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Por Alexander Kubak y Héctor
Ramírez
Número
46
Partimos
de las ideas de Michel Foucault (2000) sobre
la existencia de una sociedad disciplinaria que
desarrolla una tecnología más que
una ideología, y ello instaura una identidad
homogénea entre sus miembros. La sociedad
disciplinaria ha instalado máquinas de
producción de sujetos, las instituciones
modernas, las cuales disciplinan a hombres y
mujeres generándoles hábitos, respuestas
inconscientes a normas abstractas y positivas,
a un deber ser que los marca y los crea. En lugar
de reprimir, forma, conforma y habitúa.
El principio de esta sociedad es la norma, y
cuando el sujeto se desvía de la misma,
aun sin conocerla, es castigado configurando
así su aprendizaje e interiorizando la
normatividad en su propio cuerpo. Los sujetos
tornan en instrumentos dóciles, obedientes,
aptos para trabajar, al disociar las fuerzas
corporales, aumentarlas en su sentido económico
y disminuirlas en su sentido político.
El cuerpo será, así, un objeto
útil, ya que todas sus fuerzas estarán
dedicadas a la producción y el trabajo,
lo que le restará potencia para oponerse
y resistir.
El control y
el aprendizaje comienza en la familia1,
continúa en la escuela, se extiende a
la fábrica, la colonia, las zonas de esparcimiento,
de diversión y de juego y puebla las calles
de la ciudad. Es casi imposible no estar sometido
a algún tipo de normalización e
institucionalismo; es poco probable que logremos
ser entes individuales con identidad propia.
Según señala Foucault: el individuo
“no posee un pensamiento propio, ya que
es el lenguaje que otorga la red a través
de la cual piensa, red que lo atraviesa y lo
obliga a pensar en cierta forma; tampoco tiene
palabra, la palabra siempre es ajena; no posee
un cuerpo propio, sino que fue inventado por
la sociedad disciplinaria” (2002: 62).
Debido a la
importancia de la familia como lugar donde los
sujetos tienen sus primeras interacciones sociales.
Pretendemos analizar las prácticas cotidianas
representadas en la película Rojo
Amanecer de Jorge Fons (1989), a la familia
y a su espacio de actuación, la casa.
Partiremos de la definición que Foucault
proporciona acerca de la familia: “institución
que es a la vez, lugar y máquina codificadora
de cuerpos, productora de un tipo de sujeto determinado”.
En el tipo de casa que ejemplifica Foucault se
ha forjado un tipo de pareja, una manera de ser
hombre y de ser mujer y un tipo de sexualidad;
es ahí donde se fijan los ideales del
“yo”, lo “mío”,
lo “tuyo” y lo “suyo”,
ahí donde se moldean los sentimientos,
los gustos y las sensaciones de sus miembros
(García, 2002: 64). Es la casa en donde
se desempeñan los papeles internos-individuales
(padres/madres/hijos) que han de determinar las
funciones y las estructuras externas-colectivas
(trabajadores/mujeres/estudiantes). Es la casa
la micro-célula que prescribe y, a la
vez, diferencia, las formas de pensamiento y
comportamiento entre la vastedad de las sociedades
modernas, las disciplinarias.
Rojo amanecer: ruptura y trasgresión
Una
película es un producto cultural que suele
expresar y promover los valores, las prácticas
cotidianas y la visión del mundo que existen
en una sociedad dada. Por esta razón resulta
muy útil analizar las relaciones de poder
y los espacios que son representados Rojo
Amanecer. Dirigida por Jorge Fons, significó
un parteaguas en el cine mexicano, al tocar por
primera vez, de manera abierta y pública,
los hechos sangrientos del 2 de octubre de 1968,
cuando el ejército nacional abrió
fuego en contra de una multitud integrada por
jóvenes, mujeres y niños, en su
mayoría. La Academia Mexicana de Artes
Cinematográficas la premió con
el Ariel, en numerosas categorías (director,
actor, actriz, edición, guión original,
argumento original, música y coactuación).
En San Sebastián obtuvo el premio especial
del jurado. Algunos años más tarde,
con El callejón de los milagros,
se convertiría en uno de los realizadores
más laureados del cine mexicano y refrendaba
así un prestigio previo, alcanzado con
cintas como Los Albañiles (1976),
con la cual ganó el Oso de Plata en Berlín.
Supuestamente
censurada por la Dirección de Cinematografía2,
Rojo Amanecer presenta una trama que
acontece en un contexto histórico clave
(el movimiento estudiantil de 1968), momento
de resistencia y ruptura con el viejo régimen
paternalista representado por el Partido Revolucionario
Institucional y su íntima alianza con
el gobierno mexicano. La película muestra,
mediante los ojos de una familia de clase media
que se ve involucrada de manera azarosa, cómo
este movimiento fue reprimido rápida y
violentamente, por medio de la matanza colectiva,
la intimidación, el allanamiento de morada,
el aprisionamiento, la desaparición, la
manipulación de la información,
la delación y la “reintegración”
a la sociedad, por parte de los líderes
y los miembros perseguidos. Con ello y con otras
prácticas disciplinarias desplegadas en
el filme, se consiguió el encauzamiento
y la despolitización de los estudiantes
y sus familias.
Cada uno de
los protagonistas de esta película representa
a un sector clave dentro de este conflicto; por
un lado, los hijos que son estudiantes y con
una mentalidad de lucha por la libertad política
y de expresión; por el otro, a un padre
que es funcionario público y que representa
a la burocracia. Tenemos también a un
abuelo ex-militar que, por su experiencia en
cruentos enfrentamientos, ahora sólo recomienda
la sumisión y la obediencia para mantener
el orden y la paz social. A una madre que ante
todo y bajo cualquier circunstancia, está
al servicio de su familia; es ella quien con
amor apacigua todo enfrentamiento entre cualquiera
de los miembros dentro de su hogar. Finalmente,
tenemos a los niños que mediante la mimesis
adoptan las mismas funciones que sus mayores,
las cuales deben reproducir en su propia vida:
la niña ayuda en los quehaceres domésticos
y el pequeño se dedica a las actividades
escolares para llegar a ser un ente productivo
en la sociedad capitalista.
El lugar donde
se desarrolla la trama de la película
es un departamento típico de la clase
media de la Ciudad de México, localizado
a un lado de la Plaza de las Tres Culturas. En
ésta, la unidad habitacional Tlatelolco
simboliza la modernidad; la pequeña iglesia,
el periodo colonial y las pirámides, la
época prehispánica. La ironía
de la Historia es recogida en la película,
al ser en este sitio en donde ocurre uno de los
hechos más trascendentes en la vida política
y social mexicana: justo en el enclave de las
tres culturas en las que se sustenta la identidad
nacional y justo en el punto de convergencia
de tres etapas de la historia, todas ellas igualmente
masacradas, borradas, distorsionadas a través
de las versiones oficiales que prevalecieron
hasta hace pocos años.
Mediante una
gran economía espacial, prácticamente
toda la película transcurre dentro de
las paredes de un departamento conformado por
una cocina, la sala-comedor, las cuatro habitaciones,
un baño y un pequeño pasillo. Las
restricciones espaciales, lejos de convertirse
en un peso para el filme, se convierten en un
recurso visual que respalda un gran número
de interpretaciones. Por ejemplo, favorece que
el espectador centre la mirada en las interacciones
de una familia asociada con los diversos sectores
de la sociedad mexicana; muestra de qué
manera el bullir de la sociedad no es ajeno a
ninguno de sus miembros, aun cuando cualquiera
de ellos desee no participar ni ser testigo de
la Historia; permite reunir, en un mismo sitio
a tres generaciones y, con ellas, tres momentos
de la historia reciente de México: el
fracaso progresista de la Revolución Mexicana,
en la figura del abuelo; el desarrollismo alemanista,
en la de los padres; la inconformidad y la búsqueda
de nuevos horizontes, en la de los jóvenes.
Ninguno de ellos sobrevivirá en el filme.
Sólo saldrá de ese departamento,
por su propio pie, el hijo pequeño. Tal
vez, la débil esperanza posible: testigo
único de lo acontecido que, mediante su
narración podrá impedir que la
Historia se repita.
Las
alcobas
En cada uno de los espacios de departamento,
hay una constante circulación de objetos
y sujetos. Las alcobas cumplen, de acuerdo con
María Inés García Canal,
con la función de “separar a los
varones de las niñas, generando espacios
diferenciados; como amueblados y decorados en
forma distinta entre sí y homogéneas
para el grupo social al que pertenece la familia”
(2002: 67). Tal diferenciación se observa
en la película: desde la primera secuencia
es evidente cómo cada uno de los personajes
tiene un lugar asignado dentro de la casa. En
la toma inicial van apareciendo dentro de sus
propios recintos. Conforme la madre Alicia (María
Rojo) los va despertando para que vayan a desayunar,
la cámara ubica al espectador en atmósferas
completamente diferentes que corresponden a la
tipología de los miembros de esa familia.
En la toma de
apertura, se presenta la habitación que
comparten el abuelo y el hijo menor. Ellos representan
a dos minorías y, por esta razón,
carecen de un espacio propio (esta situación
también evidencia la separación
por géneros, pues la niña sí
dispone de una habitación propia). Este
dormitorio se encuentra decorado con muchos objetos
antiguos así como otros pertenecientes
al niño. Aquí encontramos desde
muebles viejos (buró, lámpara de
gasolina, reloj, ropero, silla) hasta prendas
personales muy desgastadas (ropa, fotografías,
documentos diversos, etc.). En este espacio sólo
circulan sus habitantes y está en perfecto
orden: desde el momento en que se levanta el
abuelo, arregla su ropa y acomoda cualquier objeto
que esté fuera de lugar. Esto denota la
disciplina y la normalización a la que
fue sometido desde joven, su formación
militar y anticipará la resistencia al
cambio, encarnada en la figura de sus nietos
jóvenes.
La habitación anterior está a un
lado del baño y es contigua a la de la
hija menor. Su ubicación facilita la vigilancia
sobre los dos pequeños de la casa. Además,
ninguna de las puertas están cerradas,
con excepción de la de los padres, lo
que posibilita la supervisión en cualquier
momento. Recordemos que uno de las premisas de
la sociedad disciplinaria, mencionada por Foucault,
es vigilar y controlar a los cuerpos desde que
son jóvenes para que en la adultez resulte
menos peligroso dirigirlos y coaccionarlos.
En segundo lugar se muestra la recámara
de los padres. Entrando a la casa es la primera
habitación de la izquierda. La decoración
es discreta y conservadora. Los objetos son de
un pseudolujo, propio de la clase media: lámparas
incandescentes hechas de porcelana y con telas
finas, cuenta con un teléfono independiente,
de las paredes cuelgan varias reproducciones
de pinturas conocidas, los edredones de la cama
son de materiales más caros a los de los
hijos y abuelo (que son gruesos, como de lana);
el respaldo de la cama parece ser de madera fina
y cuyo tamaño es el king-size, no como
las de los jóvenes y el viejo, que son
individuales. Todo ello indica la jerarquía
superior que ocupan los padres en relación
con los demás miembros de la casa, al
ser el padre el proveedor de lo material y la
madre, la que asegura el mantenimiento y la cohesión
familiar. Por otra parte, ratifica en el interior
de esta familia, el mismo orden social dominante,
en su vinculación con la sexualidad: la
función reproductora, la forma heterosexual
y adulta, la legitimidad matrimonial (Foucault,
2002: 126).
La puerta de
esta habitación se encuentra cerrada porque
es un lugar donde la sexualidad está permitida,
es legítimamente ejercida y básicamente
reproductiva (García Canal, 2002: 68).
Una de las características de la pareja,
específicamente en ésta, es que
la pasión ha desaparecido, y este afecto
no se sale de los cauces de un amor-ternura.
La existencia de la pasión atentaría
contra la solidez y el mantenimiento de la institución.
El desorden pasional invitaría a la desviación
de la norma y desmoronaría el espacio
familiar, como el sitio del aprendizaje de la
docilidad social.
Contigua a la
habitación antes descrita, está
la de los jóvenes estudiantes revolucionarios.
Este recinto se distingue de los demás
por su decoración: fotografías
alusivas a movilizaciones sociales; se muestran
también varias pinturas y retratos de
personajes que remiten al socialismo. Uno de
ellos es el retrato del “Che” Guevara,
literatura relacionada con las ideas socialistas,
como el Manifiesto del Partido Comunista
de Karl Marx, y banderas de países que
se regían bajo esta ideología.
Igualmente hay símbolos del movimiento
hippie y de culturas orientales como la hindú.
El diseño artístico del filme,
por lo tanto, está concebido para situar
al espectador en las postrimerías de la
década de los años sesenta y erigir
a los dos universitarios en representantes emblemáticos
de la ruptura con el añejo sistema político
mexicano.
El desorden
que predomina en este espacio denota tanto la
apropiación del espacio por parte de quienes
lo pueblan, como el estado de transición
en el que viven, según la óptica
adulta: entre la infancia (mayor represión
y controles externos) y la adultez (caracterizada
por la autovigilancia y la autodisciplina). Esta
consideración se traduce en cierta permisividad
por parte de los padres, quienes “comprenden”
la rebeldía juvenil como un estadio, una
etapa efímera. Los jóvenes oponen
resistencia a la maquinaria disciplinaria a través
de un pensamiento autónomo y conductas
cotidianas como el desorden, su apariencia física
(el cabello largo y suelto) y la informalidad
de su vestimenta. No obstante, los límites
son marcados y la autoridad de los adultos intenta
imponerse, mediante la airada discusión
a la hora de la comida: el abuelo habla de la
apariencia homosexual que proyectan (mezclando
las categorías de género y sexo,
en su comentario) y los padres los critican,
temiendo que sea un indicio de actividades que
contravengan la legalidad (agrediendo así
el sistema jurídico) y la moralidad (atentando
contra el sistema social).
La cocina
Otro
de los lugares en donde se ve marcada la asignación
de roles es la cocina. Ésta se encuentra
a la entrada e inmediatamente a mano izquierda;
el lugar es muy pequeño, pero cuenta con
todos los artefactos indispensables que debía
tener toda familia de clase media de los años
60’s. Aunque este lugar es utilizado muy
pocas veces (escasas tres tomas) es muy simbólico,
pues aquí Alicia cumple con algunos de
sus tantos quehaceres domésticos y, tal
vez, el más importante de todos, el de
preparar y proporcionar los alimentos a los demás
miembros de la familia. Este sitio es, según
Foucault “el lugar por excelencia de la
madre, es el territorio que le corresponde por
derecho y por herencia, y que nadie osará
por disputarle […]será suyo para
siempre” (García, 2002: 68). Éste
es el único espacio utilizado por el cual
circulan casi exclusivamente las mujeres. Recordemos
aquella escena en donde la hija menor ayuda a
su madre a preparar la comida. Con este acto,
la niña aprende, desde temprana edad,
el papel de la mujer servicial, que prepara,
da alimento y amor a sus congéneres. Sin
embargo, hay una muestra de resistencia por parte
de la pequeña, pues en el diálogo
que sostiene en el comedor con su madre, menciona
sus aspiraciones: tener una carrera universitaria,
trabajar, poseer una casa propia y llevar a su
madre a esa nueva casa para poder remunerarle
de todo lo que hasta la fecha ha hecho por ella.
Como afirma
García Canal, los alimentos que se presentan
en el comedor funcionan como el detonador de
la culpabilidad: la generosidad femenina que
se traduce en los alimentos preparados para todos,
sin pedir nada a cambio, se convierten en una
deuda de gratitud (2002a). Mediante los ritos
de la preparación de la comida, se establecen
relaciones de poder muy firmes, que mantienen
la subordinación de los hijos hacia sus
padres por el resto de la vida. En este filme
no vemos que haya una irrupción del espacio
de la cocina por ningún hombre, excepto
por el niño, que entra casualmente, pero
no para ayudar sino para comer algo que estaban
preparando. Aquí también ocurre
algo que llama la atención, cuando la
madre le dice a su hijo que si había terminado
la tarea, él le contesta que no e inmediatamente
lo manda a la sala para que la haga cuanto antes.
Al expulsarlo de “su” espacio, la
madre favorece el aprendizaje masculino dentro
de un espacio público, ajeno al de la
intimidad de la cocina, y propicia su desplazamiento
hacia su rol como futuro proveedor económico.
El
comedor
De
acuerdo con García Canal, el comedor convoca
a los miembros dela familia, la reúne
y
Crea una conciencia
de existir en comunidad […] cumple con
la función normalizadora, donde la palabra
de la autoridad se hace oír, donde se
explicitan las normas, se hacen claros los comportamientos
esperados […] donde se expresan los ideales
familiares… se fijan las obligaciones…se
establecen las prohibiciones…y también
se sancionan los castigos. Es la voz paterna
la que se hace oír. En el comedor se
configura la imagen del ejercicio del poder
concretizada en la persona del padre quien […]
posee la prerrogativa de dictar la ley, aplicarla
y castigar (2002, 66; 2002a).
Rojo Amanecer
corrobora
esas premisas.
Durante el desayuno,
la madre, con actitud servicial, invita a todos
a tomar asiento; se preocupa porque ninguno se
vaya de casa, sin antes alimentarse. Sin embargo,
al iniciar esta ceremonia familiar inicia una
discusión. El conflicto central se enfoca
al mitin que se realizará esa tarde. Uno
de los hijos, el mayor, se muestra en favor del
movimiento estudiantil, por su parte, el padre
hace oír su voz como la máxima
autoridad de esta célula social. Aquí,
él concientiza, como jefe de familia a
sus hijos; diciéndoles que lo más
conveniente para ellos es no participar porque
es suicida enfrentarse al aparato político.
La información confidencial con la que
cuenta, debido a su puesto gubernamental, le
permite intuir el tipo de acciones que pueden
emprenderse para frustrar los objetivos estudiantiles.
Por su parte,
el otro hijo, en un tono más agresivo
y altivo contradice lo que le dice su padre.
En la discusión también interviene
el abuelo, quien trata de acallar sus comentarios
con palabras humillantes: “malolientes…agitadores
y babosos… deberían recibir un escarmiento
para corregirse” (Fons, 1989). En estos
comentarios se refleja la función del
castigo como elemento de corrección de
comportamientos desviados de la norma social.
Constituyen una serie de “procedimientos
sutiles, que van desde el castigo físico
leve, a privaciones menores y a pequeñas
humillaciones. Se trata a la vez de hacer penables
las fracciones más pequeñas de
la conducta y de dar una función punitiva
a los elementos en apariencia indiferentes del
aparato disciplinario” (Foucault, 2003:
183). La madre interrumpe para terminar con la
discusión. No sólo por ser ella
la segunda al mando en la casa, todos tienen
que obedecerla, sino por ser quien organiza el
rito de la nutrición.
Podemos ver
que en este espacio se debaten múltiples
situaciones; es esta la arena privada donde se
resuelven o se hacen más grandes las diferencias
familiares o bien, se discuten las cosas públicas.
En la película, todos hacen oír
su voz, todos muestran su nivel jerárquico
de poder, excepto los niños, que sólo
escuchan y aprenden los comportamientos de sus
mayores. La voz del padre es la que más
se escucha y así exhibe su poder dentro
de la familia. Hay un momento durante la discusión,
en la que el padre molesto golpea la mesa y todos
deben callar. Es ahí cuando interviene,
una vez más, la madre como árbitro
de la discusión para tranquilizar la situación.
Entra en su papel de madre alimentadora, al ofrecer
un café a su marido; es ésta, la
vía con la que expresa su amor; es también
su principal esfera de influencia en la casa.
Los hijos mayores, como hombres, también
demuestran resistencia a la institución
familiar, pues retan la autoridad paterna e incluso
la gubernamental. El abuelo, por su parte, debido
a su edad no tiene tanta autoridad como los padres,
no obstante gracias a su experiencia participa
en la discusión criticando e insultando
a los jóvenes.
La madre es el árbitro de las contiendas,
su grado de autoridad se limita solamente apaciguar
y mediar en los conflictos, pero no participa
en la decisión final. Solamente cuando
todos salen y se queda al frente del hogar, regaña
a sus dos hijos mayores y les dice lo que tienen
que hacer, siempre en un rol de madre amorosa
preocupada por el bienestar de sus hijos.
El baño
García
establece que el baño
Cumple con
la función de separar el cuerpo del espíritu
y designar el cuerpo como algo sucio, malo,
perverso, reafirmando la escisión ya
establecida desde milenios por la cultura judaico-cristiana
[…]es un espacio solitario y privado […]
donde el cuerpo excreta sus miserias […]
lo ubica como algo bajo y ruin que nos recuerda
su cercanía con lo animal (García,
2002: 69).
Por eso, en
este espacio los habitantes de la casa acuden
de manera privada para limpiar sus cuerpos, en
ritos similares a los de la purificación.
En el filme
este espacio es utilizado por todos, no obstante
hay quienes gozan de más privilegios para
usarlo. Un ejemplo de ello es la escena donde
los dos hombres mayores acuden a este sitio para
asearse. Aquí podemos apreciar cómo,
gracias al género y la edad, tienen la
prioridad. El abuelo es el primero en ingresar,
ganándole al padre de familia, argumentando
que se debe a la costumbre que adquirió
en la milicia, pues la disciplina de levantarse
a temprana hora, hoy ya es un hábito para
él. El padre es el que enseguida lo ocupa;
como cabeza de la familia, tiene el derecho de
entrar al baño en segundo lugar. Su intervención
laboral en un sitio público lo obliga
a cumplir con los pactos sociales de la apariencia
y el aseo, por lo cual debe “ejercer disciplina
sobre su cuerpo” (Ceballos, 1988: 71).
Según Foucault podríamos establecer
la relación estrecha entre las codificaciones
que exige este lugar de la casa y la conformación
de las personalidades. El aseo es esa regla de
la sociedad moderna disciplinaria, que homogeneiza
al hombre en su apariencia; es una norma instaurada
por convención y sustenta el ideal de
que un cuerpo aseado es un cuerpo socialmente
aceptado; es un cuerpo uniforme, parecido al
de los demás.
En este sitio, según Foucault, también
se ocultan todas aquellos actos que son socialmente
reprimidos como la masturbación y las
llamadas desviaciones mentales moralmente inaceptables
(2002). En Rojo Amanecer, es en este
sitio en donde se oculta a los estudiantes rebeldes,
pues es el más privado de la casa y al
cual los policías investigan hasta el
final. Al ser el baño el lugar más
alejado de la puerta de entrada (y, por lo tanto,
el que por su disposición espacial resultaría
el más íntimo, el más privado,
el perteneciente a la esfera estrictamente familiar),
es precisamente aquí, donde la familia
esconde a los tres sujetos que han pedido ayuda.
Estos cuerpos no-dóciles, que obran trasgrediendo
la orden del Estado, tienen que ser escondidos
cuanto antes, puesto que con su ingreso al hogar
se convierten en portadores de peligro. La familia
debe evitar que la justicia los descubra para
que no se le asocie con sus conductas rebeldes
y se les incrimine de igual manera.
El
pasillo
Este
espacio es uno de los sitios más públicos
en la casa. En el ejemplo que analizamos, posee
un rol similar al de la sala y es, además,
el más próximo a la salida. En
él se despliega parte de la vida íntima
de la familia. Sin embargo, llega a ser violentado
y funciona como arena pública para discernir
conflictos. Cuando los “policías”
irrumpen para inspeccionar la casa en busca de
personas relacionadas con el movimiento estudiantil,
ejercen el poder que concede la violencia y la
intimidación. Con la autoridad que el
poder oficial les ha delegado, se toman el derecho
de invadir los límites de la vida privada
de la familia con el propósito de capturar
a los alteradores del orden público. En
una sociedad disciplinaria no se permite la resistencia
pública y mucho menos cuando un acontecimiento
masivo y vistoso como las olimpiadas, estaba
a unos días de comenzar. México
debía proyectar la apariencia del orden
y el respeto hacia las instituciones políticas
y sociales.
En este espacio podemos ver cómo también
hay jerarquías entre poderes. Un caso
específico es cuando el padre de familia
les señala a los policías que no
saben con quien se están metiendo, que
él es muy influyente, pues es un importante
funcionario público del departamento del
Distrito Federal y que ellos no tienen ninguna
autoridad de entrar así a su casa. Por
su parte, uno de los policías le expresa
que la única autoridad en ese momento
es su arma.
La sala
Es el espacio
intermedio entre el adentro y el afuera, si
bien pertenece, sin duda, al adentro. Se encuentra
siempre inmediatamente después de la
puerta de entrada que fija el límite
y sirve de frontera. La puerta es la frontera
entre la familia y el mundo. Para entrar se
requiere pasaporte, permiso de entrada. El desconocido
no entra, es tratado como extraño o extranjero.
[…] lugar de demostración de los
valores ideales y status. Es la zona más
pública de la casa, y quizá la
única abierta al exterior (García,
2002: 64).
Este espacio
es utilizado por los habitantes de Rojo Amanecer
como un lugar de esparcimiento, donde pueden
realizar las actividades que más les agradan.
Además, es el lugar perfecto para escuchar
todo lo que se dice, o bien lo que se desea hacer
público. La información prevalece,
mediante el uso de los medios de comunicación
(teléfono, televisor, radio, etc.) sobre
lo que acontece más allá de la
puerta principal, la cual los separa del mundo
exterior.
En la estancia
se externan opiniones como la del abuelo, cuando
observa las noticias sobre al movimiento estudiantil;
en ese instante llegan los dos jóvenes
mayores y comentan con él las noticias
que se están televisando. Los jóvenes
le expresan su descontento acerca de la manipulación
la información; reclaman que no es válido
enmascarar la verdad e inculpar a los estudiantes
etiquetándolos como meros criminales.
Sin embargo el abuelo, al escuchar sus comentarios,
les contradice diciendo que el ideal que persiguen
es incorrecto, que las luchas de hoy no son como
las que se hacían antes, en el campo de
guerra. En la sala, por lo tanto, es “clara
la lucha entre dos generaciones y las soluciones
del compromiso entre padres e hijos, o bien la
lucha entre los cónyuges” (García:
2002, 65).
Resultados
Todos los
espacios en la casa moderna tienen como función
encasillar a los individuos e inscribir en sus
cuerpos marcas sociales que les otorguen una
identidad. Sin embargo, estos espacios pueden
recuperarse como espacios de libertad o servir
para la restricción. Así, el comedor
establece reglas de comportamiento que plantean
relaciones de poder y jerarquías muy estrictas,
mientras que las habitaciones de los jóvenes
son un refugio donde oponen resistencia a las
presiones sociales. En este lugar pueden profesar
libremente su ideología, mediante la decoración
de las paredes con símbolos y emblemas.
Sus propios cuerpos son muestra de esta resistencia:
el cabello desalineado, la ropa desarreglada.
Son cuerpos que todavía no han sido disciplinados
ni domesticados del todo3.
Cada espacio
opera bajo sus propias reglas, las cuales no
pueden ser violentadas sin recibir el castigo
pertinente que conduzca a la corrección
del comportamiento desviado. Por ejemplo en el
comedor el dueño de la palabra es el padre
y en segundo término, la madre y el abuelo.
Por eso cuando inician una discusión los
dos hijos mayores esta es interrumpida abruptamente
por un gesto brusco del padre. Su enojo y voz
levantada es una forma de castigarlos y corregirlos.
Después de todo, un mecanismo de disciplina.
En la cocina,
sin embargo, la madre es la autoridad máxima.
Es ella la única que puede disponer y
controlar los objetos que pertenecen a la misma,
salvo en aquellas excepciones cuando ella permite
a otras mujeres de menor rango jerárquico,
el uso y el aprendizaje de estas herramientas.
En definitiva, es un espacio restringido exclusivamente
para las mujeres. Los hombres sólo circulan
como intrusos que toman sin permiso la comida
o la reciben de manos de la matriarca. Es también
este espacio donde la mujer actúa con
mayor libertad, pero siempre dentro de los límites
asignados al rol social que desempeña
y a los propios impuestos por el espacio. Igualmente,
su capacidad de dar o quitar los alimentos le
otorga un gran poder en los otros espacios de
la casa. Además éste es un poder
que utiliza para mediar en los conflictos. Al
preparar un café para todos los estudiantes
escondidos y así tranquilizar los ánimos
expresa su amor y, al mismo tiempo, ejerce su
poder hacia los demás. Si según
Erich Fromm, en El Arte de Amar, el
amor es una potencia para dar y darse a los demás,
la mujer que ha sido disciplinada en el espacio
de la casa de la familia pequeño burguesa,
se da a los demás a través del
alimento.
Los espacios
de la casa también funcionan como límites
entre lo público y lo privado, lo individual
y lo colectivo, lo autorizado y lo restringido.
El principal límite entre la casa (como
espacio donde se circunscribe la institución
familiar) y el resto de la sociedad es la puerta.
Foucault (2000) menciona que la puerta restringe
el acceso a aquellos que son desconocidos y permite
el acceso a quienes son familiares y amigos.
Es la madre la encargada de custodiarla, aunque
en situaciones de riesgo, el padre adopta ese
rol, como protector de su familia. Es precisamente
la puerta el único baluarte que protege
y separa a la casa del exterior. Ante las amenazas
e insistencia de los intrusos, que incluso advierten
que van a derribar la puerta, el padre accede
a abrirles por el miedo que siente hacia la represión
y el castigo.
Igualmente,
en el interior de la casa existen fronteras y
límites. Éstas pueden ser físicas
(otras puertas) o culturales (exigencias de comportamientos
que varían con cada estancia). Por ejemplo,
los cuartos de los jóvenes son el espacio
en apariencia más libre, pues son a la
vez espacios íntimos y privados. Aún
así, la puerta de este cuarto, permanece
siempre abierta a lo largo del relato, los dos
hermanos comparten la habitación, por
lo que no ofrece la posibilidad de una auténtica
soledad, necesaria para la reflexión.
Vemos, que incluso, es el espacio exhibe ciertas
restricciones al permanecer en constante vigilancia,
de una manera similar al comedor. Éste
es un espacio que carece de puertas, todos pueden
circular libremente por el mismo, pero culturalmente
contiene muchas restricciones. En primer lugar,
cada quien tiene un lugar asignado en la mesa
de acuerdo con su jerarquía. Además,
no todos reciben el alimento a la vez, sino que
depende de su posición relativa en la
jerarquía de la casa. Tampoco todos tienen
derecho a la palabra. Los niños, la madre
y el abuelo permanecen en silencio la mayor parte
del tiempo. La microfísica del poder es
un reflejo de la condición general de
las minorías en todas las demás
esferas de la sociedad. Solamente el padre y
sus dos hijos mayores tienen un mayor dominio
sobre la palabra. El primero por su postura como
soberano de la casa; los segundos gracias a su
educación, que les otorga cierto poder
sobre los demás.
Finalmente el
lugar más íntimo y privado de la
casa es el baño, pero éste solamente
sirve para someter al cuerpo a la higiene, a
la disciplina de los humores corporales. Es un
lugar que se asocia con la suciedad y por ende
el cuerpo es visto como algo despreciable. La
casa moderna no ofrece un lugar de intimidad
donde se pueda ejercer la sexualidad de una manera
libre. Ni siquiera la alcoba de los padres lo
es, pues aquí la función de la
sexualidad se ha limitado a su mera función
reproductiva. En la casa no existe la posibilidad
de encontrar en la sexualidad una forma de comunicación
completa donde se conjuguen las tres esferas
humanas, la afectiva, la física y la intelectual.
La casa moderna, no es un espacio donde el hombre
pueda sentirse libre y sea capaz de expresar
y realizar sus potencialidades como un individuo
capaz de amar y relacionarse de una manera espontánea
y natural con los demás y con su entorno.
Todo se configura para vigilar y castigar, dominar
o ser dominado.
El retrato de
la sociedad que refleja Rojo Amanecer
no se limita, entonces, a los acontecimientos
registrados por la Historia extraoficial, oculta
durante tantos años. Alude también
al ejercicio del poder y a los juegos de resistencia
que éste detona. Lo que sucede en el exterior
del hogar se refleja, a la manera de un microcosmos,
dentro de la esfera familiar. Tal vez de una
manera un tanto esquemática, el filme
de Jorge Fons realiza la descripción de
las relaciones sociales de una época,
en donde la confrontación entre el movimiento
estudiantil con sus ideas y el gobierno con sus
armas, tiene un eco en la lucha de poder por
los espacios que se establece en los hogares
contemporáneos.
Notas:
1
Foucault
le sigue la pista a las transformaciones que
la familia ha tenido en su relación con
el poder del Estado (llámese monarquía,
tribunal u orden público), en su configuración
como el espacio de la diseminación de
la corrección social. Cuando fracasa en
su empeño, encierra a sus miembros dentro
del amplio imaginario de la locura y/o la enfermedad
(1979: 126-173)..
2
Gustavo García
y José Felipe Coria explican que no hubo
tal. El retraso a la autorización a Rojo
Amanecer se debió mas bien a “un
trámite burocrático incumplido”
por el equipo de producción, quien con
el argumento de la falta de libertad de expresión
montó, mediante la figura del guionista
Xavier Robles, “un escándalo público
en la Cineteca que la prensa siguió puntualmente”
(1997: 70-71).
3Recordemos
la etimología latina de la palabra domesticar.
Domus: Casa. El proceso de domesticar
sería entonces el adaptar a alguien al
entorno de la casa.
Referencias:
Cevallos, Garibay
Héctor. Foucault y el poder.
México: Premiá, 1998.
Foucault Michel. Historia de la locura en
la época clásica. 1ª
reimp., vol. I, México: FCE, 1979.
-------------------. Vigilar y castigar.
Nacimiento de la prisión. 32ª
ed., México: Siglo XXI, 2000.
--------------------. Historia de la sexualidad.1.La
voluntad de saber. 29ª ed., México:
Siglo XXI, 2002.
García Canal, María Inés.
Foucault y el poder. México:
UAM-X, 2000.
-----------------------------. “La casa:
lugar de la escena familiar” en Debate
feminista. Intimidad y servicio, año
11, vol. 22, octubre, 2000a.
García, Gustavo. Coria, José Felipe.
Nuevo cine mexicano. México:
Clío, 1997.
Alexander
Kubak
Director del Proyecto de Mejora Continua (AACSB)
de la Escuela de Negocios y Humanidades. Tecnológico
de Monterrey, campus Toluca, Estado de
México, México.
Lic. Héctor Ramírez
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