Por Juan Carlos Zavala
Número
46
Después
de todo, nadie dijo que la vida iba a ser fácil.
Que tan sólo constara de llegar y tomarla,
como tomar un racimo de uvas y desprenderle una
a una los años. En realidad el tiempo
toma su camino desde que naces, desde ahí
te atrapa sin pedirte permiso y camina trazando
los días de tu vida, os guste o no.
La vida ha de
irse plagando de cosas, de vidas, de sueños,
de lugares. La vida va tomando un lugar en una
suave cadencia que a veces duerme y otras tantas
despierta.
Ahí habrá
amaneceres, noches, días lluviosos y ventiscas.
La tierra húmeda, prados, bosques, las
olas del mar rompiendo en las rocas y meciendo
la arena.
Un día,
que puede parecer cualquiera, podrá terminar
por ser el primero. El primero del resto de tu
vida. Un día llegará la muerte
o el amor. Un día llegará la lluvia
y va a ser algo más que lluvia, llegará
la lluvia y será romance o tristeza.
Un día
la vida puede teñirse de ideas que no
sean tuyas y habrás de cuidarte de no
caer el ellas.
¡Oh! Si
te abandonas en ese tiempo, si caes rendido a
esa realidad que sale al paso sin serlo. Habrás
firmado el contrato de tu vida y si un día
no osas romperlo con tus manos trazas un destino
en una vida que en realidad es libertad.
Nadie dice que
sea fácil, es tan sólo que es hermosa.
Pero hay veces que no parece. Que la luz se oculta
entre las nubes y luego esas nubes parecen rocas
grises. Que el viento se detiene y ya no mece
las hojas y el mar se aquieta, como su hubiese
perecido. Parece que todo se ha detenido y no
volverá a andar.
La quietud que
parece muerte sólo ha de ser prefacio
para la vida. La quietud permanece tal como una
mirada expectante de la vida.
Hasta que un
día vuelve la llovizna, el cielo grisáceo
acaricia las copas de los árboles y vuelve
mojando la tierra. Amanece, las aves vuelven
a cantar, la luz que se filtra entre las hojas
te toca. La luz descubre un camino en medio de
la desesperanza.
Porque la vida
está plagada de caminos, todos van al
mismo lugar y sin embargo, parecen muy distintos.
Caminos y caminantes son uno mismo, siempre son
lo mismo. Un día un caminante puede creer
en la vida independiente del camino y se aparta
receloso como si fuese el destino. Ve el camino,
lo cree con vida propia y lo niega para buscar
otro camino con una vida más cercana,
propia a la suya, más auténtica
y bella. Ahora ese caminante deja de serlo y
el camino que nada fue, sino ilusa promesa, sigue
sin serlo.
La vida y los
caminos se entremezclan y sólo es real
la vida cuando se siente el pie hundiéndose
en la tierra, cuando se tiene dirección
y sentido y se vive con el compromiso de seguir
el camino de la vida.
En la vida sólo
hay que cuidarse de quienes roban vida, quienes
juzgan caminos y niegan caminantes. Tan sólo
son mentiras. Es que la mentira entre los humanos
hay veces que se apodera de la vida. Pero nada
es, ni nada son. Cada vida es un camino donde
se debe conocer cada paso, el recorrido y el
fin de la marcha.
En ocasiones
los días de la vida se suceden como parpadeos
y como parpadeos las alegrías de la vida
van pasando. La plenitud sucede cuando ya no
hay parpadeos y la contemplación toma
a la vida como su lugar de residencia.
Diáfana
vida, incomprensible para quien no la ha vivido.
La vida no es
fácil; es compleja. La vida resulta de
lo que se hace de ella. De ahí nace su
riqueza. La vida es única, unicidad, inconfundible,
inalienable. La vida es plena, es la verdad manifiesta.
La vida es lo propio, como el respirar, como
la mirada, como el escuchar y la palabra. La
vida toca y acaricia los sentidos, la vida se
plasma entre las venas, entre las manos, en el
rostro, se dibuja en la mirada que toca el alma.
La vida da,
sólo da y no pide sino ser vivida. Ahí
está su valor y costo: en vivir.
La vida, ese
camino y caminar no es una vía trazada.
Es el trazo que se hace con los días,
con los minutos, con los años. Es ir,
partir, dejar el tiempo y andar, libre, caminar
como un ser que conoce hacia donde se dirige.
Un ser que sabe que su fin es la vida y entonces
la vive.
La vida se contiene,
es una gran esfera donde se hace a sí
misma, se hace perfecta porque perfecta es su
creación. La vida es perfecta en sus diferentes
tonalidades, sabores, gustos. La vida es una
multitud de colores que no dejan de ser uno color
cuando se sabe que sólo hay una vida,
después de todo.
Mtro.
Juan Carlos Zavala Olalde
Profesor de la Escuela Nacional
de Antropología e Historia, México,
D.F., México. |