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LOS MEDIOS DE MASAS COMO TRIBUNALES DE JUSTICIA

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Por Juan José Solis Delgado

 

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Habitualmente se tiene la noción que la política, la economía, la ciencia, el derecho y otras formas de organización social, encuentran su máxima expresión en los medios de masas. De hecho, es natural que se piense que estas actividades forman parte de la vida cotidiana y que los medios están precisamente diseñados para que en ellos sucedan estas acciones. Por ello, pocas veces se les cuestiona sobre el exceso y escándalo que a diario nutren sus contenidos, de hecho sucede todo lo contrario, entre más escandalosa sea una información, más posibilidades tiene de estar vigente en eso que hoy señorialmente llamamos opinión pública.


Prácticamente desde hace muchos años en México (y en otros países con modelos de desarrollo económico similares), los medios de masas se han convertido en protagonistas de primer nivel que influyen en materia política, económica y hasta religiosa, pero sobre todo se han convertido en tribunales de justicia que operan en paralelo a las instancias judiciales. Sin embargo, las sentencias de los medios de masas en ocasiones llegan a ser más incisivas y perjudiciales que las emanadas del sistema propio del derecho; y por tanto, el público espectador acepta y otorga mayor valor de credibilidad a estas resoluciones mediáticas.


En las últimas semanas, se han dado diversos eventos informativos que vale la pena observar y analizar para saber cómo actúan los medios de masas frente a hechos que en apariencia tienen rasgos de noticia, pero en el fondo son sucesos que tienen el escándalo y el exceso como elementos sustantivos.


La captura de José Jorge Balderas, un presunto criminal que además de traficar con droga, también se le acusa de ser el autor material del intento de asesinato a un futbolista paraguayo, fue un evento que acaparó la atención informativa. Como si fuera una telenovela o un ganador de un premio internacional, el presunto delincuente fue presentado a los medios de masas como una estrella más del canal de las estrellas: peinado, limpio y bien vestido, casualmente con una playera idéntica salvo en color azul, de un presunto cómplice (la Barbie) delincuencial. Este (insisto) presunto criminal, fue entrevistado por el presentador de noticias por televisión Carlos Loret de Mola, quien tibiamente y con un miedo evidente, cuestionaba al etiquetado por los medios de masas como el “JJ” con preguntas vacías que no llegaban a ningún lado. José Jorge Balderas, contestaba cómodo ante las cámaras de televisión, esbozando sonrisas en el rostro como una afrenta de cinismo.


El entrevistador intentó, con un trasnochado oficio periodístico, llevar el asunto del atentado contra el futbolista al tema central de la conversación, pero el  “JJ” ironizaba con respuestas ociosas que sólo hacían trastabillar a su interlocutor; al final, el recurso del escándalo no permitió al presentador de noticias cuestionar al presunto criminal sobre el tema de fondo: el tráfico de drogas y su relación con las redes del crimen organizado, por el contrario, perdió el tiempo en querer encontrar al culpable que le asestó un tiro en la cabeza al futbolista en una madrugada de borrachera. El “JJ” después de la entrevista se convirtió en un personaje de televisión, en el antagonista malvado y perverso de la telenovela, la sentencia de los medios y en particular de la televisión fue una: “El JJ no reconoce haber disparado”. Y por tanto, el traficante de drogas quedó diluido por el escándalo y juicio apresurado de los medios.


Esto no sucedió con Flavio Méndez Santiago, alias “El Amarillo”, a quien se le identificó como fundador de la organización criminal Los Zetas y además, presunto responsable del control de tráfico ilegal de indocumentados y trasiego de droga en el sureste del país. Este presunto delincuente no acaparó la luz brillante del escándalo, “El amarillo” no había intentado matar a ningún futbolista en un centro nocturno, no vestía una camisa “Polo”, este presunto criminal no mereció la entrevista exclusiva de algún afamado lector de noticias. Flavio Méndez fue simplemente interrogado por un agente del ministerio público federal, su historia que pudo ser más valiosa para la opinión pública, como es el hecho de conocer a una organización mortífera desde las entrañas, sólo tuvo apenas unos minutos de exhibición en la televisión y pronto se perdió en el mar de sangre informativa. Este personaje, fundador de Los Zetas representó para los medios de masas poca cosa para el ejercicio morboso del escándalo.


El caso del cantante y músico Kalimba es otra muestra más del escándalo, el exceso y de la constitución de los medios de masas como tribunales de justicia. Antes de pasar por un juzgado, los medios ya habían indagado y formulado sendas hipótesis sobre el caso, al grado tal, de estar en posibilidades de emitir una sentencia. De manera contundente para unos, el músico era absolutamente inocente, para otros definitivamente culpable; pero para la justicia penal todavía había un largo camino de recorrer, camino que por cierto se dificultaba por la presión que ejercieron los medios. El mismo presentador de noticias por televisión, Carlos Loret de Mola, entrevistó o mejor dicho se erigió como agente del ministerio público y (esta vez) sin miedo, interrogó al joven cantante poniéndolo en una situación incómoda dejando a un lado las preguntas periodísticas y colocándolo en el banquillo de los acusados. La paradoja del escándalo fue: el famoso fue interrogado como delincuente y el delincuente fue entrevistado como famoso.


En suma, los medios de masas tiene esa extraña particularidad de, a la vista de la opinión pública, erigirse como tribunales de justicia; no obstante, no se debe perder de vista, que los medios son un sistema de funciones con operaciones propias y por tanto, no debieran tomar un papel que no le corresponde, porque aunque suene elemental, los medios son sólo eso: medios. En ese sentido, el reto es perfeccionar nuestra mirada sobre sus contenidos y saber que las distinciones de justicia deben resolverse en el sistema del derecho y el escándalo por su parte, identificarlo plenamente como su vínculo estrecho con el entretenimiento. De ahí, lo verdaderamente noticioso podría brillar de diferente manera al establecer y definir la sustancia informativa y limpiar toda expectativa de escándalo que al final de cuentas no conduce a nada. Si bien, es práctica común ver a los medios de masas como tribunales de justicia, es necesario volver a observarlos como medios y dejarle a la justicia que haga su propia tarea con sus mecanismos, procesos y operaciones propias de su sistema.

 


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