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Por Graciela Martínez-Zalce
Número
46
¿Por
qué utilizar como ejemplo para la representación
de la frontera EU-Canadá dos productos
fílmicos estadounidenses? Pues precisamente
porque al ironizar sobre las representaciones
de ambos lados, subvierten la idea tradicional
de nacionalismo y reciclan los valores nacionales
para desmitificarlos.
El hoy celebérrimo
Michael Moore, gracias a su trabajo como documentalista
anti Bush, filmó a mediados de los noventa
el largometraje Canadian Bacon, y a
finales de esta misma década, los también
famosos –gracias a su serie televisiva--
Trey Parker y Matt Stone, produjeron South
Park: Bigger, Longer and Uncut, en un obvio
intertexto con la anterior1.
La condición
fronteriza, acentuada por la fuerza de la caída
del agua, aparece desde el inicio de Canadian
Bacon; en la secuencia de créditos, una
toma panorámica de las cataratas del Niágara,
frontera natural entre EU y Canadá, acompañada
de una pista musical irónica, “God
bless America, again/ you must know the trouble
that she is in”, donde el cantante afirma
que América es como una madre para él
y que no logra entender qué es lo que
anda mal con ella, nos sitúa en el espacio
donde se desarrollará la trama.
¿Qué es lo que desata el conflicto?
La pérdida de empleos, los cierres de
plantas de producción gracias a la firma
del TLCAN. En una de las escenas iniciales un
desempleado graffitea un espectacular donde se
lee Welcome to Niagara Falls, Home of Hacker
dynamics –la planta que cerró--;
en el retrato del dueño ha puesto un globo
de diálogo de cómic que reza: See
ya in Mexico, suckers!
¿Cómo
se transforma una situación tan lamentable
en una comedia? Convirtiendo la fábrica
en una planta de armamento cuya utilidad es nula
debido al fin de la guerra fría y aprovechando
la fascinación de los estadounidenses
por las armas2
como tema que subraya el absurdo: la fábrica
organiza una venta de liquidación donde
el mejor postor puede llevarse desde armas ligeras
hasta misiles en su cajuela.
South Park también sitúa
al espectador de inicio en el pueblo fronterizo,
“quiete, little, redneck, podunk, white
trash USA”, tranquilo, montañoso,
donde la nieve pura y blanca refleja tan sólo
la factura de sus niños perfectos, parecidos
a Jesús, de mente pura y abierta, niños
frágiles que pueden ser contaminados por
el mundo citadino, corrupto. Por tratarse de
dibujos animados planos, de entrada sabemos que
la interpretación de la realidad no tiene
aquí ninguna aspiración mimética.
South Park es una parodia de comedia
musical y, también, un homenaje a Canadian
Bacon.
Dos visiones
opuestas del límite son las que se utilizan
para contraponer la identidad estadounidense
a la canadiense en las películas. Las
dos explotan el estereotipo para subrayar su
crítica al belicismo como irracional y
como el peor rasgo de la sociedad y el gobierno
de los Estados Unidos. En el glosario de la tabla
de valores base de su encuesta, realizada tanto
a ciudadanos estadounidenses como a canadienses,
Michael Adams define el orgullo nacional de la
siguiente manera: “Defining one’s
identity through national pride and believing
that America should hold a strong position in
the world.” (ADAMS, 2003: 163) Esta definición
sirve de soporte a la idea de límite como
una línea defensiva para mantener la uniformidad
de los individuos que pertenecen a una comunidad
y que, por tanto, se identifican entre sí
diferenciándose de los otros, en este
caso, los canadienses.
El nudo del conflicto en Canadian Bacon
es, precisamente, el orgullo nacional que, como
es irracional y no tiene fundamento, permite
la manipulación de las masas. Los asesores
del presidente (Alan Alda) descubren que, a raíz
del fin de la guerra fría, su popularidad
decrece constante y fatalmente; lo amenazan constantemente
con el fantasma de la reelección. Las
guerras le dan a la autoridad un aura de poder
y, por tanto, el respeto de la gente. Se trata,
entonces, de conseguir un enemigo peligroso del
cual hay que defenderse.
El nudo del conflicto en South Park
es, también, el orgullo nacional, pero
en un sentido distinto: el que tiene que ver
con la uniformidad, con que existe una sola manera
correcta de pensar y actuar, lo cual convierte,
de inmediato, al otro en el enemigo.
El estereotipo sirve perfectamente para desarrollar,
con ironía, el absurdo que implica considerar
como una amenaza a cualquiera que nos parezca
diferente, más aún que en el imaginario
popular los canadienses y los estadounidenses
comparten tantas características similares
que los primeros podrían ser absorbidos
culturalmente por los segundos.
La acidez de
ambas comedias se basa, pues, en lo inverosímil
que resulta pensar en que Canadá pudiera
resultar una amenaza bélica para los Estados
Unidos. Y, a causa de lo anterior, la construcción
del enemigo como figura al mismo tiempo abstracta
y concreta es uno de los puntos de análisis
más interesantes en las dos películas.
En Canadian
Bacon, sabemos lo que los estadounidenses
piensan de los canadienses por medio de los diálogos
entre los personajes y por las situaciones que
se presentan. Todas las críticas radican
en la buena educación de los canadienses,
que le resulta molesta a los estadounidenses.
Varias escenas son emblemáticas en este
sentido: los dos sheriffs de Niágara van
a un juego de hockey del otro lado de la frontera
(por supuesto, el hockey, considerado el deporte
nacional canadiense, forma parte de la construcción
del estereotipo de su identidad) y se preguntan
si lo que hay en el centro de la bandera es una
hoja de marihuana, mientras se refieren al himno
como “esa canción” y en el
sonido local se escucha una recomendación
al público presente con que “se
prohíbe ensuciar e insultar”; cuando
los frustrados héroes americanos (John
Candy y Rhea Perlman) desembarcan, saben que
han cruzado la frontera porque está limpio
y su primera agresión contra el país,
su primera acción de guerra, es contaminar
vaciando bolsas de basura en una ribera; ni siquiera
en instalaciones de importancia fundamental hay
cerrojos en las puertas y los vigilantes siempre
se muestran azorados por la violencia de sus
visitantes extranjeros3.
Para los personajes,
que siempre han tenido prejuicios contra sus
vecinos, es muy fácil reaccionar ante
el embate de los medios. Moore reproduce la insistencia
de los noticieros en un tema y la paranoia que
logran producir de manera muy inteligente. “El
pueblo de EU se va a creer todo lo que le digamos”,
afirma el asesor del presidente frente al video
que se divulga a nivel nacional, en el noticiero
nocturno, el de mayor rating: primero hay que
difundir datos que parezcan amenazantes (Canadá
es la segunda potencia mundial; los canadienses
pueden cruzar la frontera, caminar entre los
estadounidenses y pasar desapercibidos); luego,
ensamblar un reportaje que logre producir simultáneamente
odio y temor (lo cual parece imposible dado que
“they are whiter than us”). Moore
crea una parodia de lo que es el periodismo contemporáneo:
Voz en
off: Canada, un país conocido por
su limpieza y buena educación, ha decidido,
con su mayoría socialista, construir
una concentración militar en la frontera
con EU/ Niña: no me gusta Canadá.
Hace demasiado frío./ Voz en off: Tiene
más propiedades en EU que ningún
otro país.
Con mayúsculas,
sobre una toma de una anónima multitud
que camina en una agitada avenida: LOS CANADIENSES,
CAMINAN ENTRE NOSOTROS, y luego, en un montaje
de fotografías (William Shatner, Michael
J. Fox, Mike Myers, Alex Trebek) y una lista
de nombres (Peter Jenings, Morley Safer, Leslie
Nielsen, Lorne Green, John Kenneth Galbraith,
Leonard Cohen, Mary Pickford, Paul Anka, Joni
Mitchell, Rick Moranis y k.d. Lang, entre otros).
Además
del refuerzo a través de talk-shows y
mesas redondas en donde políticos e intelectuales
elaboran un discurso defensivo en el que hablan
de las implicaciones de ser invadidos por Canadá:
rendir honores a una hoja de arce, ponerle mayones
a todo, vivir en invierno durante once meses
de año, escuchar todo el día a
Anne Murray. Y, como vivir en la frontera implica
convertirse en la primera línea de defensa,
las iniciativas ciudadanas no se hacen esperar
en forma de carteles (bombardeemos a Canadá)
y moños amarillos en los portales de las
casas; repartir armas gratis; destruir los señalamientos
de camino que señalan las rutas rumbo
a Canadá; impedir que se beba cerveza
Molson, todo ello en escenas cortas donde se
ve a los ciudadanos preparándose para
la guerra en planos generales, ciudadanos que
desean defenderse –sin saber que todo es
un mero simulacro– de los temibles canadienses,
porque verdaderamente sienten sus vidas amenazadas.
En South
Park el cine, medio de aprendizaje para
niños cuyos padres no tienen tiempo de
atenderlos, es el vehículo de la perversión.
Terrance y Philip, a su vez reflejo y parodia
de los propios personajes de la serie animada
en que se inspira la película, con boca
de albañal, son héroes discutibles
que van en contra del ideal del comportamiento
infantil. Aquí también la influencia
del cine en los espectadores es capaz de modificar
conductas e inducir al mal. Por ser un texto
paródico, South Park le da la
vuelta a los estereotipos: se supone que la cultura
estadounidense sería la que terminaría,
con la fuerza incontenible de su difusión,
por anular la identidad canadiense; sin embargo,
aquí la niñez estadounidense es
dañada por el ramplón sentido del
humor canadiense: escatológico y lleno
de “malas palabras”, debido a las
cuales, según el sentido común
de las asociaciones de padres de familia, uno
se vería destinado a compartir el infierno
con Hitler, Gandhi, George Burns y Saddam Hussein
(el amante del diablo, quien resulta ser un personaje
feminizado, romántico soñador solitario,
exilado por ser fiel a sus creencias, curioso
por la vida del mundo y esclavizado sexualmente
por Saddam, que hasta en la cama es un tirano).
En el infierno, por supuesto, también
hay noticieros nocturnos.
Sin embargo,
aquí no es el gobierno, sino la autoridad
familiar, la que inicia el conflicto. Además
señala que los valores estadounidenses
han involucionado al grado de creer que sólo
el modelo tradicional de familia es válido4.
Así, las madres se convierten en vigilantes
de la moral comunitaria, promoviendo la defensa
de la inocencia infantil a costa de la muerte
de soldados y ciudadanos. “Matemos a esos
malditos australianos.” “Estamos
matando canadienses.” “Australianos,
canadienses, ¿cuál es la diferencia?”
La ironía
radica en una paradoja: las madres que defienden
la decencia no tienen ninguna reserva en torturar
a sus hijos para limpiarles el léxico,
tampoco están contra la pena de muerte
de actores cuya única culpa es la escatología,
ni contra el absurdo de la guerra, siempre y
cuando puedan limitar la libertad de expresión
y demostrar que están en lo correcto,
que son las poseedoras de la verdad.
Parodizando
la parodia, homenajeando a su predecesora (la
de la otra guerra canadiense), South Park
se burla de sí misma por la horrible
y elemental animación, y por basarse,
a su vez, en un humor escatológico en
sus situaciones y lenguaje.
El clímax,
aquí, llega con una declaración
de guerra cantada, en la cual también
se construye al enemigo, de manera inteligente,
pero mucho más directa que en la película
de Moore, pues la letra de la canción
está formada por todos los estereotipos
que los estadounidenses achacan a los canadienses:
Times have
changed, our kids are getting worst, they won’t
obey their parents, they just want to fart and
curse.../ Should we blame the government? Or
blame society? Or should we blame the images
on TV?/ No, blame Canada!/ Blame Canada with
all their beady little eyes and flappin’
heads so full of lies/ Blame Canada, blame Canada/
We need to form a full assault, it’s Canada’s
fault/ …/ Well, blame Canada, blame Canada,
it seems that everything’s gone wrong
since Canada came along/ Blame Canada, blame
Canada, they’re not even a real country
anyway […]/ Blame Canada, blame Canada,/
with all their hockey hullabaloo and that bitch
Anne Murray too/ Blame Canada, blame Canada,/
the smut and trash we must bash, the laughs
and fun must be undone,/ we must lament and
cause a fuss, before somebody thinks of blaming
us [...]
¿Por
qué invadir al vecino? La frontera debe
cruzarse para salvar a los canadienses, salvarlos,
por supuesto, de sí mismos. Un país
que ha eliminado el concurso nacional rumbo a
“Miss Universo” es una amenaza; esas
actitudes pueden ser contagiosas.
Entonces, ¿para
qué sirven las líneas fronterizas?
Según las irónicas versiones de
Moore y Parker, para defenderse de los embates
de los izquierdistas, de los que creen en la
libertad de expresión, de los que piensan
distinto. La incorrección política
es el vehículo para la ironía.
Y burlarse de la identidad canadiense es el medio
para magnificar los defectos de la idea de perfección
que la sociedad estadounidense tiene de sí
misma.
The American
government thinks he has the right to police
the world; your government will kill two Canadians,
an action condemned by the UN; home of the free,
indeed. This is about freedom of speech, about
censorship –dice el embajador canadiense
ante las Naciones Unidas en South Park.
Si tomamos
en cuenta que estos dos productos culturales
fueron creados y difundidos antes de los ataques
terroristas del 11 de septiembre, que engendraron
al “eje del mal” como parte central
del discurso presidencial estadounidense, resulta
sorprendente que dicho “eje del mal”
pueda aplicarse a la lectura irónica que
Moore y Parker hacen de la identidad nacional
de su país frente a la de su pacifista
vecino. “Ahora usted está a cargo
del mundo, no sea un mal ganador”, dice
el premier ruso engullendo pollo Kentucky al
presidente de Estados Unidos. “¿De
dónde saco un enemigo?”, se pregunta
el líder del mundo libre, cuyo deber es
guiar a una sociedad que, aparentemente, no sabe
cómo vivir sin enemigos visibles, cómo
dirigir a una nación que sólo se
siente poderosa cuando tiene alguien a quien
confrontar. Es cierto; incrustada en la vida
cotidiana, la cultura popular ayuda a comprender
cómo se percibe una nación; estos
dos filmes son un excelente ejemplo que lo prueba.
Moore, en su secuencia final de créditos
termina con la afirmación de que “No
Canadians were harmed during this production”.
Pero resulta imposible dejar de preguntarse cuántos
estadounidenses no habrán sentido que
ellos sí lo fueron.
Notas:
*
La autora desea agradecer al programa PAPIIT
de la UNAM por su apoyo económico al proyecto
colectivo del cual ella es corresponsable.
1
Sinopsis de Canadian Bacon: A raíz
de la pérdida de popularidad del presidente
de Estados Unidos, sus asesores deciden iniciar
una guerra con Canadá. El sheriff de Niágara,
para demostrar su patriotismo, decide invadir
el país vecino e interrumpir la amenaza
nuclear que, según ellos, está
instalada en la torre CN. Al final, la guerra
no estalla por mera coincidencia. Sinopsis de
South Park: A raíz de la exhibición
de una película canadiense, los niños
de South Park se expresan con groserías.
La madre de uno de ellos inicia una campaña
contra Canadá, la cual desemboca en una
guerra.
2
Este es el tema
fundamental de Bowling for Columbine,
el documental que llevó a Moore a la fama
mundial.
3
Recordemos la
secuencia en Bowling for Columbine donde
Moore recorre varias colonias de Toronto abriendo
las puertas de las casas, que no están
cerradas con llave, para probar que los medios
han inducido el miedo en los ciudadanos estadounidenses,
incrementando la compra de armas y fomentando,
como consecuencia, la violencia.
4
Traditional
family (reverse of flexible family) Defining
“family” in traditional terms as
a man and a woman who are married with children.
(Adams, 2003: 167)
Referencias:
ADAMS, M. (2003)
Fire and Ice. The United States, Canada and
the Myth of Converging Values, Toronto,
Penguin Canada.
BLAISE, C. (1990) The Border as Fiction,
USA, Borderlands Project.
DEAR, M. y G. Leclerc, eds. (2003) Postborder
City: Cultural Spaces of Bajalta California,
NY, Routledge.
EDENSOR, T. (2002) National Identity, Popular
Culture and Everyday Life, Oxford, Berg.
IGLESIAS, N. (2003) “Border representations.
Border cinema and independent video”, en
Dear y Leclerc (2003), 183-213.
MARTÍNEZ-ZALCE, G. (2004) “Instrucciones
para vivir en el limbo. Arbitrario de películas
sobre las fronteras en Norteamérica”,
en Mercado y Gutiérrez (2004), 117-131.
NEW, W.H. (1998) Borderlands. How we talk
about Canada. Vancouver, UBC Press.
PEVERE,
G. y G. Dymond. (1996) Mondo Canuck, a Canadian
Pop Culture Odyssey, Scarborough, Prentice-Hall.
Filmografía:
Canadian
Bacon (1995)
dir., prod. y guión Michael Moore, coprod.
Kathleen Glynn, edición Wendey Stanzler
y Michael Berenbaum, fotografía Haskell
Wexler ASC, con John Candy, Alan Alda, Bill Nunn,
Kevin J. O’Connor, Rhea Perlman, 1 hr.
35 mins., MGM DVD
Dra.
Graciela Martínez-Zalce
Investigadora titular del Centro de Investigaciones
sobre América del Norte, Universidad
Nacional Autónoma de México,
México. |