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YucatÁn Peninsular: ESTAMPAS DE TRES JORNADAS

 

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Por: Gastón T. Melo Medina
Número 68

Inicié el viaje algo cansado de mis desplazamientos inter e intra continentales de las dos semanas anteriores, Paris, México, Punta del Este, Buenos Aires y ahora Yucatán.. Lo asumí sin grandes expectativas, cumpliendo el compromiso con Alberto, varias veces pospuesto y bajo el yugo de haber sugerido retrasar una semana la peregrinación acordada para visitar una propiedad familiar, en relativo abandono y la zona sur del Estado , dos meses antes. Con la aceptación de mi anfitrión, no me quedó alternativa.

Asumido el compromiso, decidí no correr ansioso y precipitarme para hacer el viaje por sólo el fin de semana. La distancia de mas de 1500 kilómetros o las dos horas de avión, me parecieron desproporcionadas al esfuerzo, así que me tome tres días completos y les robe a otros dos, las horas del vuelo, desde y a, la Ciudad de México, que deje a las 5 de la tarde del jueves 19 de marzo.

Alberto y Fernando otro divertido y simpático pariente, puntuales, me recogieron en el Aeropuerto. La jornada peninsular dio comienzo con el tradicional recorrido por la avenida Aviación, donde con facilidad reconozco algunos edificios; la embotelladora, el hospital de henequeneros donde falleciera mi bisabuelo Tatán, el parque zoológico, los Flamboyanes… Continuamos, como siempre en mis llegadas a Mérida, con el itinerario que lleva a todas partes, el paseo Colón y luego Montejo. Tengo muchos recuerdos de la esquina Colón y Aviación. Suelo aprovechar la ocasión de cualquier recorrido por la zona para hacer mi puesta al día en materia de historia y escudriñar los menores cambios en ese cruce; particularmente en aquella que fue magnífica propiedad de don Cuco García y Doña Dolores Bolio, hermana de mi abuela.

Varias; muchas veces, llegué a aquella residencia que percibo aún palaciega, con su rotonda de recepción donde elegante circulaba el Mercedes Benz, uno de los últimos modelos que al final de los 50, había podido entrar al país. La recepción, flanqueada por el despacho de Tío Cuco y el costurero de tía Lolita; una acogedora y fresca terraza entre ambos remataba la escaleras de honor con su doble acceso, amplia y bien proporcionada que no escatima espacio a esta edificación de vocación austriaca e interpretación porfiriana. En la intersección, las cuatro esquinas, todas, han cambiado mucho y tristemente. Al otro extremo de la rotonda que evita un cruce drástico y que en otros tiempos hizo señorial éste último bastión de la zona residencial meridana, existía, una fábrica de galletas, la Dondé, que hoy también ha desaparecido o cási, para favorecer una conexión al periférico de la ciudad.

Convertida primero en restaurante, la residencia parece haber encontrado su vocación, albergando finalmente una escuela secundaria. No evité el comentario de mis memorias a los compañeros de viaje, quienes seguramente hoy no lo recuerdan. Lo hice, más para refrescarme hechos, que para marcarles un punto que pudo parecer untuoso.

Ya circulando por Colón, pasamos frente al parque Centenario que esta a dos calles de la que traigo a la memoria como, blanca, amplia, de un solo piso, con altos muros frescos y lindos jardines, casa de José María Medina Ayora; Don Chapa, hermano de mi abuelo. De esa mansión de pisos blancos bien lustrados, amplios corredores y buena cocina, a la que fui convidado incontables veces, recuerdo también la mata de tamarindo, la piscina generosa, algunas veces enmohecida y a media carga, la sala de baño con viejo y lustroso mobiliario de grandes dimensiones y doble puerta de persianas venecianas, que comunicaba, tanto al pasillo interior y principal, como al corredor circundante ampliado en dos terrazas al frente y en la parte posterior, frente al estanque.

Esta casa me evoca olfacciones de perfumes meridanos en que se mezclan mis primeros rubores adolescentes con el vapor de la sala de baño, el agua clorada para limpiar los pisos, y el gusto por una cocina paradogicamente fresca, sabor de salpicón de venado y frijol negro. Recuerdo haberme quedado a dormir en alguna ocasión en esa casona. Allí en mi primer viaje a Mérida al final de los 50, escuché un domingo, la radio, con una devoción que núnca le he tenido a la televsión. Traigo a la memoria también el perfume tibio de la hamaca de hilo fino, en que dormía sus apacibles siestas Don Chapa, la voz singular de Ana Leticia, su mujer, mi madrina de bautizo y la cocina de la eterna gentil y autoritaria Bety, la mestiza ama de llaves..

Mas adelante, pasada la casa del tío, Carlos “Chalín” Azarcolla, y la esquina de los cuatro ladrones (por azar? Flanqueada de las residencias de tres o cuatro gobernadores de Yucatán), el cruce de Colón y Montejo se adorna de varios palacios residenciales, uno de ellos me es especialmente familiar; el Club Bancario, donde ricos Meridanos acudían para jugar a las cartas o darse un baño de vapor, allí en alguno de sus salones exteriores visité, a veces con mis padres y a en ocasiones con tía Lolita al Tío Cuco, quien presidió, si la memoria me es fiel, el desaparecido ya, o fusionado, Banco del Sureste.

Sobre Montejo, igual que el Bancario, convertido en anexo de un enorme hotel, buena parte de las añosas mansiones han sido ocupadas y transformadas por instituciones financieras, compañías de seguros, agencias automotrices o restaurantes. La nueva realidad es muestra clara de la pérdida del sentido comunitario y provincial de la ciudad; señalado por la falta de acuerdo y convenciones arquitectónicas y la vocación de funcionalidad y orientación mercado-lógica. Lo mismo ocurre en buena parte del país, cierto, sólo que aquí lo percibo con mayor intensidad porque conocí, aunque en curso de su decadencia, por narraciones de Mama-grande (mi abuela materna) algunas historias de personajes de estas casas.

Cenamos esa primera y en este viaje última noche meridana, en un restaurante sin demasiada gracia y sin gran cocina; a nosotros tres se unieron quienes habrían de ser nuestros anfitriones esa noche, el primo David y su esposa Lourdes. Es singular y hasta calificable de siniestra la historia de David, único sobreviviente de una familia de cinco miembros; Luis Felipe, (tatancito), hermano menor de mi Abuelo Alberto, Ada Ruth, su esposa, Coco, Polletín y David. Cuatro fallecimientos en un lapso de pocos años. Accidentes carreteros, infartos.

David quedó en custodia con la hermana de Ada; Marlene, en el D.F., al parecer su tía, le hizo a David una vida particularmente difícil que sería objeto de otra narración.

David y Lourdes dejaron hace unos años la Ciudad de México, montaron una pequeña fábrica de materiales de construcción y viven bien en el fraccionamiento la Ceiba, donde se construyeron una linda casa, en las afueras de Mérida, rumbo a puerto Progreso. Después de la mediocre cena, salimos rumbo a su casa donde prolongamos la conversación. De las pocas cosas que David conserva en herencia, me señaló una tela que rescató de la que había sido su casa antes de las tragedias y que, gracias a la intervención de otro pariente, tío Chato, hermano también de mi abuelo Alberto, pudo serle restituido.

La pintura, de mediana factura “las orquídeas”, presenta estas flores que en cierto abandono natural, penden, apenas sostenidas por sus ramas, sobre una fuente de agua, una laguna quizá. En el segundo plano, del lado izquierdo, se observa un viejo árbol vencido y algunas lianas tropicales, de las que caen hierbas largas, heno tal vez , la hierba es tenuemente mecida por una tibia brisa, seguramente de tropico. La luz es de noche con luna. Lo miré con detenimiento y tracé, porque es evidente, una liga entre la obra y la vida de David. Unas cuantas flores en la noche, un referente oscuro…

Tarde nos venció el sueño y dormimos en los cuartos de huéspedes, cerca de las tres de la mañana, después de recorrer en conversaciones nuestras historias pasadas y nuestros gustos y afanes presentes. Hablamos -entre otras cosas de su trayectoria de vida-, de su infancia feliz con una imagen idealizada de mamá, de su adolescencia atroz. La noche nos reservó un cielo despejado y antes de subir a descansar, tendido en un camastro junto a la piscina observé constelaciones miré estrellas fugaces y pensé destinos...

La dieta Yucateca..

Salimos temprano de casa de David, en día viernes 20 de marzo. La noche anterior había sido de mediocre ingesta y esta mañana queríamos regalarnos un banquete de suculencias de la región, de esas para las que nuestras tripas guardan siempre vigente memoria.

Cerca así, del bancario, pero no sobre Montejo sino en un calle numerada, que corre también de esa rotonda, en tangencial a Colón, cerca del Impala (donde mi mamá me refiere haber pasado algunas tardes conviviendo con sus amigas adolescentes) se apuesta un establecimiento de restauración con mesas de metal en una terraza sencilla donde alcanzamos aún, reconfortados, el beneficio de exquisitas tortas (francés le llaman en estas tierras) de lechón con chicharra (piel dorada) untadas de ardiente chile habanero y devoradas con la ayuda de una buena horchata. Es Mérida el único lugar donde consumo esta bebida que me parece el complemento perfecto para mitigar los estragos de la grasa y el picor. Pecamos de gula y nos dejamos además, seducir por un par de tacos de cochinita. El gusto de este lechón meridano solo lo comparo con el de el puerco en las fiestas de octubre en Colonia o el del Atelier de Joel Robuchon, en la Rue du bac, en Paris.

Hacia las 10 de la mañana salimos con nuestras satisfechas panzas para la única visita que haríamos a la parentela; el Tío Alberto, hermano de Alberto, mi compañero de viaje, ambos hijos, sí, de Alberto, el hijo mayor de José María Medina (Don Tatán), mi bisabuelo y padrino de bautizo.

La casa de Don Beto, se convertiría en referente durante nuestro viaje, y es que el “color casatiobeto” nos apareció en repetidas ocasiones con su estridencia y con su brillo artificial, acuoso, como de estanque lamoso en bosque tropical. Hace 30 años que la casa esta pintada de ese color que es mi faro para su localización en la antigua carretera a Motul en la calle 17 de Itzimná.

Nos recibió, siempre cariñosa, Tía Elma Abhimeri, con su cabello cano sin tintar, su ya pronunciada joroba y su sonrisa que difícilmente permite adivinar si traduce burla o alegría, sorna o resignación, orgullo o sumisión. Preparaba el almuerzo cuando llegamos y estoy convencido que nos habría invitado, de no ser por el relato de la opulenta comida que habíamos empacado rato antes. Platicamos una hora con Tío Beto, las tediosas diálisis que le amoratan los brazos, un poco de sus hijos. Le sentí cansado y abandonado, cómodo sin embargo, como si no esperara sorpresas ya de la vida. Me comunicó con su mayor, Alberto también, quien vive en Ciudad del Carmen, Campeche, haciendo lo suyo de Ingeniero, profesión que ostenta con orgullo en su calidad de único universitario de una fratría de siete. Quedó Beto, en visitarnos pronto en Paris. Mientras hablaba al teléfono, llegó, Elmita, la mayor de las hijas de los Medina Abhimeri, intercambiamos con ella unas cuantas frases, sin gran entusiasmo y es que no es el entusiasmo la característica principal de su reposado espíritu. Me enteré en la conversación que iría con su familia a pasar un año en Ginebra, alguna historia relacionada con una certificación para operar aeropuertos que Héctor, su marido requiere obtener. Nos despedimos prestos y hacia las once y treinta nos encontrábamos ya en el periférico meridano rumbo al sitio arqueológico de Mayapán.

Bendición Maya (presencia de Hunab-Ku)*

Igual que el resto del territorio nacional, la península de Yucatán está siendo vigilada. Se percibe en estos tiempos de guerra al crimen organizado, la inversión en seguridad. Rebasamos una Pick-up de la policía estatal, unos 15 kilómetros antes del sitio arqueológico que se ubica a unos 600 metros de la carretera. El sol es de plomo a las 12 del día en esta primavera yucatanense y así lo sentimos sobre nuestras cabezas descubiertas (Cuánta falta hizo mi sombrero de Bekal, ligero y fresco, tejido de palma de Jipi a cuatro hilos que me mandé hacer hace varios años por un tejedor en cueva, de esa población fronteriza entre Yucatán y Campeche).

En la caseta de entrada frente a la taquilla una de las vigilantes del sitio tenía partido un provocador mango verde, del que no pude resistirme a tomar un pedacito, que añadí de sal gruesa. En ese momento llegó al sitio la pick-up con los policías y sentí que nos observaron con curiosidad en nuestra calidad de adultos cincuentones en “rara” visita turístico-arqueológica.

Los pantalones cortos de mis amigos, y mi vestimenta “wanabe Indiana” avalaron nuestra condición de turistas y despejaron sus dudas respecto de nuestras posibles ligas con el Narco. Partieron, imperceptibles, mientras realizábamos nuestro recorrido . La condición “seul au monde” cambia absolutamente la perspectiva del visitante a este sitio en que la piedra caliza de los edificios marca sólo las formas de los templos pintados en otros tiempos.

La reminiscencia de un fresco describiendo algunas especies marinas y la vestimenta de un guerrero, testimonia el uso del color y la factura sofisticada del post-clásico maya… En uno de los edificios principales, mirando su frente principal, puede percibirse en el remate bajo de la escalinata, dos enormes cabezas de Jaguar. En alguna otra construcción se perciben nichos, hoy sin las deidades que en otro tiempo fungían seguramente como custodios del sitio sagrado. Pasamos allí unos 40 minutos en un recorrido menos veloz que libre y partimos con un sentimiento de ablución iniciática.

La cultura maya me llena de un inevitable orgullo. Un porcentaje de mis genes son mayas y su presencia aunque poco revelada en mi fisionomía, basta para asumirme en esta identidad étnica a la vez cercana e impenetrable.

Desde mi visita a la zona río-bek hace unos tres años, cerca de Chetumal; la mas reciente, hace unos pocos meses a las ciudades del clásico; Toniná, Palenque, Yaxchilán, Bonampak y esta ocasión, con los sitios de Mayapán y Tulúm, me hacen completar una visión, superficial cierto, pero de algún modo de conjunto también, de la zona maya.

Las Estelas que ví en Salvador y la expectativa de un viaje a Copán y Tikal, serán mi pasaporte a una inducción mas profunda a este mundo cultural que refiere Adolfo Castañón, como las Hélades americanas. Durante el viaje, en algún documento leí que la inversión para la investigación de la lengua arquitectura y cultura maya, mas allá de la excavación de ciertos sitios es infinitamente menor a la inversión hecha para estudiar por ejemplo la cultura egipcia. Si bien esta idea me parece de toda lógica, es decir que la entiendo en su contextualidad, me colma de curiosidad y mueve a compromiso, hacer algo, para mejor comprender lo maya. Al mismo tiempo por un conjunto de motivos que no expondré aquí, tengo la intuición, que pronto habrá una explosión de conocimiento en torno a este mundo que revela poco a poco sus secretos y no deja de asombrar.

Viaje en Truck

Entre risas y sarcasmos juguetones, que mucha falta me hacían, disfrutando poblaciones y caminos, nuestro trayecto siguió unos setenta kilómetros hasta un poblado llamado Cusamá, donde Alberto continuó su operación “seducción” haciéndonos visitar la zona de los tres Cenotes.

Debidamente cambiados a nuestros bañadores, caminamos unos cuantos metros hasta el parqueo de unos carritos mal alineados y de gastada pintura, casi de juguete, pequeños vagones con dos bancos cada uno, sus conductores aguardan al turista para guiarle por una vía angosta, en otro tiempo utilizada para extraer dese los almacenes de empaque donde traído de las desfibradoras se reunía el “oro verde”, el en otro tiempo apreciadísimo henequén.

Montamos en uno de estos “Trucks” conducidos por Jacinto y jalados por una mula que trotó entrenada y sabia, para evitar tropiezos, a un lado de la angosta vía. Nos internamos en el “monte”. El camino no es corto, unos 7 kilómetros, quizá más… Nos detuvimos en el primer Cenote y bajamos del facilmente entrañable transporte; para nadar un rato en esas aguas cristalinas y frescas que evocan sacrificios y ofrendas de otros tiempos.

Una convención obliga a los que vuelven a la población para bajarse del trasporte y desviarlo para que quienes van, continúen su camino, esto nos ocurrió en sentido a favor en nuestra ida y en contra, a la vuelta. El juego nos divirtió y en cierto sentido nos sirvió pues -gracias a nuestro descenso del vagón, cuando volvíamos del segundo cenote ya rumbo a la población, tras haber nadado ya también en el tercero, al que para bañarnos, tuvimos que descender una escalera vertical, de unos 15 metros-, pude recuperar mis lentes que involuntaria y resignadamente “sacrifiqué” al haberme sumergido, sin pensar en mi vista cansada y asistida por los enormes armazones imitación carey que había tenido la precaución de depositar en el terraplén, antes de ingresar al tercer cenote, acción que descuidé en el segundo.

Afortunadamente, al enfrentar a quienes se dirigían aún a la segunda fosa, Jacinto percibió que venía allí, un muchacho joven cuya fama de buceador se reconocía por los vecinos y colegas. La promesa de una recompensa hizo que los recuperara y que unos días mas tarde vuelto Alberto al DF, después de una semana, pudiera de nuevo portarlos. Quizá los jerarcas de tiempos pasados procedían de la misma forma para recuperar los tesoros con que solían sacrificar guerreros y doncellas…

Nuestras abluciones nos legaron un ánimo nuevo y fresco. Los Cenotes son bellísimos y cada uno evoca historias singulares. No es difícil imaginar los usos rituales de estos ríos subterráneos que amueblan más de inspiraciones litúrgicas y hasta eróticas los espíritus, que decoran con su discreción el paisaje.

Al volver a la población, en un estanquillo recordamos nuestra condición globalizada y es que, los distribuidores de la Pepsi, nos hablaron de su nueva campaña de producto energizante y nos presentaron su logotipo trans-moderno. Allí, mismo, unas tejedoras de finas hamacas nos mostraron sin intención de venta, su trabajo. Una comanda desde Oaxaca las mantenía entretenidas y ocupadas por varias semanas. Acordamos que les compraría el hilo de crochet en 16 madejas, necesario para tejerme uno de éstos singulares, tálamo-capullos, “Confortcasatiochapa”.

Hambrientos así y energizados, nos dirigimos al sitio previsto para merendar, al que debíamos llegar antes de las siete de la tarde para poder ser servidos. Llegamos al acogedor y fresco restaurante, El Príncipe Totol Xiú, de Maní, ciudad célebre por haber sido bastión muy principal en la mas reciente Guerra de Castas, bien referida por cierto en la novela de Hernán Lara Zavala “Península- Península”. Disfrutamos, siguiendo el protocolo regional, una deliciosa sopa de lima, entremés de salbutes y panuchos, antes de nuestros tres platos principales. Pavito en relleno Negro, Queso relleno y Poc Chuk, especialidad por cierto, del lugar. Me abstengo aquí de cantar las odas de cada platillo, no sea que lectora o lector no haya aún ingerido sus alimentos y sufra los estragos del deseo lo cuál es explicable porque ese que llama Castañón, el Crater Gastronómico Maya, no abre lugar a menos…

Tierras Ancestrales

La jornada había sido larga, llena quizá menos de de novedades, que de aprendizajes y vivencias. Después así, de nuestra ingesta ritual y loada, decidimos continuar el viaje para dormir en Ticul, la tierra del bisabuelo, donde más de la mitad de la población habla la Maya. Llegamos sin dificultad después de recorrer ya anochecido los veinte kilómetros que distan entre Mani y esta población hecha famosa en tiempos recientes por el abuso en la explotación de la cantera del lugar, cuyo color naranja hizo moda con los arquitectos de finales del siglo XX en México, que obvian aún su origen pétreo para nombrarla solo por su proveniencia, como si dijeran Carrara, dicen hoy.. “Es Ticul”….

Ticul es una ciudad pequeña, unos 25 mil habitantes. Llama la atención la presencia femenina y motorizada, Las jóvenes de Ticul circulan desenfadadas en sus vehículos, la mayoría usan casco y por la actitud; seguras y retadoras, denotan su matriarcado. Quizá entre los varones haya muchos migrantes a la ciudad de Mérida, México, a Tabasco o incluso a los Estados Unidos.

Encontramos con relativa facilidad un hotel, por cierto nuevo y revelador de la clara prosperidad de la plaza y la región. La Iglesia principal es del siglo XVI y se vive con buen mantenimiento. Pintada de ocre, sus amplias puertas laterales ofrecen al devoto, una frescura singular y hacen seguramente de las ceremonias religiosas algo mas soportable.

Si bien esa noche caí aniquilado por mis aventuras de nadador inexperto, las ingestas desmedidas en el restaurante, y el un par de buenos tequilas bebidos en complemento; me levanté temprano y con ganas de recorrer Ticul. Alberto y Fernando habían guardado un resto de energías la noche anterior, salieron a caminar e hicieron las primeras indagaciones, de modo que a la mañana siguiente el recorrido fue asertivo.

Primero, la gran iglesia, donde nos fotografiamos sin recato. Conversamos en su jardín lateral con un amable ciclista, quien nos precisó la dirección del mercado donde acudimos a un reputado local para empacarnos la dosis matinal de panuchos de pavo. Cierto recato y la memoria de mis educadas tripas me orillaron a comprar un trozo de papaya cortado y dispuesto en una bolsita de plástico que busque comer antes de someterme nuevamente a la ritual y memorable degustación.

El mercado es pintoresco y aunque sin una arquitectura singular, no pasan desapercibidos sus productos, sus carnicerías donde puede encontrarse, si se es cliente y fue buena la temporada, el jabalí, el pavo de monte y el venado. Las especias, las frutas de la región, los nanches, las guayas, el manguito verde o maduro, el tamarindo, los achiotes las hierbas y remedios, los chiles, los recaudos. A la salida del mercado, compramos en remate, unas arepitas dulces que nos recetamos durante el día.

Caminamos hacia un preescolar que lleva el nombre del bis, en una esquina del centro de Ticul. En sus rejas esta escrita en grandes paneles multicolores; la Misión, la Visión, los Valores, en que esta escuela finca su actividad. En sus edificios y Jardines se observa el trabajo de manos cuidadosas y vocaciones didácticas. No sabemos cómo es que lleva el nombre de Don Tatán, pero la miramos desde la dignidad del continuo familiar.

Las construcciones modernas comienzan a ser abundantes. Un mega- supermercado esta por terminarse y habrá en poco tiempo de cambiar las formas del consumo. Los Abraham, comerciantes, sirio-libaneses establecidos en Yucatán hace menos de un siglo, se expanden con sus tiendas inmensas en esta zona del sur peninsular. Es en esta población donde en la casa de un recordado pariente, Esquivel Medina, se estableció el primer restaurante de la cadena Los Almendros, referencia hoy de las artes culinarias yucatanenses. Fotografiamos la placa que menciona al querido tío Hermílo, por cierto, neumólogo de mi hermana Irene, durante su niñez.

Deambulamos por un buen rato; busqué, en los rostros, alguna referencia a mis genes y encontré sonrisas. Salimos de Ticul por la ensanchada carretera que comunica a esta población con Chetumal. A lo largo de esta vía están algunas propiedades de la familia. La primera, el rancho Malafacha, de Tío Alejo Medina, Ingeniero convertido en ranchero feliz, después de muchos años de ejercicio exitoso de su profesión. El rancho tiene la fama de una buena ganadería y ricos pastizales. Pasamos a saludarle pero como nos refirió la hija de uno de los cuidadores, Se había “quitado” temprano y sin dejar referencia de su ubicación.

La Herencia

Continuamos, después de esperarle un corto tiempo, hacia la propiedad que mal testamentada legó a su descendencia mi abuelo Alberto; Dzuiché. El rancho se encuentra a unos 70 kilómetros de Ticul sobre la carretera Mérida Chetumal, a 20 kilómetros de Peto; última estación del ferrocarril, que comunicaba a la capital Yucateca con esta zona chiclera.

A la salida del pueblo, mal señalada, está la propiedad que fuera en otros tiempos mucho mas basta. Referida en las tertulias familiares, como el Tatanal-. A la entrada esta otra parcela llamada Santa Rosa, que fue el bastión de otros Medina. Menos casco de hacienda que enorme casona en que habita solitario hoy, el primo Alex Medina. Los viejos parientes habían sido promotores de la extensión de la vía de ferrocarril hasta estas tierras en que explotaron hasta los años 50 del siglo pasado la pasta de chicle y las maderas finas.

Reformas agrarias mediante, negociaciones sin fin, deslindes territoriales y otras acciones topográficas ubican hoy las trescientas hectáreas del rancho en los límites del Estado de Yucatán con Quintana Roo. La propiedad es jurisdicción ya de Este último, a seis kilómetros de, José María Morelos, que precisamente en esas fechas celebra su feria anual, a la que por cierto casi el pueblo entero de Dzuiché asiste. Parejeras, juegos, mecánicos, exposiciones, restaurantes y toda clase de artificios para atraer a la población de la zona, se ponen en ejercicio para animar la celebración anual.

La entrada a la propiedad que ya esta bautizada como La Medina, no está señalada sobre la carretera, un camino de tierra adivinado entre la selva justo a un kilómetro del pueblo, conduce hasta ella. Unos cientocincuenta metros separan la vía a Chetumal, de la puerta cerrada con un candado convencional. El camino es angosto e intuyo que en tiempo de lluvias debe hacerse de difícil tránsito. A trescientos metros en línea recta, esta la cabaña que con poco presupuesto ha construido Alberto. La idea es buena, una palapa cubre tanto la construcción como la terraza circundante. El espacio interior de unos sesenta metros cuadrados en piso y unos seis metros de altura, esta flanqueado por dos mezzaninnis que hacen las veces de recámaras y a las que se asciende por escaleras casi verticales. Ambas son de unos quince metros cuadrados. Una hamaca mal doblada se arruga junto a la pared de carrizo. Permanecimos unos 20 minutos y con la promesa de volver, nos dirigimos a buscar al cuidador del rancho y el homo da fiducia de Alberto, para que nos guiara a la laguna. Antes, sin embargo pasamos por el pueblo para visitar al palapero, cuya esposa e hija nos recibieron alegres. Al parecer la jovencita espera una ayuda para formarse en danzas tradicionales mayas y crear un cuerpo de baile.. Es joven, vive en condiciones difíciles y la expectativa la mantiene alerta y dispuesta.

La laguna de Chichankanab, esta a unos siete u ocho kilómetros del pueblo. Un camino sinuoso y poco cuidado nos separa y hace conscientes de la condición inexplorada del sitio. A la llegada a los terrenos cedidos por el ejido, en una negociación que queda por cimentar, nos alegra ver una construcción relativamente grande, que la carretera corta y separa de un muelle de unos treinta metros que se induce hasta la laguna, flanqueado por dos terrazas sencillas y coquetas. La gran palapa algo mas amplia que la del rancho y con mejor diseño, esta montada sobre pilotes de madera y de ese modo protegida de las crecidas temporales de la laguna. Los acabados son algo burdos pero el concepto es el correcto para la zona. La techumbre de guano cubre igualmente construcción y terraza. Nos pusimos el traje de baño, la calzonera, como la llaman en Yucatán y nadamos un buen rato en las apacibles, tibias y transparentes aguas de Chichankanab. Unos cuantos peces pequeños señalan la vitalidad del sitio. En el horizonte del otro lado de la laguna a unos mil quinientos metros, se perciben algunos montículos donde se esconden edificios ancestrales, a la vez conocidos e inexplorados. Al parecer viven en la laguna algunas especies de cocodrilos y seguramente venados, pavos de monte, armadillos, tejones, urones y jabalíes. Las especies de aves son variadas pero mi ignorancia me hace pasar por alto su clasificación.

Un par de trabajadores se ocupan de la construcción que esta aún sin terminar. Ya me habría de enterar que una de las razones de Alberto para la visita es precisamente, debí suponerlo, invitarnos a participar de los gastos de estas obras.

El terreno es de unas cinco hectáreas y la sugerencia es que se construyan cabañas para atraer un tipo de turismo vinculado a las sanaciones, la yoga, los temascales y otros rituales de vida alternativa. La mención al modelo Tajín que años antes desarrollamos es obligada y al tiempo tentadora.

Conversamos un rato acerca de los posibles proyectos de desarrollo, ante el entusiasmo de Alberto, el escepticismo de Fernando y mi ilusión de una vida que pudiera hacernos alternar entre Paris y estos paraísos.

Una hora y media de meditación, baño y visita de patrón a los obreros, nos mantuvo en el sitio. Al parecer hay sólo tres construcciones en torno a la laguna. Un balneario, conocido sólo de los lugareños, con poca infraestructura, un restaurante botanero y una cantina. Del otro lado de Chichankanab (pequeño mar) se encuentra la tercera construcción que no conocimos y cuya descripción me quito minutos de sueño. Al parecer se trata de un observatorio de murciélagos a la entrada de una gran cueva de cuya boca al ponerse el sol, penden boas que al azar devoran a los coleópteros. El espectáculo debe ser, perdóneseme el lugar común, dantesco. A Traverso di me si va nella cita dei dolenti,.. a Traverso di me si va nella cita dei dolore…

Comenzábamos a tener hambre, los panuchos ya estaban digeridos y la promesa, en casa del constructor de un pavito en relleno negro nos hizo levantar el vuelo. Desafortunadamente la invitación que fue sincera, estaba ya fuera de tiempo y a nuestra vuelta, el palapero ya había partido a Morelos, porque siendo la feria anual del pueblo, le atrajeron mas las parejeras que la expectativa efímera de nuestra visita a destiempo.

Dejamos al encargado en el rancho donde visitamos por cierto otra cabaña, de factura anterior, mas habitable, con su cocina y cerca del poso que hace unos años se construyó y que al parecer tiene buena capacidad. Avanzamos un rato por un camino que conduce a los montículos donde al parecer hay 16 edificios de factura Maya, pero la selva demasiado tupida, un sólo machete mal afilado y el hambre, constituyeron una ecuación de resultante clara, de modo que dejamos Dziuché para dirigirnos, hambrientos una vez mas, a Morelos.

La Universidad Intercultural Maya

A exactamente seis kilómetros de Dziuché y a 3 o 4 de Morelos se encuentra la Universidad Intercultural Maya. Alberto insistio en la visita a la que accedimos con mi consentimiento y sin las ganas de Fernando. Lo cierto es que valió y mucho la pena esta visita a la magnífica construcción, sólida, vestida de buenos materiales, excelente diseño.Después de estacionarnos; caminamos hasta los edificios que aunque a esta hora de 21 de marzo, en día de feria del pueblo, abandonados por el personal docente y los alumnos, ya funcionan y donde pese a la hora tardía, pasadas las 7 de la tarde, nos permitieron la libre circulación. Aprendí que se imparten tres formaciones; lengua y literatura maya, Turismo Alternativo e Ingeniería Agrónoma. Qué más puede pedirse? La obra a cargo del gobierno de Quintana Roo, parece realmente un gran proyecto de por venir para la zona que podrá satisfacer las necesidades del desarrollo turístico de la región, y que una vez completada la carretera de Tulúm a Campeche, hará una closión del universo maya, como no se había visto desde tiempos precolombinos. En las listas de estudiantes algunos nombre alemanes y franceses nos sorprendieron menos que motivaron a considerar este ejercicio como una de las pocas cosas de visión que hoy se hacen en el país.

Los materiales de la construcción son de lo mejor. El diseño de los edificios y los acabados que percibí en las puertas de maderas finas, sorprenden y legan un retrogusto de bien hechura que satisface y provoca. Bravo, Felix Gonzalez Canto.

En la feria de Morelos, pudimos ver la continuidad del proyecto universitario cuando un jovencito atento nos entregó unos brochures explicativos de la Zona de las Iglesias, que se inicia precisamente en Dziuché. Sucede que el ferrocarril que sólo llegó a Peto, en realidad venía siguiendo la ruta de los misioneros de los siglos de conquista. Esta zona es la frontera del mundo conocido y la puerta a la ignota en mucho, reserva de la biosfera de Xiankan. que se reencuentra sólo, desde la otra frontera, en Chiapas, por la zona de las lagunas llamadas de Montebello que visité hace unos 25 años y que me enamoraron por su belleza, quietud, transparencia y profundidad.

Cenotes, antiguas misiones, lagunas poco conocidas, fauna fantástica, flora extraordinaria, manjares de toda naturaleza, sitios arqueológicos, un sistema educativo lleno de posibilidades, Tout y est. Visitamos la feria y merendamos de nuevo una rica sopa de lima, los referidísimos panuchos, algunos platos regionales, un par de bebidas y estábamos ya listos para la cama, pero… la feria en Morelos había agotado los tres únicos hotelitos, de modo que no nos quedaba mas remedio que Peto, a 20 kilómetros hacia atrás. Con la promesa de hacer la ruta de las iglesias al día siguiente, hacia allá nos dirigimos.

Santa Rosa

Salimos de Morelos cerca de las 9 de la noche. Volvimos así sobre nuestra marcha y a la salida de Dziuché, percibimos una luz en el segundo piso de la casona de Santa Rosa. Seguramente el primo Alex Medina, estaba despierto. Decidimos consecuentemente y en mi caso con curiosidad familiar, hacerle una visita de cortesía. El personaje no nos defraudó. Franqueada la reja de bambú, apenas sostenida y una enramada desbordando sobre el que fuera jardín a la entrada de la mansión, alumbrados con la luz de nuestros celulares saludamos a ese hombrecillo jovial de cincuenta y tantos altos años de gestos finos que nos acogió, en boxers y con la camisa de un pijama puesto al revés.

La entrada de la casa está, imagino que como todo el resto de la propiedad, en verdaderas ruinas. En el salón principal desamueblado y de paredes que muestran tras la pintura gastada las yesería de base, están dispuestas, algunas sin gusto y otras, mal almacenadas, piezas de madera mal facturadas en esculturas simbólicas y mestizas que acusan su tardía y mediocremente llevada afición de tallador de las maderas finas de estas selvas.

Alex recuerda glorias de la familia que relata desde el pretexto de un libro editado en 1900 por la casa Loret de Mola, con ilustraciones y fotografías en que aparecen elegantes y aventureros parientes durante la construcción del ferrocarril Mérida- Peto. También refiere las dificultades de la familia para mantener la propiedad después de arduas batallas con el Banco Agrario. El pasaje siniestro por la prisión del primo Armando, su sobrino y protagonista principal del sonado caso Medina-Abraham, que dividió la opinión meridana y puso a la vista los intereses y componendas de los Abraham con ciertos sectores de la prensa yucateca.

Me refirió Alex, la anécdota de su paso como custodio de la embarcación de un amigo de mi padre, Diego de la Peña, en Cancún, un “Wách” que hizo fortuna al colocarse como pionero del turismo en la región. Con sencillez me narró, cómo, su prima María Teresa, mi mamá, había conversado largo tiempo con él, mientras mi padre cruzaba tragos con Diego. -Tú deberías ser desarrollador turístico y tener tus propias embarcaciones Alex, qué estas haciendo aquí de capitancillo, le habría preguntado.– Con gracia y sin segundos pensamientos me dijo; -Creo que lo escuchó Diego, porqué al día siguiente me despidió… Reí sin pudor.

Me habló de su hija metida en el teatro y buena amiga de Ofelia, nuestra prima, referencia en el medio intelectual y una de las actrices mejores y mas conocidas en México, tanto por la calidad de sus interpretaciones como por sus posiciones políticas.

Ofelia parece ser, por los relatos y fotografías que nos muestra Alex una de sus primas mas cercanas y con quien mantiene una relación cariñosa y de confianza a pesar del alejamiento. Al parece Ofelia pasa de cuando en vez a saludarle y hay entrambos un intercambio fluido.

Tomamos a falta de vasos limpios, un par de tragos de la botella de tequila que fiel nos acompañó durante el viaje y salimos rumbo a Peto hacia las 11 de la noche. Transitamos sin contratiempos los veinte kilómetros que distan entre Santa Rosa y Peto, para encontrar sin dificultades el hotelito que nos había sido recomendado por Armando. El encargado nos dijo que en efecto tenía habitaciones disponibles, en la recepción Alberto nos refirió alguna historia vinculada al propietario que al parecer vive ahora en los Estados Unidos, unas fotografías, señalan el paso por este lugar de la famosa Niurka, una actriz cubana que se dio a conocer por sus escándalos de vida íntima con un conocido productor de televisión. Niurka habría salido de Cuba para instalarse en Mérida y luego Cancún, donde trabajo para el canal de Don Andrés García, antes de emigrar ya con contrato a la Ciudad de México.

Seguimos al encargado por el hotelucho hasta el cuarto donde habríamos de pasar la noche, sin embargo al tirarme en la cama de colcha sintética y olor a desinfectante, me dí tan sonoro golpe en la cabeza que con la misma me levanté ante la risa y estupor de los amigos de viaje quienes aunque cansados retuvieron su gesto de hacer lo mismo. Una colchoneta separaba a penas de una pulgada la estructura de cemento que hacía las veces de box-spring, proporcionando un soporte que dudosamente nos proveería del necesario descanso.

Entre risas y consternación decidimos no tomar los cuartos. –Ya se lo dije a Don,,,, pero no hace caso… son varias ya las quejas, nos dijo y entendiendo nuestra razón, sin molestarse coimentó que si no encontrábamos otra cosa, los cuartos estarían aguardándonos.

Intentamos en otro hotelito vecino, pero allí las luces estaban apagadas y ante la perspectiva de volver a la cama de piedra, decidimos continuar el viaje hasta Carrillo Puerto ya cerca de la riviera maya, implicando así el abandono del proyecto de hacer la ruta de las iglesias al día siguiente.

Setenta kilómetros o más, nos separaban de Carrillo Puerto, estábamos cansados y habíamos tomado quizá tres tragos, de modo que aunque no conduje el trayecto, me obligué, para mantenerme despierto y hacer conversación con Alberto mientras conducía por la carretera casi recta que nos llevó sin tropiezos hasta esa ciudad sin personalidad. A la entrada de Carrillo, nos sorprendió la cantidad de autos estacionados a las dos y media de la mañana frente al Table localizado al pié de la carretera generosamente iluminado. Solo faltaba el letrero indicando el tautológico “Disfrute en Carrillo Puerto, de las mejores putas de la península”…

Encontramos el hotel que aunque no señalado en nuestro itinerario, nos pareció- Quizá porque en la condición del viaje son sentimos incapaces de cuestionar- limpio y adecuado. Dormimos profundamente y sin dificultad hasta la mañana siguiente, Domingo.

LA RIVIERA

Nada nos pareció digno de visitar en Carrillo Puerto, así que, después de desayunar en el hotel, -en mi caso, con culpa y cierta frugalidad y envidia, al observar los suculentos motuleños que se recetaban Alberto y Fernando-, de sacar un poco de dinero del cajero y desentumir las piernas, volvimos al auto para coger la carretera mas amplía y sin embargo en trabajos de ensanchamiento que nos condujo a Tulúm.

Aquel sitio arqueológico que había visitado varias veces, aunque la más reciente había sido hace no menos de 10 años, me sorprendió. Una ciudad se ha instalado a un lado de la carretera, comercios, avenidas, estaciones de gasolina y casas habitación sin gusto, componen el paisaje de esta nueva urbanización de la Riviera que se ha convertido en zona de visita obligada para el turista, punto de confluencia de las carreteras; Campeche-Tulúm, Mérida-Chetumal, Cancún-Chetumal y emblema del desarrollo turístico de la riviera maya.

Ríos de turistas de todas nacionalidades recorren el sitio donde persisten, aunque hoy vedadas a la libre natación, pequeñas caletillas que en tiempos mismos de la conquista los mayas solían usar para bañarse en rito y recreación. Recorrimos para recordar, el sitio al que penetramos por el arco maya sin prescindir de la obligada y millones de veces repetida fotografía. La piedra expuesta ya, sin su cobertura de arena, cal y pintura, revela lo desvencijado de las estructuras que ceden poco a poco perspectiva y muestran el deterioro irremediable (¿) de la mayor parte de edificios. Mas por el ejercicio de hacerlo que por el gusto del aprendizaje y la revelación recorrimos con cierta precipitación el sitio en el que habíamos pensado darnos una sambullida.

Menos de una hora mas tarde, repelidos por la dosis de turismo de masas, estábamos en el auto y camino a la laguna de …… dónde después de un pago nada simbólico obtuvimos aletas y visor. Sin mucho dudarlo nos precitamos en las azules, transparentes, quietas y algo contaminadas ya, aguas de este rincón del paraíso caribeño.

En los islotes artificiales y el las playas dragadas, algunas esculturas de bronce, pintadas de verde camuflage, modernas y evocadoras, armónicas con el paisaje, evocan, bañistas abandonadas al placer de recibir ritualmente el sol, mientras, siluetas otras, flanquean los asientos de estilizadas bancas.

Equipados nos sumergimos para descubrir mundos y disfrutas inusitados paisajes de ficción, peces, quizá no sorprendidos pero ciertamente molestados por los bañistas untados de cremas, bloqueadores y repelentes, miran con desden y custodian tesoros, danzando en círculos perfectos, en grupos incalculables de idéntica y absoluta maestría del movimiento.

Colores que únicamente pueden percibirse en estas profundidades. De pronto un jalón, algo violento de Fernando, me indica con gestos de buzo que subamos a la superficie. Allí, pisando un resbaloso montículo al que seguramente destruimos algo de biodiversidad y modificamos ecosistema, desmascarados y sonrientes comentamos la emoción de nuestros descubrimientos. -Cuando veamos algo tan sorprendente, comentémoslo- dijo imperativo el Gallego. Reímos mas y así, antes de sumergirnos de nuevo para continuar nuestra exploración de mundos observé a un reposado bañista, extranjero a quien me dirigí imprudente en inglés..

-Hi … y a la verle dispuesto a una circunstancial charla después de un par de frases fútiles, continué… This is fabulous., But don’t you feel really overwhelmed by culture in this peninsula, even if nature is magnificent?- lancé la elaborada frase sin reparar en mi atrevimiento y descuidando la comunicación con mis compañeros, para recibir un. -Moreover when you percive that all this is being Taking care off- Y allí si que comenzó nuestro circunstancial divorcio. Le dije, no sin agregar un blindado –rspectfully- que su frase me parecía algo colonialista, es ese taking care of , que esta destruyendo esta y otras culturas. Entendí que se refería al hecho que las cosas se mantenían en orden, a las estilizadas esculturas que adornan el sitio, a las reglas de operación. Yo me refería a la capa de aceite que percibí mientras buceaba, a la seguridad humanizada que sin garantía me hacía pensar que el desagradable encuentro con un predador, escualo, cherna u otro bicho mordelón sería difícil. Continué un menos intenso intercambio de cortesías y nos volvimos a hundir en el sueño alucinante del ejercicio de buceo.

Era fácil perderse de vista con tanta distracción, de modo que asumimos que le resto de la buceada sería en solitario y así lo hicimos durante la siguiente hora feliz.

Nos vestimos nuevamente tras dejar nuestros disfraces alquilados y partimos rumbo a Puerto Aventura.

Gallego Desarrollador

Después de unos minutos de carretera, llegamos a Puerto Aventuras donde después de anunciar a los guardias la dirección a que nos dirigíamos levantaron amables la “pluma” separando los mundos en un claro insider –outsider. Este pequeño Miami transpuesto en esta zona del caribe mexicano, funciona igual que su vecino norteamericano. Teníamos ganas de orinar y nos fue difícil encontrar un servicio que finalmente nos fue facilitado aunque con gestos poco acogedores, en un restaurante a esas horas vacío. La urbanización es de primera, edificios bien construidos y casas con toques de arquitectura paisajista, bordean una marina enorme donde en algunos de los mas lujos casos, se cuenta incluso con sleeps para yates de mediano calado.

El gallego, quien esta asociado con otro desarrollador construyó en este sitio uno 20 departamentos de los cuales quedan la mitad en venta. Las propiedades de Fernando, son de otra liga. Aunque sin movimiento desde hace meses, debido a la prudencia despertada en los inversionistas por la crisis, sus departamentos en venta son magníficos. El mantenimiento es cuidadoso; las propiedades están listas para ocuparse ya. Buenos espacios, buenos acabados, buena vista y buenos servicios en este key artificial de la Riviera Maya. Al presentarnos la propiedad, Fernando marcó su punto respecto del desarrollo del rancho, señalando que habiendo esta oferta con la calidad de servicios que estábamos viendo, sería difícil que pudiéramos posicionar y hacer rentable algo con menos calidad en una zona de menos servicios. Alberto no tomó bien los comentarios y sin pleito se percibió una distancia entrambos buenos amigos que duró sin escándalos, el resto del viaje. Retomamos el auto para continuar a Playa del Carmen, otro desarrollo enorme, menos privativo y más turístico.

Al parecer, los ejidatarios que vendieron sus terrenos para facilitar la urbanización de este sitio, se han instalado del otro lado de la carretera, donde una colonia sin gusto en su arquitectura y grandes avenidas se impregna de comercios, servicios, edificios chaparrones y casas, algunas grandes, de arquitecturas pretenciosas y sin gusto. Allí fuimos a almorzar con conocimiento de lugareños, en una de las casonas adaptada en restaurante donde disfrutamos especialidades aunque frescas, menos típicas.

Paseamos luego de almorzar por las una de las playas “sirenitas”, que encontramos ya en condición de fin de tarde lo que nos permitió un corto pero agradable paseo entre camastros y turistas poco resignados a dejar los últimos rayos de ese sol de primavera recién inaugurada que triste anunciaba también nuestra última jornada en la península yucateca. Ese espacio intimado por la cultura maya que llena la boca del mismo nombre en sus tres estados… Y U C A T A N…

CANCUN DE TITETE

Entramos a Cancún cerca de las siete de la tarde después de recorrer en la autopista de cada ves mejor infraestructura los cincuenta kilómetros que separan Playa, de esta artificial y reciente macrociudad de univoca vocación. Bastan unos cuantos meses para sorprenderse de su crecimiento inagotable, nuevos edificios que en la mezcla de estilos legan finalmente el barroco Cancún con que se identifica la plaza.

Seguimos las indicaciones de mi hermana Teresina y sin embargo pese a que varias veces he estado con ella en su casa, nos perdimos en el laberinto de las calles nuevas y populosas. La media hora perdida nos dio una visión y dimensionó la ciudad. Titete nos recibió sonriente y me alegró la perspectiva de pasar una noche en su casa y conversar con ella nuestras aventuras de los días anteriores. Fernando se precipitó a la computadora donde checo sus correos y puso a Tere, al tanto de sus propiedades, insistiendo en que le ayudara a colocarlas a cambio de la correspondiente comisión. La visita virtual a los departamentos fue así, obligada.

Tomamos todos, una corta ducha y salimos a cenar a la Zona Hotelera, por cierto ambientada por ruidosos spring- brakers. Cenamos espléndidamente en una linda mesa del Puerto Madero, este restaurante argentino tropicalizado, que es hoy la referencia para las buenas carnes tanto en Cancún como en Ciudad de México. Invitamos también a Ana Patricia, vieja amiga, casada con un holadés, que en 10 viajes a Cancún, no he tenido oportunidad de conocer. Ana vive desde hace más de veinte años en la riviera y ha sido buena amiga desde siempre. Es alegre, inteligente, jovial y movida para los negocios, de modo que quería con ambas platicar sobre lo visto en los tres días anteriores y motivarlas para que visitaran el rancho y la zona.

Ana Patricia conoce bien a las autoridades de gobierno y quería que Alberto la conociera, para efectos de trámites y contactos. Cenamos bien y volvimos cansados a su casa pasada la media noche: Dormimos pronto después de conversar un poco ya que al día siguiente, mi avión partiría temprano para hacerme iniciar en el D.F. una semana intensa de trabajo. Alberto volvería a Mérida y luego al Dziuché, una semana más, para ver los pendientes de sus construcciones en el rancho y la laguna y en el mejor de los casos (que lo fue) recuperar mis lentes involuntariamente ofrecidos a Hunab Ku, en el cenote. Fernando saldría mas tarde también a la capital de modo que para la mañana siguiente mientras madrugadora y solidaria mi hermanita me conducía al aeropuerto, sentí alejarse en efecto, pero instalarse también de modo indeleble en mi memoria y en mi vocación, las imágenes de ese mundo que provocó en tan cortos días, tantos sueños y deseos.

 

Relato terminado en Rocamadour, Francia, el 15 de abril de 2009.

 

* HUNAB-KU: Único Dios, vivo y Verdadero y era el mayor de los dioses de los de Yucatán, y no tenía figura porque decían que no podía figurarse...También se le conoce con el nombre de KOLOP U WICH K’IN, que sugiere una deidad de la lluvia, uno de los nombres con el cuál se le conoce a ITSAMNÁ, el Dios maya de la creación, Considerado el mas importante de todos. (diccionario Maya Cordemex)

 





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