que es preferible la carencia de una noticia a su publicación errónea o injustificada; cuidar de que en las informaciones no se deslice la intención personal del que la redacta, porque ello equivaldría a comentar, y el reportero o cronista no debe invadir lo reservado a otras secciones del diario; recordar antes de escribir cuán poderoso es el instrumento de difusión de que se dispone, y que el daño causado al funcionario o al particular por la falsa imputación no se repara nunca totalmente con la aclaración o rectificación caballerescamente concedida; guardar altura y serenidad en la polémica y no afirmar nada que hayamos de tener que borrar al día siguiente, y por último, inscribir con letras de oro en lugar preferente, y bien a la vista, sobre las mesas de trabajo, las palabras de Walter Williams, insigne hombre de prensa norteamericano:

NADIE DEBE ESCRIBIR COMO PERIODISTA LO
QUE NO PUEDA DECIR COMO CABALLERO


Adoptado como su código
por los delegados al
Primer Congreso Panamericano de Periodistas,
del 7 al 13 de abril de 1926

Afirmado como su credo por la
Sociedad Interamericana de Prensa
en su Sexta Asamblea General,
el 13 de octubre de 1950



Estos dos documentos, entonces corresponden a la visión del periodismo durante la primera mitad del siglo XX, veremos cómo se fue modificando hasta llegar a nuestros días.

Pero ¿qué es la ética?

Entiendo que para darle un marco a esta conferencia debo comenzar definiendo qué es la ética y recurro a la que da el Diccionario de la Real Academia Española: “Parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre”.

MORAL (del latín moralis), aunque es un adjetivo, se ha sustantivado para definir asuntos que se alejan de los sentidos y caen en el plano de la conciencia, del entendimiento, distinción de lo bueno de lo malo ; de lo positivo versus lo negativo. No concierne a lo jurídico, “sino al fuero interno o al respeto humano”, siguiendo también la definición académica.

Ética y moral son así dos palabras gemelas, distinguidas sólo por especialistas en el campo de la filosofía, o también por lingüistas en la persecución del último y más remoto origen de la palabra.

Moral-ética es un vocablo compuesto usado en términos generales para cubrir un vasto campo definitorio del comportamiento, del modo de actuar frente a sus semejantes y frente a sí mismo.

La evolución posterior del sentido del vocablo, lo ético se ha identificado cada vez más con la moral y la ética ha llegado a significar propiamente “La ciencia que se ocupa de los objetos morales en todas sus formas, la filosofía moral.

Reunido en sociedad ,el ser humano establece formas de conducta que le distinguen, derivadas todas de una conciencia de ser, diferenciativa del animal común. Cuando el hombre reconoce en sí mismo estas cualidades que le hacen diferente, está actuando con apego a un ejercicio reflexivo, intelectual. Esto le capacita para organizarse conforme a un Código de Ética, un cuerpo de leyes morales, esto es, un cuerpo de modos de comportamiento que le son provechosos individual y colectivamente.

El adjetivo moral se aplicará a las personas que apegan su conducta a lo que es la costumbre hecho ley. Habrá amorales y también inmorales , según las circunstancias. El uso de la palabra ético,ca ha quedado relegado más a corporaciones que a individuos. Toda persona que se precie de conducta justa, tiene así su Código de Ética.

Sencillamente, en mi concepto, la ética es la conducta que rige a los seres humanos. Todos los individuos, por principio, deben tener su ética. Es decir, canalizar toda su actuación a través de normas que no lesionen la dignidad, la libertad, el pensamiento de los otros. A través de la Ética se adquiere lo que podríamos llamar el Crédito ante nuestros semejantes, el Prestigio. Todas las profesiones requieren para su ejercicio de una ética. Posiblemente, cada una de ellas podría estimar que su ética, es la de mayor trascendencia. Considero que la importancia de la ética está en función con el perjuicio o con la magnitud del perjuicio que se ocasiona al no respetarla.

Ética y periodismo:

“ Cuando entramos en el campo de la ética periodística[2] nos adentramos en un terreno cenagoso de especulaciones filosóficas, donde brumas aterradoras de juicios flotan sobre el pantano. A pesar de la inseguridad que crea el carecer de una superficie sólida donde apoyar el pie y de la visibilidad escasa, no existe razón para desistir de la jornada. De hecho, es una jornada que vale la pena emprender, porque plantea el problema de la moralidad de la persona: obliga al periodista, como entre otros a considerar sus principios básicos, sus valores, sus obligaciones consigo mismo y para con los demás. Lo fuerza a decidir por sí mismo cómo quiere vivir, cómo manejar sus asuntos periodísticos, cómo pensar a cerca de sí mismo y de los demás, como pensará, actuará y reaccionará ante las personas, y las cuestiones que lo rodean.”, reconocía en 1982 Jhon Merrill en La Prensa y la Ética.

No es fácil ponerse de acuerdo acerca de lo que resulta ético, ni en periodismo ni en ningún orden de la vida. Porque el hombre se encuentra, en verdad, a mitad de camino.

El hombre está hoy muy alejado de la guarida de la selva, con sus instintos innatos embotados y con su libre voluntad no del todo desarrollada como para reemplazar a sus instintos. Se está volviendo demasiado sabio como para obedecer siempre a los instintos y al deseo, y aún es demasiado débil como para imponerse siempre a sus dictados.

El hombre no se salva, como los animales, cumpliendo la ley de su propio ser, que es el instinto. Un pez no trata de salir a tierra firme. Un hornero no intenta cavar una cueva. Un cocodrilo no nada en la Antártida.

Pero el hombre es capaz de cualquier desatino. Por eso, sólo encuentra salvación cuando su propio ser vive en armonía con Dios, con la naturaleza y con los otros hombres. De contrario, se condena a la anomia y la desesperanza.

El único refugio para el hombre es responder a un código ético, que no tiene fuerza coercitiva ni se dicta de una sola vez y para siempre. Se impone la persuasión y la constancia en el deber, con la educación y el ejemplo, en todos los niveles de conducción: el familiar, el social y el político.

La finalidad de la ética es el deber, el deber para consigo mismo o para con los demás. Es primariamente individual o personal, aún cuando se refiere a las obligaciones y deberes para con otros. La cualidad de la vida humana se relaciona tanto con la soledad como con la sociabilidad. Hacemos el bien y el mal mediante nuestras acciones en aquella parte de nuestra vida en la que reaccionamos y respondemos a otras personas. Esta dualidad de la moralidad individual y social está implícita en el concepto mismo de la ética. El periodista, por ejemplo, no se limita a escribir simplemente para el consumo de otros; escribe para autoexpresarse, y pone su persona y todo su ser en su actividad periodística. Lo que comunica es, de una manera muy real lo que él es. Se agrada o desagrada a sí mismo, no tan solo a su público. Lo que hace para vivir de acuerdo con alguna norma interior no sólo afecta a sus actividades y creencias en otros, si no, de una manera muy real la esencia misma de su propia vida.

La preocupación por la ética es muy importante. El periodista que tiene esta preocupación se interesa obviamente por las acciones buenas o malas; tal preocupación indica una actitud que abarca tanto la libertad como la responsabilidad personal. Indica también que el periodista desea descubrir normas de acción que le sirvan como principios guía o como directivas específicas para lograr el tipo de vida que le parece más significativo y satisfactorio. La preocupación ética es importante porque obliga al periodista a comprometerse, a optar reflexivamente entre alternativas. Lo lleva a buscar el summum bonum, el bien supremo en el periodismo, realzando así su autenticidad como persona y como periodista.

Antes de elegir una ética en particular, todo periodista decide elegir entre ser una persona ética o no: esta es la primera y más importante elección que tiene ante sí. Pero hay que tener presente que, como demostraron Sartre y otros existencialistas, “la no elección es una forma de haber elegido”; que la “negación a elegir lo ético es inevitablemente una elección de lo no ético”. Existe hoy en día una tendencia a identificar como “ética” cualquier decisión personal de actuar; todo lo que quiero hacer, lo hago; por consiguiente, es ético para mí el hacerlo.

La ética es la parte de la filosofía que ayuda a los periodistas a determinar qué es lo correcto en su actividad como tales; es principalmente una ciencia normativa de la conducta, entendida ésta fundamentalmente como conducta voluntaria, autodeterminada. La ética tiene que ver con la “autolegislación” y la “autocoerción” ; aunque está relacionada, por supuesto, con el derecho , es de naturaleza distinta. Aunque el derecho surge muy frecuentemente de los valores éticos de la sociedad en determinado momento histórico (es decir, el derecho refleja con frecuencia la ética), es algo determinado socialmente y cuyo cumplimiento es socialmente impuesto. La ética, en cambio está determinada personalmente y su cumplimiento es exigido por la propia persona, o debe serlo. La ética tiene que brindar al periodista ciertos principios o pautas básicas mediante los cuales juzgar si sus acciones son buenas o malas, correctas o incorrectas, responsables o irresponsables.

Siempre ha sido más fácil analizar el derecho que la ética; el derecho es más fácil de captar porque lo legal está establecido por la ley. Lo ético rebasa el derecho porque hay muchas acciones que son legales pero no éticas. Y no hay “códigos de ética” que puedan consultarse para resolver los litigios morales. La ética es primariamente personal; la ley es primariamente social. Aunque el terreno de la ética periodística es movedizo y resulta difícil pisar en él con firmeza como mencionábamos anteriormente, hay puntos sólidos en que la persona puede afirmarse en su jornada a través del difícil panorama de la vida.

En primer lugar, es importante dejar bien sentado que la ética se ocupa de las acciones voluntarias . Si un periodista no tiene control sobre sus decisiones o sus acciones, no hay necesidad de hablar de ética. ¿Qué son las acciones voluntarias? Las que un periodista hubiera podido llevar a cabo de manera diferente, de haberlo querido. Algunas veces, los periodistas, al igual que otras personas, tratan de excusar sus acciones incorrectas diciendo que no las eligieron personalmente, si no que se las asignaron como tarea, o se las impusieron de alguna manera los propietarios del periódico u otros superiores. Tales coerciones pueden, no cabe duda presentarse en ciertas ocasiones (por ejemplo, en un sistema dictatorial de prensa) en que las consecuencias para el periodista que desobedece una orden pueden ser serias. En los sistemas democráticos si alega que no puede oponerse y que “tiene” que hacer algo, lo único que hace es manifestar su debilidad y falta de autenticidad ética.

El periodista que se preocupa por la ética –de la calidad de sus acciones- es , por supuesto, alguien que quiere alcanzar la virtud moral. Pero la definición de la persona moral tiene algo de círculo vicioso, porque nos remite otra vez a la pregunta: ¿qué es una persona ética o moral?.Pero la naturaleza de la virtud no resulta realmente tan relativa o vaga, si acordamos algún crédito a los grandes pensadores de la historia; ha existido bastante consenso general entre los filósofos, aún cuando el término “virtud” haya sido conceptualizado con expresiones que contiene mucho “ruido” semántico.

El periodista “virtuoso”

Aristóteles vio la finalidad de la naturaleza como un autocumplimiento, como exigencia de lograr una realización de lo potencial y lo real. En el caso de las plantas y los animales ello no plantea graves problemas: el problema radica en la elaboración de una teoría válida para el hombre. En su caso el autocumplimiento estriba según Aristóteles en “el bien” (kalos): aquello hacia lo que tienden todas las cosas.[3] La misión del hombre consiste en encontrar su bien, y en obrar con vistas a su realización: en el transcurso de semejante proceso el hombre se realiza a sí mismo y confiere significación y finalidad a su vida. Así, pues, para Aristóteles la vida misma es una búsqueda, una búsqueda constante, que asume por consiguiente un carácter eternamente educativo.

En la Ética, Aristóteles, trata de establecer sus principios por medio de la indagación y de la observación y comienza con una investigación psicológica del hombre en tanto individuo.

Las ciencias naturales brindan a Aristóteles el punto de partida de sus investigaciones: en la medida en que forma parte integrante de la naturaleza, el hombre actúa con una finalidad, hacia el cumplimiento del principio realizador del alma. Mediante una analogía con la naturaleza y a partir de una serie de observaciones sobre la naturaleza humana, Aristóteles llega a la conclusión de que en el alma es preciso distinguir tres aspectos distintos: la nutrición, el apetito y el intelecto. La nutrición designa las funciones del alma vegetativa –todos los procesos básicos que sostienen la vida biológica- y son funciones no controladas conscientemente. El apetito y el intelecto son, por el contrario, una constante preocupación consciente del hombre.[4]

Una señal de virtud en el periodismo consistiría en profesar una profunda lealtad con la verdad. O por lo menos, la búsqueda de la verdad por parte del periodista es algo que con seguridad reclama sabiduría, coraje, templanza y justicia, como analiza Platón en La República. John Whale, redactor de editoriales de Sunday Times , de Londres, sostiene que la base de la ética periodística es una entrega a la verdad. La autenticidad de la información contenida en el relato o “historia” es lo que constituye la principal preocupación del periodista, según Whale. ¿Qué métodos tiene que emplear un periodista en la obtención de esa “verdad”? Whale responde: sólo aquellos métodos que el periodista estaría dispuesto a incluir como parte de su relato. La virtud ,en el periodismo, a juicio de Whale, consiste en lograr que el relato contenga la mayor proporción posible de verdad, y, por supuesto, la fuente de información es parte de la verdad del relato.[5]

El deseo de investigar la verdad y de darla a conocer parece ser, por cierto, uno de los fundamentos morales del periodismo libre. La mayoría de los periodistas piensan de la verdad lo mismo que piensan de la objetividad, vale decir, que es temporaria, fragmentaria e incompleta. La exactitud, la honestidad, el equilibrio, la totalidad son notas que el periodista asocia generalmente con la objetividad, y por ende, con la verdad.

Naturalmente, el problema principal de esta concepción de la verdad reside en que hay que considerarla en el contexto de la selección de las informaciones por parte de los directores del diario. ¿Qué verdad –o qué partes de la verdad- elegirá para darlas a conocer un medio de comunicación periodístico? “Todas las noticias adecuadas para ser impresas”, responde The New York Times, con lo cual proclama ante todos los lectores que ciertos asuntos (aun cuando sean veraces o aporten a la verdad) que no se consideren “adecuados” no se publicarán. Por lo tanto, The Times dice explícitamente lo que todos los periodistas creen y practican: la verdad es aquello que los periodistas creen adecuado llamar verdad, de la misma manera que las noticias son aquello que deciden que es adecuado llamar noticias, nada más ni nada menos.[6]

Los filósofos morales nos han aportado una amplia variedad de normas optativas para determinar cuáles son las acciones virtuosas.

Kant,[7] por ejemplo, afirma que una acción se justifica si las intenciones de quien las hace son buenas, independientemente de las consecuencias que puedan resultar de la acción. Kant cree que lograr la mayor felicidad para el mayor número posible no tiene nada que ver (o puede no tenerlo) con la moralidad de la acción. Cree también que la satisfacción o provecho personales son algo ajeno a la acción ética. Encuentra la justicia u obligatoriedad de una acción simplemente en algún hecho relacionado con ella o con su naturaleza.

Kant y su principio básico o regla, el “Imperativo Categórico”, está en la base de su sistema ético: “Obra siempre de acuerdo con aquella máxima que al mismo tiempo puedes desear que se convierta en ley universal “.Kant ofrece este “imperativo” como el principio necesario para determinar que reglas éticas más específicas y concretas debemos adoptar para guiar nuestra conducta . Lo que dice, en efecto, es que una persona sólo actúa éticamente si está –o estaría- dispuesta a hacer que todos actúen de acuerdo con su máxima. O dicho de otra manera, una persona actúa éticamente si está dispuesta a aceptar que su regla sea aplicada por toda aquella persona que se encuentre en una situación similar.

El “Imperativo Categórico” no es en realidad una máxima específica a partir de la cual alguien actúa, sino es un principio o regla general que permite, en el caso que nos ocupa, a un periodista examinar y evaluar todas las máximas a partir de las cuales actúa. Es una especie de “súper-máxima” , que sirve para guiar el pensamiento respecto de las reglas específicas que deben aplicarse en campos concretos.

Si un periodista acepta el Imperativo Categórico, no necesita tener presente en su mente (o en su Código o Credo impreso) reglas específicas o normas de acción que seguir. Formulará estas reglas sobre la base de su “súper-máxima”, a medida que se presentan las distintas ocasiones. Si estas orientaciones o prácticas aprueban el examen del Imperativo Categórico, entonces su acción basada en esa “súper-máxima” es éticamente válida, y el periodista puede ser considerado virtuoso.

En Kant el hombre es autolegislador y colegislador , con todos los otros hombres, en el reino ideal de los fines.

El reino de los fines es un reino ideal del que forman parte todos los que son capaces de dictar la Ley Moral. Sería la Ley que dictaría Dios.

En el hombre la voluntad es siempre mixta, puede ser guiada por las inclinaciones o por la razón. Por eso hay conflicto y por eso para el hombre la Ley tiene que ser un imperativo.

Así Kant intenta salvar la subjetividad. En cada sujeto individual, su conciencia determina cual es el universal y así queda aislado de los otros sujetos.

Aunque la filosofía kantiana influyó profundamente sobre el pensamiento occidental, es evidente que, al menos entre los intelectuales modernos, su “ética del deber”, estricta y absoluta, ha perdido bastante atractivo y fuerza. Está en auge una especie de relativismo o situacionismo, una ética que resulta muy atractiva para aquellos a quienes agrada verse como “racionales”.

Es muy poco lo que se ha escrito sobre la ética periodística, fuera de ciertas frases repetitivas que aparecen en los “códigos” y “credos” destinados principalmente a ser enmarcados y colgados en las paredes como adornos. Tal vez una razón para ello sea que la mayoría de los directores de diarios, propietarios, directores de noticias y otros periodistas, simplemente descartan el tema de la ética como “relativo”, dando poca o ninguna importancia a los principios periodísticos absolutos o universales. No hace mucho un reportero amigo lo expresó sucintamente al decir que consideraba la ética como “sólo la manera en que actúa cada periodista”. No cabe duda de que un periodista libre tiene el derecho a considerar la ética de esta manera, pero esa concepción relativista relega la ética a una especie de “limbo de la inexistencia”, donde todo lo que un periodista hace puede considerarse ético. O, dicho de otra manera, lo que un periodista hace puede considerarse tan ético como lo que hace cualquier otro periodista.

Si dejamos de lado las teorías absolutas de la ética (ejemplificadas por Kant), entonces el debate sobre la moralidad se convierte exclusivamente en una discusión sobre preferencias, elecciones arbitrarias, juicios inconexos, ninguno de los cuales fundamenta una obligación. La aserción: “Esta fue la decisión periodística correcta” pasa a significar tan sólo “Esa decisión me gustó” de la misma manera como alguien podría decir: “Me gustó el aspecto del océano”. Una forma de relativismo en ética sostiene que una práctica periodística efectuada en el contexto A puede ser buena –ética-, en tanto que si se la practicara en el contexto B podría ser mala o contraria a la ética. Las circunstancias dictan la ética; el contexto determina la “justicia” o la “injusticia”, dicen los relativistas.

Se trataría de una ética “subjetivista” , puesto que lo que alguien hace en una situación dada está determinado subjetivamente por el individuo en el momento en que se pide una decisión ética.

Ser periodista hoy

El espíritu de los tiempos ha colocado al subjetivista en una posición moral dominante, o por lo menos a encontrarse en mayoría. Para muchas personas de hoy, si las mayorías creen que algo es ético, entonces lo es. Estamos en la época del subjetivismo, del relativista y del situacionista. Es una época en la que se considera incivilizado expresar juicios de valor, asumir posiciones, tener un sentimiento del “deber” o cumplir un compromiso. Es la época de los creen que cualquier opinión vale tanto como otra y que las normas morales de unas personas son tan buenas como las de su vecino. Son los días de la escuela de pensamiento que tiene como principio “probablemente los dos tenemos razón”, la época de las personas tolerantes, los que “se adaptan”, que no sienten impulso alguno para hablar en voz alta y con claridad sobre las normas morales.

Aunque la posición relativista resulta intrigante debido a su aura de individualismo , debo rechazarla. De hecho, a riesgo de hacer un juicio de valor, me atreveré a decir que no es realmente una posición ética; es una “no-ética” o una “anti-ética”. Cuando el contenido de la ética se diluye hasta convertirse en subjetivismo, en situaciones o en conceptos, pierde todo significado en cuanto a ética. Si cada caso es diferente, si cada situación exige una norma distinta, si no existen absolutos en ética, entonces tendríamos que dejar de lado todo el contenido de la filosofía moral y sentirnos satisfechos de que cada persona viva su vida de acuerdo con sus caprichos o “consideraciones” que pueden variar de una situación a otra...
Apel[8]a partir de la década del 80 del Siglo XX critica la postura de Kant y propone un pasaje de la conciencia cerrada del sujeto a una intersubjetiva.

Es el positivismo lógico que plantea que hay algo más primario que la racionalidad, ese algo es el lenguaje. La racionalidad humana se plasma en el lenguaje. Hay una apertura de la subjetividad, implica al otro, es diálogo, es comunicación.

Del yo trascendental de Kant : yo pienso, al : nosotros argumentamos de Apel, punto de partida abierto a los demás.

Este discurso práctico puede dirimir todos los conflictos entre los hombres en lugar de llevar a un enfrentamiento.

Todos tienen derecho a tener razón a ser escuchados y tenidos en cuenta. Cualquier conflicto se puede resolver por vía de la argumentación.

Porque somos todos seres racionales y seres del lenguaje. Cada individuo viene al discurso con una ética propia que indica una tradición y una altura propia, que puede ser diferente a la mía.

El lenguaje es un modo de actuar. Sale de la racionalidad en que lo había puesto Kant y se lo pone en los sentimientos.

Esto lleva a un “giro aplicado” sobre todo en el ámbito de la filosofía práctica, que siempre ha tenido por tarea orientar, siquiera sea medianamente, la acción[9]

(...)”La ética puede aventurar reflexiones para la vida cotidiana y por eso su parte “aplicada” no puede prescribir de forma inmediata las actuaciones en los casos concretos, no puede convertirse en una “causística”, sino ayudar con el producto de sus reflexiones a la toma concreta de decisión, que siempre está en manos de los hombres concretos. Las decisiones morales son siempre personales, lo cual no significa que sean puramente subjetivas, irracionales e incomunicables. Las personas somos individuos comunitarios y las decisiones personales son comunicables y compatibles.

(...) Como los problemas surgen en distintos ámbitos de la vida social, dotados de específicas peculiaridades, y como no existe ninguna ética filosófica en que concuerde el común de las gentes, la reflexión de la ética aplicada –a pesar del nombre que ostenta- funciona más “de abajo arriba” que de arriba abajo, más desde la base republicana de las distintas esferas que desde la monarquía del saber filosófico.

Porque el ámbito ecológico tiene que enfrentarse a problemas específicos como el de contar con la responsabilidad de los grupos, y no sólo de los individuos, con las generaciones futuras y no sólo con las presentes, o habérselas con toda suerte de revisiones del antropocentrismo, pero el mundo económico y empresarial topa necesariamente con una racionalidad eficaz y competitiva, que puede ser inmisericorde, la sociedad civil necesita un mínimo de valores compartidos para sustentar el respeto al pluralismo, los políticos han de contar –como decía Maquiavelo- con la virtud y la fortuna , perseguir y conservar el poder, pero un poder legítimo, los periodistas saben que información es poder, pero también mercancía, y las distintas profesiones toman conciencia de que van olvidando sus fines propios y perdiendo, en consecuencia el sentido de la profesión.

Ignacio Ramonet [10](actual Director del diario Le Monde Diplomatique) en su libro “ La tiranía de la comunicación” reflexion, ahora, ya en 1998:

“Si nos preguntamos acerca de los periodistas y de su papel en la actual concepción dominante del trabajo informativo, podemos concluir que están en vías de extinción. El sistema informacional ya no les quiere. Hoy puede funcionar sin periodistas, o, digamos, con periodistas reducidos al estadio de un obrero en cadena, como Charlot en Tiempos Modernos...Es decir, al nivel de retocador de despachos de agencia. Hay que ver lo que son hoy las redacciones, lo mismo en los diarios que en las radios y en las televisiones. Se ve a las celebridades que presentan los telediarios de la noche, pero se esconde a un millar de profesionales que tiran del carro. La calidad del trabajo de los periodistas está en vías de regresión, lo mismo que su estatus social. Hay una taylorización de su trabajo.

Vivimos una doble revolución, de orden tecnológico y de orden económico. Quizás estamos a punto de experimentar en este momento lo que yo llamaría (dice Ramonet) la segunda revolución capitalista. Produce una energía enormemente importante que cambia muchas cosas y modifica notablemente el campo de la comunicación y muy particularmente el campo de la información, en la medida en que supone una entronización del mercado en el marco de la globalización de la economía. Todo esto se encuentra en el propio núcleo de la situación descripta.

Un cierto número de elementos evidencian la transformación del periodismo. ¿Va a provocar esta mutación su desaparición ?Es la pregunta que nos hacemos y a la cual, imagino, nadie osa responder de momento. La doble revolución aludida tiene una repercusión importante en el campo cultural. Hasta ahora teníamos tres esferas: la de la cultura, la de la información y la de la comunicación. Estas tres esferas eran autónomas y tenían su propio sistema de desarrollo. A partir de la revolución económica y tecnológica, la esfera de la comunicación tiene tendencia a absorber la información y la cultura. Ya no hay más cultura que la de masas y la comunicación se dirige a las masas. Es un primer fenómeno cuyas consecuencias son extremadamente importantes.

La información se caracteriza hoy por tres aspectos. El primero es que si durante siglos fue muy escasa, casi inexistente, hoy es superabundante. La segunda característica es que la información, de un ritmo relativamente parsimonioso y lento en otros tiempos, es hoy extremadamente rápida. Podemos señalar que el factor rapidez está íntimamente asociado a la información, forma parte de su historia. Y esta relación ha alcanzado un límite que hoy plantea problemas, ya que su velocidad es la de la luz y la de la instantaneidad.

La tercera componente es que la información no tiene valor en sí misma en relación, por ejemplo, con la verdad o en relación con su eficacia cívica.

La información es, antes que nada, una mercancía. En tanto que mercancía está esencialmente sometida a las leyes del mercado, de la oferta y la demanda, y no a otras reglas como podrían ser las derivadas de criterios cívicos o éticos”.

Creo que la actual visión de Adela Cortina[11] abre una esperanza para la ética periodística: Cada uno de los ámbitos de la mal llamada ética aplicada dependen en último término de los valores compartidos por la sociedad civil, consideraremos la ética aplicada como una suerte de ética cívica, que se expresa en ámbitos como la medicina, la política, la genética, la ecología, la información, la economía o los negocios. Que se expresa en ellas quiere decir que la ética aplicada es la resultante de un doble movimiento : del proceso “inductivo” por el que se configura a partir de los valores surgidos de las distintas actividades, y del proceso “deductivo” por el que los principios y valores comunes a una sociedad democrática se aplican a las distintas dimensiones sociales.

Nadie duda, sin embargo, que el hombre necesita un código ético, como medio único para un régimen enaltecedor de su existencia.

Pero si bien un código ético es indispensable, imponer su cumplimiento por medio de un tribunal, aun académico y profesional, puede resultar contraproducente en periodismo.

¿Qué haría más popular a un medio o a un periodista que la condena de un tribunal de ética? se pregunta Lauro Laiño en su libro “El Periodismo como deber social”.[12]

Los quioscos recibirían avalanchas de pedidos o el rating se elevaría vertiginosamente a la espera de revelaciones aún más calientes.

Nada parece más atractivo a un asunto que su prohibición. “No hagas esto”, debe haber sido el primer argumento publicitario de la historia.

En toda publicación sana existe un código de ética implícito o escrito que guía las conductas y las plumas. Publicaciones sin tradición cultural corren el riesgo del extravío, pues la no sujeción a principios clásicos y elementales del periodismo las lleva inevitablemente al descrédito, como antesala de la desaparición.

Los medios deben promover la formación responsable y la templanza de sus periodistas en la escuela cotidiana de la información así podrán servir al público y a sus empresas con exactitud , equilibrio, objetividad e imparcialidad, lejos de la tentación malsana de llegar a conclusiones suficientes con elementos insuficientes.

Los directores de los medios se justifican muchas veces apelando al utilitarismo del rating o la tirada. Al decir que dan al público lo que el público desea, están confesando la limitación de su filosofía editorial y empresarial, que ignora el bien de la sociedad, la necesidad de informar y formar, la responsabilidad que impone la libertad de que gozan.

Si la Constitución consagra el derecho de prensa como una libertad estratégica que el Estado no puede reglamentar, ¿con qué fundamento podría cercenarse al público el derecho de recibir toda la información? El público debe decidir lo que quiere y lo que no acepta.

El público, y solamente el público, puede hacerlo, pues constituye el motor fundamental de la dinámica de la comunicación.

Todos los intentos destinados a recortar la función de la prensa se han estrellado siempre contra el único tribunal competente para juzgarla, que es el constituido por los lectores, los escuchas y los televidentes. Porque el tribunal de la opinión pública a veces condena y a veces absuelve, pero, muchas veces emite el más terrible de los veredictos: no interesa.

Cualquier otro control sobre los medios está destinado al fracaso. Debemos, entonces, depositar la confianza de nuestra propia libertad en la conciencia pública, porque las sociedades tienen un mecanismo de equilibrio que podríamos comparar con el biológico. Una homeostasis, que es el estado ideal de armonía entre las distintas funciones de los organismos vivos.

Las sociedades tienen también leyes naturales, no sólo leyes escritas, que semejan la siembra desordenada de la naturaleza. Antiguamente se usaba la palabra broadcasting para las emisoras de radio. Broadcasting es el trazo ancho de la mano del sembrador que arroja las semillas a la tierra, y este trazo ancho esparce, por igual, toda clase de semillas, virus, gérmenes, insectos y alimañas. En esta siembra negligente se encuentra la raíz del equilibrio ecológico.

La prensa necesita también de un equilibrio ecológico. La diversidad. Lo bueno y lo malo. El germen de la vida y la bacteria. Como la naturaleza.


El periodista científico

Estos principios generales deben especificarse cuando se trata del periodismo científico[13], esa joven especialidad informativa que consiste en difundir los progresos de la ciencia y la tecnología a través de los medios informativos y ahora de las nuevas tecnologías de la información.

Desde este enfoque, estimo que, la ética dentro del periodismo científico, adquiere un muy estimable valor. Posiblemente, mucho más que en cualquier otra profesión.

¿Qué es lo que ocurre con un periodista científico que no es ético? Su noticia es leída por varios millares de personas o millones de lectores y puede causarles daños a todos o a la mayoría de ellos, sobre todo si la información se ha expandido por todo el mundo. Podría alegarse que esta noticia puede ser rectificada por otra posterior y correcta. Pero el daño ya se habría inferido, pues no siempre los mismos lectores tendrían oportunidad de leerla. Pero esto es todavía más grave cuando se halla en juego la salud de la población, sobre todo si se trata de divulgar nuevas terapéuticas, no del todo bien experimentadas. Se pueden crear falsas esperazas.

Entonces en el periodismo científico lo que preocupan son sus grandes implicaciones éticas.

Por lo que conviene enumerar algunos de sus problemas:[14]

I) Distinguir el perjuicio que el avance científico y tecnológico puede inferir, en algunos campos, a la sociedad.
II) Eliminar la apología de los delitos, los narcóticos, la violencia y los totalitarismos.
III) Respetar las fronteras del honor, la dignidad y la vida privada de las personas.
IV) Atribuir el crédito por una idea o una innovación solamente a quien en realidad le corresponde.
V) Mantener lealtad a las grandes aspiraciones nacionales y objetivos supremos de la comunidad.
VI) Atender al dictado de la decencia y las buenas costumbres.


En todos los Congresos Iberoamericanos de Periodismo Científico celebrados hasta ahora nos hemos ocupado de este tema, por estimar que al tener el periodismo como fin último la verdad, y estar el conocimiento científico en las mismas condiciones, los condicionamientos éticos son absolutamente imprescindibles en esta modalidad. Y ya en el
1er. Congreso Iberoamericano de Periodismo Científico, llevado a cabo en 1974, Caracas, Venezuela la ponencia del argentino ,a la sazón vicepresidente de la Asociación Argentina de Periodismo Científico, Dr. Miguel M. Muhlman “La ética del periodismo y la enfermedad del siglo” formulaba las siguientes recomendaciones sobre la ética en el periodismo científico:
No recoger informaciones científicas que no provengan de fuentes reconocidas, serias y responsables.
Tratar en lo posible que estas noticias sean el resultado de un acontecimiento científico donde hayan participado eminentes especialistas.
Anunciar el hallazgo en la forma más ajustada a la suministrada por el investigador.
Tratar de colocar entre comillas sus declaraciones para hacerlo responsable y, al mismo tiempo, para que el lector pueda distinguir el agregado del periodista.
Sobre el material científico agregado, el periodista podrá aclarar los términos de difícil interpretación para que el trabajo sea de más fácil comprensión.
No deformar la noticia abultándola con sensacionalismos que tergiversen la realidad y puedan crear falsas esperanzas.
Acompañar, si es posible, el juicio que le merece esa noticia a varios colegas destacados en la especialidad y hacerlo igualmente respetando las opiniones personales, escribiéndolas entre comillas.
Cuando la noticia proviene de un teletipo desde el extranjero poner suma atención en los conceptos que pertenecen al investigador y los que ha agregado el periodista. En no pocas oportunidades, la noticia de origen va siendo deformada con cierto ingrediente de espectacularidad a medida que va pasando por distintos medios de comunicación.
Tratar de indagar el currículo vitae del científico que hace el anuncio y descartarlo si no reúne condiciones de seriedad o agregárselo junto con la noticia para que el lector lo valorice.
Tratar de conocer la calidad del instituto, laboratorio o centro científico desde donde se ha lanzado la información. Detenerse en observar si detrás de la noticia, o entre líneas no se esconde alguna promoción disimulada hábilmente.
Detenerse en observar si no existe el evidente propósito de difundir experimentos en gestación para lograr subsidios, donaciones o mayores asignaciones.
Detenerse en observar si la noticia encierra en realidad un adelanto científico o es algo ya conocido, presentado bajo otra forma.
No dar nunca nombre de productos, fármacos, drogas, medicamentos con que puede beneficiarse un laboratorio comercial. Dar exclusivamente la fórmula química o el nombre científico. No hacerlo así permitiría al lector sospechar que se le está indicando un producto para tratar una enfermedad con complicidad del diario y del periodista, siendo o no efectiva su acción sobre el organismo.
El periodista científico deberá colocarse más que cualquier otro periodista en el papel de lector, para conocer qué efecto puede producirle esa noticia. Más aún, en el lector de mediana o baja cultura que no posee la capacidad de discernimiento rápido y claro para saber lo que pueda haber de exacto o inexacto en una información de tal naturaleza.
Con todo lo atractivo que pueda ser un título para un trabajo de divulgación científica, no debe ser exagerado ni encerrar conceptos que no trae la información. Si bien, todos reconocemos que el título es el escaparate de un negocio. Puede decidir por su presentación a que un comprador potencial entre en el local para la adquisición de algo que le ha agradado. Pero dentro de la tienda, si la calidad no es la misma, sufrirá un desengaño y es posible que jamás entre a comprar en el mismo comercio. Lo mismo le puede ocurrir al periodista científico. Si al lector se le tergiversa, se le deforma o se le asegura en el título lo que no está totalmente probado y así surge el texto, el periodista, sobre todo si firma, se desacreditará. Si no firma, el descrédito será para el diario. Ello, sin dejar de comprender, que no en no pocos diarios, los periodistas no son los tituladores. Y sin tampoco dejar de aceptar que los títulos del periodista son sugeridos o cambiados por necesidad de adecuarlos al espacio asignado.
La objetividad debe ser una forma primigenia para este tipo de informaciones más que para cualquier otro. Descartar todo aquello que resulte sospechoso o no comprensible. No reproducir aquello que a juicio sereno del periodista no resulte de la realidad del hecho. Tratar por ello, si es posible, que el investigador, si es del mismo país demuestre cómo ha llegado al proceso que anuncia. Continuamente se lanzan al mercado drogas en experimentación donde los efectos nocivos secundarios, son más que las acciones positivas que presenta. Y, muchas veces ocurre, que cuando se da la noticia, se anuncian ampulosamente éstas y se olvidan de aquéllas, provocándose un daño intencional a los lectores.

En las conclusiones de este 1er. Congreso Iberoamericano de Periodismo Científico se aprobó la siguiente Declaración de principios éticos del periodismo científico:

El periodista científico defenderá el derecho de todo ser humano a participar en el desarrollo del conocimiento.
Promoverá la confianza de la comunidad hacia la ciencia; promoverá la difusión de los hallazgos que beneficien al hombre y tratará por todos los medios de valorizar con la máxima claridad los aspectos positivos del avance científico y tecnológico, y denunciar los negativos, en relación con el individuo y con la sociedad.
Denunciará la peligrosidad de las falsas ciencias, que son obstáculo para el desarrollo espiritual y material del ser humano y tratará de desenmascarar a sus cultivadores.
En materia de información médica, tratará de no suscitar vanas esperanzas en quienes padecen enfermedades graves, dando nombres de productos, drogas, medicamentos, con que pueda beneficiarse un laboratorio comercial, defendiendo –irresponsable e indiscriminadamente- descubrimientos no comprobados totalmente o de sustancias o fármacos cuya eficacia no ha sido confirmada.
La noticia científica podrá completarse, cuando sea posible con una explicación sobre la personalidad del autor del descubrimiento o sobre la calidad del Centro de Investigación donde se haya originado la noticia. De ese modo puede el público valorar, en sus justos términos, la mayor o menor trascendencia de la información.
Deberá cuidar que la atribución de las ideas o las innovaciones, solamente corresponden a quienes en realidad les pertenecen.
El periodista científico deberá promover y fomentar el desarrollo de la investigación, tanto básica como aplicada, que atienda al bienestar de la comunidad local o nacional, como internacional; y trabajará por la creación de una conciencia pública sobre el valor de la investigación científica al servicio del desarrollo de los pueblos.

En el 1er. Congreso Iberoamericano de Periodismo Científico la preocupación manifestada por el Dr. Muhlman en su ponencia en la cobertura periodística de lo que llamó “El Mal del Siglo”, recordemos que este Congreso se llevó a cabo en el año 1974, hace casi 30 años, el “Mal del Siglo” era el cáncer. Por esos años los editores inescrupulosos cuando deseaban elevar las ventas de sus publicaciones recurrían a titulares del tono: El cáncer se cura y otras afirmaciones semejantes. Ver publicadas estas aberraciones es lo que llevó a mi compatriota a escribir ese Código de Ética para el Periodista Científico.

Hoy sus preocupaciones estarían puestas en cómo se ha titulado cuando se publicó la noticia de la Oveja Dolly, del Genoma Humano o de la guerra bactereológica. Porque, convengamos, hay noticias científicas que perse son sensacionalistas y siempre habrá editores que se aprovechen de ellas.



BIBLIOGRAFÍA

Apel, Karl-Otto: Teoría de la verdadera ética del discurso, Barcelona, Editorial Paidós, 1995.

Aristóteles: Moral a Nicómaco, Argentina, Editorial Bibliográfica Argentina SRL, 1967.

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Cortina, Adela: Etica aplicada y democracia radical, Madrid, Editorial Tecnus, 1993.

Fernández, Juan: Historia del Periodismo Argentino. Argentina. Librería Perlado Editores
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Kant, Manuel: Crítica de la razón práctica, México, Editorial Porrúa, 1998.

Merril, John: “Etica y periodismo”, en Merril, John y Ralph, D. Barney (Comp.): La prensa y la ética, Buenos Aires, EUDEBA, 1981.

Periodismo Educativo y Científico. CIMPEC-OEA. 1976.

Ramonet, Ignacio: La tiranía de la comunicación. Madrid, 1998

 


[1] Fernández, Juan R.: Historia del Periodismo Argentino. Librería Perlado Editores. Buenos Aires. 1943
[2] Merrill, John y Barney, Ralph: La prensa y la éitica. Editorial Universitaria de Buenos Aires. 1981
[3] Aristóteles:Moral a Nicómaco, Argentina, Editorial Bibliográfica Argentina SRL, 1967
[4] Bowen, James: Historia de la Educación Occidental, Barcelona, Editorial Herder, 1990
[5] Merril, John: “Etica y Perodismo”, en Merril, John y Ralph, D. Barney(Comp): La Prensa y la Etica.Buenos Aires, EUDEBA, 1981.
[6] Op.Cit.
[7] Kant, Manuel: Crítica de la razón práctica,México, Editorial Porrou, 1998.
[8] Apel, Otto:l: Teoría de la verdadera ética del discurso. Barcelona, Editorial Paidos, 1995.
[9] Cortina, Adela: Etica aplicada y dmocracia radical.Madrid, Editorial Tecnos S.A. 1993.
[10] Ramonet, Ignacio:La tiranía de la comunicación, Madrid, 1998
[11] Cortina, Adela; Etica aplciada y democracia radical, Madrid, Editorial Tecnus S.A., 1993.
[12] Laiño, Lauro: El periodismo como deber social. Academia Nacional de Periodismo. Buenos Aires, 2001
[13] Calvo Hernando, Manuel: Ciencia y Periodismo. Centro de Estudios para el Fomento de la Investigación. CEFI. Barcelona, España.. 1999.
[14] Periodismo Educativo y Científico. CIMPEC.OEA.1976


Diana Cazaux

Licenciada en Ciencias de la Información y Opinión, Universidad del Museo Social Argentino. Postgrado de Profesora Universitaria, Universidad de Morón. Doctoranda en Comunicación, Universidad Austral. Ex-becaria OEA/CIESPAL (Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina).Directora Diplomatura en Divulgación Científica de la Universidad de Morón. Investigadora Principal, Consejera Académica  y Profesora Titular en la Facultad de Informática, Ciencias de la Comunicación y Técnicas Especiales de la Universidad de Morón. Directora de tesis de maestría Facultad de Comunicación Universidad Austral.  Presidente de la Asociación Iberoamericana de Periodismo Científico y de la Asociación Argentina de Periodismo Científico. Conferencista internacional en reuniones de la especialidad. Investigadora, divulgadora y periodista científica. Editora para la Argentina de Scientific American Latinoamericana. Redactora de la Galería de Científicos del portal Universia Argentina. Jurado Premio ADEPA (Asociación de Editores Periodísticos) especialización Periodismo Científico.

 

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