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CONTENEDOR
MÉXICO EN EL CORAZÓN DE DIEGO EL CIGALA
Por Walter Islas Barajas
Entiendo que la promoción de eventos masivos suele ser eficaz para que el público que gusta de un artista determinado asista a su presentación en un foro específico y pase momentos agradables al escucharlo, al verlo, al ser parte de esa especie de ritual colectivo que mediante luces, vestuario, ensamble de ejecutantes y notas musicales consigue dejar una impresión –perdurable en algunos casos, pasajera en otros– en dicho público.
No tengo idea si el concierto que ha ofrecido el cantaor madrileño Diego el Cigala, el pasado 5 de octubre en el Auditorio Nacional (Ciudad de México), tuvo el respaldo de una considerable cantidad de anuncios en televisión, radio o Internet. Es posible. Lo que sí sé, por fortuna, es que miles de individuos que apreciamos su interpretación y los giros que ha sabido dar a canciones populares/antiguas/recordables, disfrutamos mucho su desempeño en el escenario del recinto de Paseo de la Reforma.
Ramón Jiménez Salazar, nombre real del músico mencionado, supo ganarse a unas siete mil personas que lo admiramos, que le sugerimos a gritos que cantara temas en particular, que le festejamos su forma sincera de comentar su presencia en México, “tierra bendita”, como él la llamó. “Estoy muy contento, feliz de poder presentar mi último trabajo Cigala & Tango y otros éxitos que ya vendrán. De verdad, de todo corazón, muchísimas gracias por estar esta noche aquí, que Dios los guarde y los bendiga”.
A diferencia de otras presentaciones que ha realizado en países como Argentina o España, esa noche de octubre Diego el Cigala guardó debajo de su camisa las cadenas que siempre luce en el cuello. Lo que no ocultó, hablando de otra cosa, fue su satisfacción por tener entre sus músicos a un guitarrista verdaderamente bueno: un músico que tocó a dúo con el percusionista Sabú Porrina y que demostró que Paco de Lucía tiene herederos artísticos. Diego Moreno, llamado Diego del Morao, cargó con buena parte del peso sonoro del espectáculo, y salió adelante cuantas veces fue necesario, con enorme destreza al tocar acompañamientos, solos llenos de velocidad y sabor flamenco/tanguero/cubano.
Otros pilares indispensables en el montaje del concierto han sido el sobresaliente pianista Jaime Calabuig, el contrabajista Yelsi Heredia y el violinista Bernardo Parrilla. Los cinco artistas antes citados pintaron esa noche el fondo perfecto para que el cantante de Madrid trazara con fuerza gitana y calidez mestiza rasgos francos y emocionales en canciones como “En esta tarde gris”, “Youkali” (alguna vez interpretada en versión instrumental por el excelente violonchelista Yo-Yo Ma), “El día que me quieras”, “Garganta con arena”, “Soledad”, “Nostalgias”, “Alfonsina y el mar”, “La Paloma” (con versos de Rafael Alberti) y “Vámonos”, de José Alfredo Jiménez, con un estribillo agradable: “México lindo y querido / te llevo en el corazón”.
Gracias Ramón/Diego, por proyectar con sentimiento flamenco aires nuevos sobre piezas musicales ya conocidas en su mayoría. Para saber un poco más de este intérprete se puede visitar: http://www.elcigala.com
Walter Islas Barajas
Comunicólogo egresado del Tecnológico de Monterrey (ITESM), Campus Estado de México. Editor en el despacho Colofón, diseño y comunicación -especializado en diseño editorial y comunicación organizacional-. Ha colaborado como reseñista de álbumes de rock en El Financiero y como reseñista de álbumes de jazz en el suplemento El Ángel (de Reforma). Ha publicado el poemario Lloran los ríos (Ed. Praxis), y publicado un cuento en la antología Entre gozos y rebozos. Nostalgias del campo (Palabras y Plumas Editores).
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