Razón y Palabra

México

Inicio

CONTENEDOR

JOHNNY DEPP: BUEN ELECTOR, NOTABLE ACTOR

AddThis

Por Walter Islas Barajas

 

El pasado 24 de mayo, un singular compositor nacido en Minnesota (Estados Unidos) cumplió 70 años. Robert Allen Zimmerman creció y decidió adoptar el nombre de Bob Dylan, un ícono de la cultura popular que ha escrito decenas de canciones y que ha sido versionado por muchos artistas. Like a rolling stone, Lay lady lay y Political world son sólo tres de muchos ejemplos musicales de la creatividad perdurable del referido guitarrista y cantante norteamericano.

A Dylan se le atribuye una frase que llama la atención, por certera: "¿Qué es el dinero? Un hombre es un éxito si se levanta en la mañana y se va a la cama en la noche y, entre ambas cosas, hace lo que quiere hacer". Esa capacidad de hacer lo que viene en gana sería aplicable a un actor carismático, versátil, que además ha sembrado con sus películas la semilla de la simpatía en una enorme cantidad de aficionados (fans, como tanto se dice en algunos países): Johnny Depp, intérprete-fetiche de otro personaje peculiar y admirado, el cineasta Tim Burton.

De las miles de salas de cine que debe haber en el mundo, tomo mi experiencia en una de ellas, en el centro de México. Recientemente fui a ver la cuarta entrega de la exitosa saga fílmica Piratas del Caribe (Navegando en aguas misteriosas, de Rob Marshall) y disfruté la proyección. Se diría que es una muestra de cine apropiada para el consumo de puñados de palomitas de maíz y tragos o sorbos de refresco. Lo es. Y el entretenimiento tiene cierta sustancia y está garantizado.

Aclaro que, a mi parecer, no habría que ver la cinta con ojos de reseñista-que-difícilmente-queda-contento-con-lo-que-huela-a-Hollywood. Es bueno darse la oportunidad de reír, de observar los gestos de Jack Sparrow (Depp, cuyo nombre completo es John Christopher Depp II), ver su picardía, su habilidad para salir airoso de enfrentamientos buscados o imprevistos, y sus ocurrencias, suficientemente afortunadas como para extraer del público sonrisas o carcajadas francas.

Por otro lado, quizá los premios Oscar, BAFTA o Goya no signifiquen mucho, pero el desempeño decoroso de individuos que los han obtenido, como Penélope Cruz y Geoffrey Rush, aportan un equilibrio valioso a la cinta. Cruz, bien adaptada a los rodajes en idioma inglés, en su papel de Angélica demuestra una notable capacidad para escenas de acción y secuencias cómicas. Rush, el ya conocido Barbossa en el filme, deja clara su polivalencia interpretativa como un pirata convenenciero (recientemente hizo de Lionel Logue, quien ayudó al rey Eduardo VI a superar su tartamudez, en la destacada película El discurso del rey).

De vuelta al asunto inicial, me parece que Depp hace lo que quiere y disfruta las cosas que le place realizar. No debe haber sido sencillo, para el actor nacido en Kentucky (Estados Unidos), conseguir sus primeros papeles en el llamado séptimo arte. Supongo que además del desarrollo de su talento y su preparación dramática ha sabido elegir personajes y directores importantes.

Tim Burton hizo de él un inadaptado entrañable –El joven manos de tijera– y un acobardado investigador con luces científicas –La leyenda del jinete sin cabeza–. Jim Jarmusch lo condujo por una región agreste tras haber cometido un asesinato y lo acercó a un indio que es casi su mentor espiritual –Hombre muerto–.

A los anteriores, el actor que ha hecho de Sweeney Todd puede sumar los nombres de Terry Gilliam, Roman Polanski, Mike Newell y Michael Mann, realizadores que han dejado una huella delineada con ingenio y talento narrativo en el cine de las últimas décadas (Miedo y asco en Las Vegas, La novena puerta, Donnie Brasco y Enemigos públicos, respectivamente).

Hacer lo que se quiere, eso está bien. Que se trate de una actividad honesta, como la actuación, mejor aún. Y que los asistentes a una sala de cine salgamos de ella cargados de buen humor, de más de dos horas de aventuras de piratería –en escenarios naturales que se antoja visitar, por cierto– y de admiración por Johnny Depp significa un gusto compartido, un aprecio común por la recreación audiovisual.

 

 

Walter Islas Barajas

Comunicólogo egresado del Tecnológico de Monterrey (ITESM), Campus Estado de México. Editor en el despacho Colofón, diseño y comunicación -especializado en diseño editorial y comunicación organizacional-. Ha colaborado como reseñista de álbumes de rock en El Financiero y como reseñista de álbumes de jazz en el suplemento El Ángel (de Reforma). Ha publicado el poemario Lloran los ríos (Ed. Praxis), y publicado un cuento en la antología Entre gozos y rebozos. Nostalgias del campo (Palabras y Plumas Editores).


anteriores

(2011)

EL POP REINA, EL ROCK NO MUERE

ROQUEROS QUE DAN LA CARA

Libros e imperfecciones

CARENCIA Y TRASCENDENCIA: LADY GAGA Y U2

 

 

© Derechos Reservados 1996- 2010
Razón y Palabra es una publicación electrónica editada por el
Proyecto Internet del ITESM Campus Estado de México.