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comunicación fallida de calderón

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Por Juan José Solis Delgado

 

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Fecha de publicación: 7 de octubre de 2012

 

En México, el sexenio de Felipe Calderón pasará a la historia no sólo por la cantidad de muertos que provocó su guerra absurda que inició enfrentando a seis carteles del narcotráfico que en ese entonces vendían el gramo de cocaína en 97.71 dólares, hasta alcanzar en el año 2012, catorce organizaciones criminales vendiendo el mismo gramo de droga en 164.91 dólares, sino también, por la fallida estrategia de comunicación pública utilizada durante todo su sexenio. Veamos.

Al principio del sexenio, la vocería de la presidencia y el presidente mismo sostenían que se trataba de una guerra contra las bandas de narcotraficantes, después la palabra “guerra” fue sustituida por “lucha” y  “bandas de narcotraficantes”  por “bandas criminales”, intentando meternos en el complejo escenario donde nadie podría estar en contra de las decisiones presidenciales, pues de así hacerlo, se estaría en una postura de traición a la patria y a favor del crimen organizado.

Al inicio de esta guerra/lucha, los discursos de Felipe Calderón se perfilaban siempre triunfantes: “estamos ganándole a los criminales”. Pero esa victoria sólo se reconocía en la superficialidad del discurso, pues la realidad que reportaban los medios informativos y la buena salud de las finanzas del crimen organizado evidenciaban justo lo contrario. Entonces la sociedad a través de sus analistas y líderes de opinión reclamaron a la presidencia la falta de precisión en la lucha emprendida, pues si bien las bandas de narcotraficantes estaban operando con mayor violencia, el problema no era sólo el trasiego de drogas, sino los delitos que se cometían en su periferia, como el secuestro, la extorsión, robo de autos, etcétera.

Felipe Calderón desoyó los reclamos e hizo creer a la opinión pública que quienes criticaban su lucha armada, en el fondo era porque estaban a favor de los delincuentes. Falso. Nadie pidió que se dejara de combatir a los criminales, no existió una sola línea impresa o una expresión donde se pidiera dejar de combatir a dicho cáncer social. Lo único que se le exigió desde un principio –y hasta el final–, fue cambiar la estrategia que tristemente terminó con la vida de personas inocentes que no estaban involucradas en los actos criminales, además de estar desgastando el perfil y legalidad de las fuerzas armadas.

La estrategia de comunicación fue absurda, ridícula e incoherente: “son daños colaterales”. Fue lo primero que se les ocurrió decir a los estrategas de comunicación social, y a partir de ahí los yerros se presentaron día con día. La falta de comunicación entre las instituciones de seguridad como el ejército, la marina, la policía federal y la procuraduría general de la República, lograron crear una confusión de enorme magnitud que terminaron por perder todo rumbo, sentido, credibilidad y eficacia ante la opinión pública.

Una idea para darle sentido a la persecución criminal fue crear –igual que ocurre en los Estados Unidos– una suerte de catálogo de los delincuentes más buscados. Así, cada captura constituiría un logro mayúsculo que la oficina de comunicación social de la presidencia se encargaría de anunciar a la población por todos los medios posibles, para crear la sensación de que se estaba trabajando con mano firme. Sin embargo, el problema de éstas detenciones fue que casi todas ellas fueron producto de información proporcionada por soplones, y un porcentaje mínimo, fueron producto de la inteligencia de seguridad.

Así, situaciones tan absurdas como el ejército atrapando delincuentes en el mar, mientras que la marina lo hacía en tierra, o bien, las –sospechosas– llamadas anónimas que alertaban a los policías federales de “supuestos” actos ilícitos, provocaron entre los comunicadores sociales de la presidencia, la prisa y el deseo de dar a conocer a los principales medios de comunicación las noticias de capturas como si estuvieran atrapando al mayor líder del crimen, cuando en realidad, siempre se trató de delincuentes de poca monta sin poder en las estructuras criminales.

El gran problema de comunicación de la presidencia de la República, fue y es que no supieron identificar adecuadamente cuáles logros debían enaltecer con precisión y objetividad y cuáles difundir con reservas. Mientras alardeaban de haber capturado a un líder “altamente” peligroso como “la Barbie”, el trabajo periodístico de investigación les complicaba el escenario demostrando que había sido una entrega pactada. Por otra parte, la captura y muerte de Arturo Beltrán Leyva jefe de jefes de la mafia, causó revuelo en la opinión pública, pero más tarde se demostró que la organización criminal había ungido a un nuevo líder y sus finanzas eran sólidas y sanas.

Mientras tanto, la cifra de muertes fue aumentando año con año. La respuesta de Felipe Calderón y sus vocerías fue que los delincuentes se mataban entre ellos. Una vez más la realidad demostró lo contrario. Los militares cometieron crímenes a mansalva en retenes, los policías federales protegían plazas a favor de las bandas criminales y asesinaron sin pudor a quien se inmiscuía en sus asuntos, la industria del secuestro a migrantes mexicanos y centroamericanos tutelada por las autoridades de migración creció exponencialmente y las principales autoridades de seguridad pública federal fueron cuestionadas por su cercanía con el crimen organizado. Ante ello, la oficina de comunicación social no atinó en enfrentar esa información negativa que se publicaba un día sí y otro también en la prensa nacional e internacional.

La única idea pueril que se les pudo ocurrir en la oficina de comunicación social para contrarrestar los daños, fue destinar recursos públicos para crear series de televisión que cambiarán la percepción de policías y militares corruptos y asesinos; aderezados de programas de turismo donde Felipe Calderón representó el papel de animador de televisión. No hubo peor fiasco que intentar cambiar la realidad con un programa en el canal de las estrellas.

Así, llegamos a que si hubo logros en esta administración que está apunto de fenecer, éstos no se conocieron por la incapacidad que tuvieron los comunicadores sociales de la presidencia, que más que implementar una política asertiva de comunicación, se dedicaron a cumplir todos los caprichos de un presidente obcecado por hacerse de legitimidad a base del miedo, la violencia y la muerte.

 


Juan José Solis Delgado
Licenciado en Comunicación Social por la UAM. Diplomado en creación literaria por la Universidad del Claustro de Sor Juana. Especialidad en Desarrollo de Habilidades Docentes por la Universidad Tecnológica de México y cursó la maestría en Comunicación en la Universidad Iberoamericana. Por más de 12 años ha trabajado como productor de radio. Ha sido docente en diversas instituciones de educación superior, actualmente imparte cursos en la Universidad Iberoamericana y en la Escuela de periodismo Carlos Septién García.

Twitter: @juanjosesolis
Facebook.com/JJSolisDelgado

 


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