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Agosto - Septiembre
2005

 

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Prácticas Cotidianas y Espacios de Poder en Rojo Amanecer
 

Por Alexander Kubak y Héctor Ramírez
Número 46

Partimos de las ideas de Michel Foucault (2000) sobre la existencia de una sociedad disciplinaria que desarrolla una tecnología más que una ideología, y ello instaura una identidad homogénea entre sus miembros. La sociedad disciplinaria ha instalado máquinas de producción de sujetos, las instituciones modernas, las cuales disciplinan a hombres y mujeres generándoles hábitos, respuestas inconscientes a normas abstractas y positivas, a un deber ser que los marca y los crea. En lugar de reprimir, forma, conforma y habitúa. El principio de esta sociedad es la norma, y cuando el sujeto se desvía de la misma, aun sin conocerla, es castigado configurando así su aprendizaje e interiorizando la normatividad en su propio cuerpo. Los sujetos tornan en instrumentos dóciles, obedientes, aptos para trabajar, al disociar las fuerzas corporales, aumentarlas en su sentido económico y disminuirlas en su sentido político. El cuerpo será, así, un objeto útil, ya que todas sus fuerzas estarán dedicadas a la producción y el trabajo, lo que le restará potencia para oponerse y resistir.

El control y el aprendizaje comienza en la familia1, continúa en la escuela, se extiende a la fábrica, la colonia, las zonas de esparcimiento, de diversión y de juego y puebla las calles de la ciudad. Es casi imposible no estar sometido a algún tipo de normalización e institucionalismo; es poco probable que logremos ser entes individuales con identidad propia. Según señala Foucault: el individuo “no posee un pensamiento propio, ya que es el lenguaje que otorga la red a través de la cual piensa, red que lo atraviesa y lo obliga a pensar en cierta forma; tampoco tiene palabra, la palabra siempre es ajena; no posee un cuerpo propio, sino que fue inventado por la sociedad disciplinaria” (2002: 62).

Debido a la importancia de la familia como lugar donde los sujetos tienen sus primeras interacciones sociales. Pretendemos analizar las prácticas cotidianas representadas en la película Rojo Amanecer de Jorge Fons (1989), a la familia y a su espacio de actuación, la casa. Partiremos de la definición que Foucault proporciona acerca de la familia: “institución que es a la vez, lugar y máquina codificadora de cuerpos, productora de un tipo de sujeto determinado”. En el tipo de casa que ejemplifica Foucault se ha forjado un tipo de pareja, una manera de ser hombre y de ser mujer y un tipo de sexualidad; es ahí donde se fijan los ideales del “yo”, lo “mío”, lo “tuyo” y lo “suyo”, ahí donde se moldean los sentimientos, los gustos y las sensaciones de sus miembros (García, 2002: 64). Es la casa en donde se desempeñan los papeles internos-individuales (padres/madres/hijos) que han de determinar las funciones y las estructuras externas-colectivas (trabajadores/mujeres/estudiantes). Es la casa la micro-célula que prescribe y, a la vez, diferencia, las formas de pensamiento y comportamiento entre la vastedad de las sociedades modernas, las disciplinarias.

Rojo amanecer: ruptura y trasgresión
Una película es un producto cultural que suele expresar y promover los valores, las prácticas cotidianas y la visión del mundo que existen en una sociedad dada. Por esta razón resulta muy útil analizar las relaciones de poder y los espacios que son representados Rojo Amanecer. Dirigida por Jorge Fons, significó un parteaguas en el cine mexicano, al tocar por primera vez, de manera abierta y pública, los hechos sangrientos del 2 de octubre de 1968, cuando el ejército nacional abrió fuego en contra de una multitud integrada por jóvenes, mujeres y niños, en su mayoría. La Academia Mexicana de Artes Cinematográficas la premió con el Ariel, en numerosas categorías (director, actor, actriz, edición, guión original, argumento original, música y coactuación). En San Sebastián obtuvo el premio especial del jurado. Algunos años más tarde, con El callejón de los milagros, se convertiría en uno de los realizadores más laureados del cine mexicano y refrendaba así un prestigio previo, alcanzado con cintas como Los Albañiles (1976), con la cual ganó el Oso de Plata en Berlín.

Supuestamente censurada por la Dirección de Cinematografía2, Rojo Amanecer presenta una trama que acontece en un contexto histórico clave (el movimiento estudiantil de 1968), momento de resistencia y ruptura con el viejo régimen paternalista representado por el Partido Revolucionario Institucional y su íntima alianza con el gobierno mexicano. La película muestra, mediante los ojos de una familia de clase media que se ve involucrada de manera azarosa, cómo este movimiento fue reprimido rápida y violentamente, por medio de la matanza colectiva, la intimidación, el allanamiento de morada, el aprisionamiento, la desaparición, la manipulación de la información, la delación y la “reintegración” a la sociedad, por parte de los líderes y los miembros perseguidos. Con ello y con otras prácticas disciplinarias desplegadas en el filme, se consiguió el encauzamiento y la despolitización de los estudiantes y sus familias.

Cada uno de los protagonistas de esta película representa a un sector clave dentro de este conflicto; por un lado, los hijos que son estudiantes y con una mentalidad de lucha por la libertad política y de expresión; por el otro, a un padre que es funcionario público y que representa a la burocracia. Tenemos también a un abuelo ex-militar que, por su experiencia en cruentos enfrentamientos, ahora sólo recomienda la sumisión y la obediencia para mantener el orden y la paz social. A una madre que ante todo y bajo cualquier circunstancia, está al servicio de su familia; es ella quien con amor apacigua todo enfrentamiento entre cualquiera de los miembros dentro de su hogar. Finalmente, tenemos a los niños que mediante la mimesis adoptan las mismas funciones que sus mayores, las cuales deben reproducir en su propia vida: la niña ayuda en los quehaceres domésticos y el pequeño se dedica a las actividades escolares para llegar a ser un ente productivo en la sociedad capitalista.

El lugar donde se desarrolla la trama de la película es un departamento típico de la clase media de la Ciudad de México, localizado a un lado de la Plaza de las Tres Culturas. En ésta, la unidad habitacional Tlatelolco simboliza la modernidad; la pequeña iglesia, el periodo colonial y las pirámides, la época prehispánica. La ironía de la Historia es recogida en la película, al ser en este sitio en donde ocurre uno de los hechos más trascendentes en la vida política y social mexicana: justo en el enclave de las tres culturas en las que se sustenta la identidad nacional y justo en el punto de convergencia de tres etapas de la historia, todas ellas igualmente masacradas, borradas, distorsionadas a través de las versiones oficiales que prevalecieron hasta hace pocos años.

Mediante una gran economía espacial, prácticamente toda la película transcurre dentro de las paredes de un departamento conformado por una cocina, la sala-comedor, las cuatro habitaciones, un baño y un pequeño pasillo. Las restricciones espaciales, lejos de convertirse en un peso para el filme, se convierten en un recurso visual que respalda un gran número de interpretaciones. Por ejemplo, favorece que el espectador centre la mirada en las interacciones de una familia asociada con los diversos sectores de la sociedad mexicana; muestra de qué manera el bullir de la sociedad no es ajeno a ninguno de sus miembros, aun cuando cualquiera de ellos desee no participar ni ser testigo de la Historia; permite reunir, en un mismo sitio a tres generaciones y, con ellas, tres momentos de la historia reciente de México: el fracaso progresista de la Revolución Mexicana, en la figura del abuelo; el desarrollismo alemanista, en la de los padres; la inconformidad y la búsqueda de nuevos horizontes, en la de los jóvenes. Ninguno de ellos sobrevivirá en el filme. Sólo saldrá de ese departamento, por su propio pie, el hijo pequeño. Tal vez, la débil esperanza posible: testigo único de lo acontecido que, mediante su narración podrá impedir que la Historia se repita.

Las alcobas
En cada uno de los espacios de departamento, hay una constante circulación de objetos y sujetos. Las alcobas cumplen, de acuerdo con María Inés García Canal, con la función de “separar a los varones de las niñas, generando espacios diferenciados; como amueblados y decorados en forma distinta entre sí y homogéneas para el grupo social al que pertenece la familia” (2002: 67). Tal diferenciación se observa en la película: desde la primera secuencia es evidente cómo cada uno de los personajes tiene un lugar asignado dentro de la casa. En la toma inicial van apareciendo dentro de sus propios recintos. Conforme la madre Alicia (María Rojo) los va despertando para que vayan a desayunar, la cámara ubica al espectador en atmósferas completamente diferentes que corresponden a la tipología de los miembros de esa familia.

En la toma de apertura, se presenta la habitación que comparten el abuelo y el hijo menor. Ellos representan a dos minorías y, por esta razón, carecen de un espacio propio (esta situación también evidencia la separación por géneros, pues la niña sí dispone de una habitación propia). Este dormitorio se encuentra decorado con muchos objetos antiguos así como otros pertenecientes al niño. Aquí encontramos desde muebles viejos (buró, lámpara de gasolina, reloj, ropero, silla) hasta prendas personales muy desgastadas (ropa, fotografías, documentos diversos, etc.). En este espacio sólo circulan sus habitantes y está en perfecto orden: desde el momento en que se levanta el abuelo, arregla su ropa y acomoda cualquier objeto que esté fuera de lugar. Esto denota la disciplina y la normalización a la que fue sometido desde joven, su formación militar y anticipará la resistencia al cambio, encarnada en la figura de sus nietos jóvenes.

La habitación anterior está a un lado del baño y es contigua a la de la hija menor. Su ubicación facilita la vigilancia sobre los dos pequeños de la casa. Además, ninguna de las puertas están cerradas, con excepción de la de los padres, lo que posibilita la supervisión en cualquier momento. Recordemos que uno de las premisas de la sociedad disciplinaria, mencionada por Foucault, es vigilar y controlar a los cuerpos desde que son jóvenes para que en la adultez resulte menos peligroso dirigirlos y coaccionarlos.

En segundo lugar se muestra la recámara de los padres. Entrando a la casa es la primera habitación de la izquierda. La decoración es discreta y conservadora. Los objetos son de un pseudolujo, propio de la clase media: lámparas incandescentes hechas de porcelana y con telas finas, cuenta con un teléfono independiente, de las paredes cuelgan varias reproducciones de pinturas conocidas, los edredones de la cama son de materiales más caros a los de los hijos y abuelo (que son gruesos, como de lana); el respaldo de la cama parece ser de madera fina y cuyo tamaño es el king-size, no como las de los jóvenes y el viejo, que son individuales. Todo ello indica la jerarquía superior que ocupan los padres en relación con los demás miembros de la casa, al ser el padre el proveedor de lo material y la madre, la que asegura el mantenimiento y la cohesión familiar. Por otra parte, ratifica en el interior de esta familia, el mismo orden social dominante, en su vinculación con la sexualidad: la función reproductora, la forma heterosexual y adulta, la legitimidad matrimonial (Foucault, 2002: 126).

La puerta de esta habitación se encuentra cerrada porque es un lugar donde la sexualidad está permitida, es legítimamente ejercida y básicamente reproductiva (García Canal, 2002: 68). Una de las características de la pareja, específicamente en ésta, es que la pasión ha desaparecido, y este afecto no se sale de los cauces de un amor-ternura. La existencia de la pasión atentaría contra la solidez y el mantenimiento de la institución. El desorden pasional invitaría a la desviación de la norma y desmoronaría el espacio familiar, como el sitio del aprendizaje de la docilidad social.

Contigua a la habitación antes descrita, está la de los jóvenes estudiantes revolucionarios. Este recinto se distingue de los demás por su decoración: fotografías alusivas a movilizaciones sociales; se muestran también varias pinturas y retratos de personajes que remiten al socialismo. Uno de ellos es el retrato del “Che” Guevara, literatura relacionada con las ideas socialistas, como el Manifiesto del Partido Comunista de Karl Marx, y banderas de países que se regían bajo esta ideología. Igualmente hay símbolos del movimiento hippie y de culturas orientales como la hindú. El diseño artístico del filme, por lo tanto, está concebido para situar al espectador en las postrimerías de la década de los años sesenta y erigir a los dos universitarios en representantes emblemáticos de la ruptura con el añejo sistema político mexicano.

El desorden que predomina en este espacio denota tanto la apropiación del espacio por parte de quienes lo pueblan, como el estado de transición en el que viven, según la óptica adulta: entre la infancia (mayor represión y controles externos) y la adultez (caracterizada por la autovigilancia y la autodisciplina). Esta consideración se traduce en cierta permisividad por parte de los padres, quienes “comprenden” la rebeldía juvenil como un estadio, una etapa efímera. Los jóvenes oponen resistencia a la maquinaria disciplinaria a través de un pensamiento autónomo y conductas cotidianas como el desorden, su apariencia física (el cabello largo y suelto) y la informalidad de su vestimenta. No obstante, los límites son marcados y la autoridad de los adultos intenta imponerse, mediante la airada discusión a la hora de la comida: el abuelo habla de la apariencia homosexual que proyectan (mezclando las categorías de género y sexo, en su comentario) y los padres los critican, temiendo que sea un indicio de actividades que contravengan la legalidad (agrediendo así el sistema jurídico) y la moralidad (atentando contra el sistema social).

La cocina
Otro de los lugares en donde se ve marcada la asignación de roles es la cocina. Ésta se encuentra a la entrada e inmediatamente a mano izquierda; el lugar es muy pequeño, pero cuenta con todos los artefactos indispensables que debía tener toda familia de clase media de los años 60’s. Aunque este lugar es utilizado muy pocas veces (escasas tres tomas) es muy simbólico, pues aquí Alicia cumple con algunos de sus tantos quehaceres domésticos y, tal vez, el más importante de todos, el de preparar y proporcionar los alimentos a los demás miembros de la familia. Este sitio es, según Foucault “el lugar por excelencia de la madre, es el territorio que le corresponde por derecho y por herencia, y que nadie osará por disputarle […]será suyo para siempre” (García, 2002: 68). Éste es el único espacio utilizado por el cual circulan casi exclusivamente las mujeres. Recordemos aquella escena en donde la hija menor ayuda a su madre a preparar la comida. Con este acto, la niña aprende, desde temprana edad, el papel de la mujer servicial, que prepara, da alimento y amor a sus congéneres. Sin embargo, hay una muestra de resistencia por parte de la pequeña, pues en el diálogo que sostiene en el comedor con su madre, menciona sus aspiraciones: tener una carrera universitaria, trabajar, poseer una casa propia y llevar a su madre a esa nueva casa para poder remunerarle de todo lo que hasta la fecha ha hecho por ella.

Como afirma García Canal, los alimentos que se presentan en el comedor funcionan como el detonador de la culpabilidad: la generosidad femenina que se traduce en los alimentos preparados para todos, sin pedir nada a cambio, se convierten en una deuda de gratitud (2002a). Mediante los ritos de la preparación de la comida, se establecen relaciones de poder muy firmes, que mantienen la subordinación de los hijos hacia sus padres por el resto de la vida. En este filme no vemos que haya una irrupción del espacio de la cocina por ningún hombre, excepto por el niño, que entra casualmente, pero no para ayudar sino para comer algo que estaban preparando. Aquí también ocurre algo que llama la atención, cuando la madre le dice a su hijo que si había terminado la tarea, él le contesta que no e inmediatamente lo manda a la sala para que la haga cuanto antes. Al expulsarlo de “su” espacio, la madre favorece el aprendizaje masculino dentro de un espacio público, ajeno al de la intimidad de la cocina, y propicia su desplazamiento hacia su rol como futuro proveedor económico.

El comedor
De acuerdo con García Canal, el comedor convoca a los miembros dela familia, la reúne y

Crea una conciencia de existir en comunidad […] cumple con la función normalizadora, donde la palabra de la autoridad se hace oír, donde se explicitan las normas, se hacen claros los comportamientos esperados […] donde se expresan los ideales familiares… se fijan las obligaciones…se establecen las prohibiciones…y también se sancionan los castigos. Es la voz paterna la que se hace oír. En el comedor se configura la imagen del ejercicio del poder concretizada en la persona del padre quien […] posee la prerrogativa de dictar la ley, aplicarla y castigar (2002, 66; 2002a).

Rojo Amanecer corrobora esas premisas.

Durante el desayuno, la madre, con actitud servicial, invita a todos a tomar asiento; se preocupa porque ninguno se vaya de casa, sin antes alimentarse. Sin embargo, al iniciar esta ceremonia familiar inicia una discusión. El conflicto central se enfoca al mitin que se realizará esa tarde. Uno de los hijos, el mayor, se muestra en favor del movimiento estudiantil, por su parte, el padre hace oír su voz como la máxima autoridad de esta célula social. Aquí, él concientiza, como jefe de familia a sus hijos; diciéndoles que lo más conveniente para ellos es no participar porque es suicida enfrentarse al aparato político. La información confidencial con la que cuenta, debido a su puesto gubernamental, le permite intuir el tipo de acciones que pueden emprenderse para frustrar los objetivos estudiantiles.

Por su parte, el otro hijo, en un tono más agresivo y altivo contradice lo que le dice su padre. En la discusión también interviene el abuelo, quien trata de acallar sus comentarios con palabras humillantes: “malolientes…agitadores y babosos… deberían recibir un escarmiento para corregirse” (Fons, 1989). En estos comentarios se refleja la función del castigo como elemento de corrección de comportamientos desviados de la norma social. Constituyen una serie de “procedimientos sutiles, que van desde el castigo físico leve, a privaciones menores y a pequeñas humillaciones. Se trata a la vez de hacer penables las fracciones más pequeñas de la conducta y de dar una función punitiva a los elementos en apariencia indiferentes del aparato disciplinario” (Foucault, 2003: 183). La madre interrumpe para terminar con la discusión. No sólo por ser ella la segunda al mando en la casa, todos tienen que obedecerla, sino por ser quien organiza el rito de la nutrición.

Podemos ver que en este espacio se debaten múltiples situaciones; es esta la arena privada donde se resuelven o se hacen más grandes las diferencias familiares o bien, se discuten las cosas públicas. En la película, todos hacen oír su voz, todos muestran su nivel jerárquico de poder, excepto los niños, que sólo escuchan y aprenden los comportamientos de sus mayores. La voz del padre es la que más se escucha y así exhibe su poder dentro de la familia. Hay un momento durante la discusión, en la que el padre molesto golpea la mesa y todos deben callar. Es ahí cuando interviene, una vez más, la madre como árbitro de la discusión para tranquilizar la situación. Entra en su papel de madre alimentadora, al ofrecer un café a su marido; es ésta, la vía con la que expresa su amor; es también su principal esfera de influencia en la casa. Los hijos mayores, como hombres, también demuestran resistencia a la institución familiar, pues retan la autoridad paterna e incluso la gubernamental. El abuelo, por su parte, debido a su edad no tiene tanta autoridad como los padres, no obstante gracias a su experiencia participa en la discusión criticando e insultando a los jóvenes.

La madre es el árbitro de las contiendas, su grado de autoridad se limita solamente apaciguar y mediar en los conflictos, pero no participa en la decisión final. Solamente cuando todos salen y se queda al frente del hogar, regaña a sus dos hijos mayores y les dice lo que tienen que hacer, siempre en un rol de madre amorosa preocupada por el bienestar de sus hijos.

El baño
García establece que el baño

Cumple con la función de separar el cuerpo del espíritu y designar el cuerpo como algo sucio, malo, perverso, reafirmando la escisión ya establecida desde milenios por la cultura judaico-cristiana […]es un espacio solitario y privado […] donde el cuerpo excreta sus miserias […] lo ubica como algo bajo y ruin que nos recuerda su cercanía con lo animal (García, 2002: 69).

Por eso, en este espacio los habitantes de la casa acuden de manera privada para limpiar sus cuerpos, en ritos similares a los de la purificación.

En el filme este espacio es utilizado por todos, no obstante hay quienes gozan de más privilegios para usarlo. Un ejemplo de ello es la escena donde los dos hombres mayores acuden a este sitio para asearse. Aquí podemos apreciar cómo, gracias al género y la edad, tienen la prioridad. El abuelo es el primero en ingresar, ganándole al padre de familia, argumentando que se debe a la costumbre que adquirió en la milicia, pues la disciplina de levantarse a temprana hora, hoy ya es un hábito para él. El padre es el que enseguida lo ocupa; como cabeza de la familia, tiene el derecho de entrar al baño en segundo lugar. Su intervención laboral en un sitio público lo obliga a cumplir con los pactos sociales de la apariencia y el aseo, por lo cual debe “ejercer disciplina sobre su cuerpo” (Ceballos, 1988: 71). Según Foucault podríamos establecer la relación estrecha entre las codificaciones que exige este lugar de la casa y la conformación de las personalidades. El aseo es esa regla de la sociedad moderna disciplinaria, que homogeneiza al hombre en su apariencia; es una norma instaurada por convención y sustenta el ideal de que un cuerpo aseado es un cuerpo socialmente aceptado; es un cuerpo uniforme, parecido al de los demás.

En este sitio, según Foucault, también se ocultan todas aquellos actos que son socialmente reprimidos como la masturbación y las llamadas desviaciones mentales moralmente inaceptables (2002). En Rojo Amanecer, es en este sitio en donde se oculta a los estudiantes rebeldes, pues es el más privado de la casa y al cual los policías investigan hasta el final. Al ser el baño el lugar más alejado de la puerta de entrada (y, por lo tanto, el que por su disposición espacial resultaría el más íntimo, el más privado, el perteneciente a la esfera estrictamente familiar), es precisamente aquí, donde la familia esconde a los tres sujetos que han pedido ayuda. Estos cuerpos no-dóciles, que obran trasgrediendo la orden del Estado, tienen que ser escondidos cuanto antes, puesto que con su ingreso al hogar se convierten en portadores de peligro. La familia debe evitar que la justicia los descubra para que no se le asocie con sus conductas rebeldes y se les incrimine de igual manera.

El pasillo
Este espacio es uno de los sitios más públicos en la casa. En el ejemplo que analizamos, posee un rol similar al de la sala y es, además, el más próximo a la salida. En él se despliega parte de la vida íntima de la familia. Sin embargo, llega a ser violentado y funciona como arena pública para discernir conflictos. Cuando los “policías” irrumpen para inspeccionar la casa en busca de personas relacionadas con el movimiento estudiantil, ejercen el poder que concede la violencia y la intimidación. Con la autoridad que el poder oficial les ha delegado, se toman el derecho de invadir los límites de la vida privada de la familia con el propósito de capturar a los alteradores del orden público. En una sociedad disciplinaria no se permite la resistencia pública y mucho menos cuando un acontecimiento masivo y vistoso como las olimpiadas, estaba a unos días de comenzar. México debía proyectar la apariencia del orden y el respeto hacia las instituciones políticas y sociales.
En este espacio podemos ver cómo también hay jerarquías entre poderes. Un caso específico es cuando el padre de familia les señala a los policías que no saben con quien se están metiendo, que él es muy influyente, pues es un importante funcionario público del departamento del Distrito Federal y que ellos no tienen ninguna autoridad de entrar así a su casa. Por su parte, uno de los policías le expresa que la única autoridad en ese momento es su arma.

La sala

Es el espacio intermedio entre el adentro y el afuera, si bien pertenece, sin duda, al adentro. Se encuentra siempre inmediatamente después de la puerta de entrada que fija el límite y sirve de frontera. La puerta es la frontera entre la familia y el mundo. Para entrar se requiere pasaporte, permiso de entrada. El desconocido no entra, es tratado como extraño o extranjero. […] lugar de demostración de los valores ideales y status. Es la zona más pública de la casa, y quizá la única abierta al exterior (García, 2002: 64).

Este espacio es utilizado por los habitantes de Rojo Amanecer como un lugar de esparcimiento, donde pueden realizar las actividades que más les agradan. Además, es el lugar perfecto para escuchar todo lo que se dice, o bien lo que se desea hacer público. La información prevalece, mediante el uso de los medios de comunicación (teléfono, televisor, radio, etc.) sobre lo que acontece más allá de la puerta principal, la cual los separa del mundo exterior.

En la estancia se externan opiniones como la del abuelo, cuando observa las noticias sobre al movimiento estudiantil; en ese instante llegan los dos jóvenes mayores y comentan con él las noticias que se están televisando. Los jóvenes le expresan su descontento acerca de la manipulación la información; reclaman que no es válido enmascarar la verdad e inculpar a los estudiantes etiquetándolos como meros criminales. Sin embargo el abuelo, al escuchar sus comentarios, les contradice diciendo que el ideal que persiguen es incorrecto, que las luchas de hoy no son como las que se hacían antes, en el campo de guerra. En la sala, por lo tanto, es “clara la lucha entre dos generaciones y las soluciones del compromiso entre padres e hijos, o bien la lucha entre los cónyuges” (García: 2002, 65).

Resultados
Todos los espacios en la casa moderna tienen como función encasillar a los individuos e inscribir en sus cuerpos marcas sociales que les otorguen una identidad. Sin embargo, estos espacios pueden recuperarse como espacios de libertad o servir para la restricción. Así, el comedor establece reglas de comportamiento que plantean relaciones de poder y jerarquías muy estrictas, mientras que las habitaciones de los jóvenes son un refugio donde oponen resistencia a las presiones sociales. En este lugar pueden profesar libremente su ideología, mediante la decoración de las paredes con símbolos y emblemas. Sus propios cuerpos son muestra de esta resistencia: el cabello desalineado, la ropa desarreglada. Son cuerpos que todavía no han sido disciplinados ni domesticados del todo3.

Cada espacio opera bajo sus propias reglas, las cuales no pueden ser violentadas sin recibir el castigo pertinente que conduzca a la corrección del comportamiento desviado. Por ejemplo en el comedor el dueño de la palabra es el padre y en segundo término, la madre y el abuelo. Por eso cuando inician una discusión los dos hijos mayores esta es interrumpida abruptamente por un gesto brusco del padre. Su enojo y voz levantada es una forma de castigarlos y corregirlos. Después de todo, un mecanismo de disciplina.

En la cocina, sin embargo, la madre es la autoridad máxima. Es ella la única que puede disponer y controlar los objetos que pertenecen a la misma, salvo en aquellas excepciones cuando ella permite a otras mujeres de menor rango jerárquico, el uso y el aprendizaje de estas herramientas. En definitiva, es un espacio restringido exclusivamente para las mujeres. Los hombres sólo circulan como intrusos que toman sin permiso la comida o la reciben de manos de la matriarca. Es también este espacio donde la mujer actúa con mayor libertad, pero siempre dentro de los límites asignados al rol social que desempeña y a los propios impuestos por el espacio. Igualmente, su capacidad de dar o quitar los alimentos le otorga un gran poder en los otros espacios de la casa. Además éste es un poder que utiliza para mediar en los conflictos. Al preparar un café para todos los estudiantes escondidos y así tranquilizar los ánimos expresa su amor y, al mismo tiempo, ejerce su poder hacia los demás. Si según Erich Fromm, en El Arte de Amar, el amor es una potencia para dar y darse a los demás, la mujer que ha sido disciplinada en el espacio de la casa de la familia pequeño burguesa, se da a los demás a través del alimento.

Los espacios de la casa también funcionan como límites entre lo público y lo privado, lo individual y lo colectivo, lo autorizado y lo restringido. El principal límite entre la casa (como espacio donde se circunscribe la institución familiar) y el resto de la sociedad es la puerta. Foucault (2000) menciona que la puerta restringe el acceso a aquellos que son desconocidos y permite el acceso a quienes son familiares y amigos. Es la madre la encargada de custodiarla, aunque en situaciones de riesgo, el padre adopta ese rol, como protector de su familia. Es precisamente la puerta el único baluarte que protege y separa a la casa del exterior. Ante las amenazas e insistencia de los intrusos, que incluso advierten que van a derribar la puerta, el padre accede a abrirles por el miedo que siente hacia la represión y el castigo.

Igualmente, en el interior de la casa existen fronteras y límites. Éstas pueden ser físicas (otras puertas) o culturales (exigencias de comportamientos que varían con cada estancia). Por ejemplo, los cuartos de los jóvenes son el espacio en apariencia más libre, pues son a la vez espacios íntimos y privados. Aún así, la puerta de este cuarto, permanece siempre abierta a lo largo del relato, los dos hermanos comparten la habitación, por lo que no ofrece la posibilidad de una auténtica soledad, necesaria para la reflexión. Vemos, que incluso, es el espacio exhibe ciertas restricciones al permanecer en constante vigilancia, de una manera similar al comedor. Éste es un espacio que carece de puertas, todos pueden circular libremente por el mismo, pero culturalmente contiene muchas restricciones. En primer lugar, cada quien tiene un lugar asignado en la mesa de acuerdo con su jerarquía. Además, no todos reciben el alimento a la vez, sino que depende de su posición relativa en la jerarquía de la casa. Tampoco todos tienen derecho a la palabra. Los niños, la madre y el abuelo permanecen en silencio la mayor parte del tiempo. La microfísica del poder es un reflejo de la condición general de las minorías en todas las demás esferas de la sociedad. Solamente el padre y sus dos hijos mayores tienen un mayor dominio sobre la palabra. El primero por su postura como soberano de la casa; los segundos gracias a su educación, que les otorga cierto poder sobre los demás.

Finalmente el lugar más íntimo y privado de la casa es el baño, pero éste solamente sirve para someter al cuerpo a la higiene, a la disciplina de los humores corporales. Es un lugar que se asocia con la suciedad y por ende el cuerpo es visto como algo despreciable. La casa moderna no ofrece un lugar de intimidad donde se pueda ejercer la sexualidad de una manera libre. Ni siquiera la alcoba de los padres lo es, pues aquí la función de la sexualidad se ha limitado a su mera función reproductiva. En la casa no existe la posibilidad de encontrar en la sexualidad una forma de comunicación completa donde se conjuguen las tres esferas humanas, la afectiva, la física y la intelectual. La casa moderna, no es un espacio donde el hombre pueda sentirse libre y sea capaz de expresar y realizar sus potencialidades como un individuo capaz de amar y relacionarse de una manera espontánea y natural con los demás y con su entorno. Todo se configura para vigilar y castigar, dominar o ser dominado.

El retrato de la sociedad que refleja Rojo Amanecer no se limita, entonces, a los acontecimientos registrados por la Historia extraoficial, oculta durante tantos años. Alude también al ejercicio del poder y a los juegos de resistencia que éste detona. Lo que sucede en el exterior del hogar se refleja, a la manera de un microcosmos, dentro de la esfera familiar. Tal vez de una manera un tanto esquemática, el filme de Jorge Fons realiza la descripción de las relaciones sociales de una época, en donde la confrontación entre el movimiento estudiantil con sus ideas y el gobierno con sus armas, tiene un eco en la lucha de poder por los espacios que se establece en los hogares contemporáneos.


Notas:

1 Foucault le sigue la pista a las transformaciones que la familia ha tenido en su relación con el poder del Estado (llámese monarquía, tribunal u orden público), en su configuración como el espacio de la diseminación de la corrección social. Cuando fracasa en su empeño, encierra a sus miembros dentro del amplio imaginario de la locura y/o la enfermedad (1979: 126-173)..
2 Gustavo García y José Felipe Coria explican que no hubo tal. El retraso a la autorización a Rojo Amanecer se debió mas bien a “un trámite burocrático incumplido” por el equipo de producción, quien con el argumento de la falta de libertad de expresión montó, mediante la figura del guionista Xavier Robles, “un escándalo público en la Cineteca que la prensa siguió puntualmente” (1997: 70-71).
3Recordemos la etimología latina de la palabra domesticar. Domus: Casa. El proceso de domesticar sería entonces el adaptar a alguien al entorno de la casa.


Referencias:

Cevallos, Garibay Héctor. Foucault y el poder. México: Premiá, 1998.
Foucault Michel. Historia de la locura en la época clásica. 1ª reimp., vol. I, México: FCE, 1979.
-------------------. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. 32ª ed., México: Siglo XXI, 2000.
--------------------. Historia de la sexualidad.1.La voluntad de saber. 29ª ed., México: Siglo XXI, 2002.
García Canal, María Inés. Foucault y el poder. México: UAM-X, 2000.
-----------------------------. “La casa: lugar de la escena familiar” en Debate feminista. Intimidad y servicio, año 11, vol. 22, octubre, 2000a.
García, Gustavo. Coria, José Felipe. Nuevo cine mexicano. México: Clío, 1997.


Alexander Kubak
Director del Proyecto de Mejora Continua (AACSB) de la Escuela de Negocios y Humanidades. Tecnológico de Monterrey, campus Toluca, Estado de México, México.

Lic. Héctor Ramírez