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Agosto - Septiembre
2005

 

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Vida
 

Por Juan Carlos Zavala
Número 46

Después de todo, nadie dijo que la vida iba a ser fácil. Que tan sólo constara de llegar y tomarla, como tomar un racimo de uvas y desprenderle una a una los años. En realidad el tiempo toma su camino desde que naces, desde ahí te atrapa sin pedirte permiso y camina trazando los días de tu vida, os guste o no.

La vida ha de irse plagando de cosas, de vidas, de sueños, de lugares. La vida va tomando un lugar en una suave cadencia que a veces duerme y otras tantas despierta.

Ahí habrá amaneceres, noches, días lluviosos y ventiscas. La tierra húmeda, prados, bosques, las olas del mar rompiendo en las rocas y meciendo la arena.

Un día, que puede parecer cualquiera, podrá terminar por ser el primero. El primero del resto de tu vida. Un día llegará la muerte o el amor. Un día llegará la lluvia y va a ser algo más que lluvia, llegará la lluvia y será romance o tristeza.

Un día la vida puede teñirse de ideas que no sean tuyas y habrás de cuidarte de no caer el ellas.

¡Oh! Si te abandonas en ese tiempo, si caes rendido a esa realidad que sale al paso sin serlo. Habrás firmado el contrato de tu vida y si un día no osas romperlo con tus manos trazas un destino en una vida que en realidad es libertad.

Nadie dice que sea fácil, es tan sólo que es hermosa. Pero hay veces que no parece. Que la luz se oculta entre las nubes y luego esas nubes parecen rocas grises. Que el viento se detiene y ya no mece las hojas y el mar se aquieta, como su hubiese perecido. Parece que todo se ha detenido y no volverá a andar.

La quietud que parece muerte sólo ha de ser prefacio para la vida. La quietud permanece tal como una mirada expectante de la vida.

Hasta que un día vuelve la llovizna, el cielo grisáceo acaricia las copas de los árboles y vuelve mojando la tierra. Amanece, las aves vuelven a cantar, la luz que se filtra entre las hojas te toca. La luz descubre un camino en medio de la desesperanza.

Porque la vida está plagada de caminos, todos van al mismo lugar y sin embargo, parecen muy distintos. Caminos y caminantes son uno mismo, siempre son lo mismo. Un día un caminante puede creer en la vida independiente del camino y se aparta receloso como si fuese el destino. Ve el camino, lo cree con vida propia y lo niega para buscar otro camino con una vida más cercana, propia a la suya, más auténtica y bella. Ahora ese caminante deja de serlo y el camino que nada fue, sino ilusa promesa, sigue sin serlo.

La vida y los caminos se entremezclan y sólo es real la vida cuando se siente el pie hundiéndose en la tierra, cuando se tiene dirección y sentido y se vive con el compromiso de seguir el camino de la vida.

En la vida sólo hay que cuidarse de quienes roban vida, quienes juzgan caminos y niegan caminantes. Tan sólo son mentiras. Es que la mentira entre los humanos hay veces que se apodera de la vida. Pero nada es, ni nada son. Cada vida es un camino donde se debe conocer cada paso, el recorrido y el fin de la marcha.

En ocasiones los días de la vida se suceden como parpadeos y como parpadeos las alegrías de la vida van pasando. La plenitud sucede cuando ya no hay parpadeos y la contemplación toma a la vida como su lugar de residencia.

Diáfana vida, incomprensible para quien no la ha vivido.

La vida no es fácil; es compleja. La vida resulta de lo que se hace de ella. De ahí nace su riqueza. La vida es única, unicidad, inconfundible, inalienable. La vida es plena, es la verdad manifiesta. La vida es lo propio, como el respirar, como la mirada, como el escuchar y la palabra. La vida toca y acaricia los sentidos, la vida se plasma entre las venas, entre las manos, en el rostro, se dibuja en la mirada que toca el alma.

La vida da, sólo da y no pide sino ser vivida. Ahí está su valor y costo: en vivir.

La vida, ese camino y caminar no es una vía trazada. Es el trazo que se hace con los días, con los minutos, con los años. Es ir, partir, dejar el tiempo y andar, libre, caminar como un ser que conoce hacia donde se dirige. Un ser que sabe que su fin es la vida y entonces la vive.

La vida se contiene, es una gran esfera donde se hace a sí misma, se hace perfecta porque perfecta es su creación. La vida es perfecta en sus diferentes tonalidades, sabores, gustos. La vida es una multitud de colores que no dejan de ser uno color cuando se sabe que sólo hay una vida, después de todo.


Mtro. Juan Carlos Zavala Olalde
Profesor de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, México, D.F., México.