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qumram. el origen.

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Por Paloma Gil

 

Fecha de publicación: 3 de septiembre de 2012

Qumram. Israel. Desierto de Judea, a unos 100 kilómetros de Jerusalén y a unos 3 kilómetros del Mar Muerto. El inmenso lago salado.

Se trata de un asentamiento arqueológico en el que entre 1947 y 1956 se descubrieron una serie de manuscritos, que datan del siglo I a.C.  Alrededor de 870 rollos. Unos escritos en hebreo, otros en arameo e incluso algunos en griego.

El especial interés que despiertan estos tesoros no es otro que su originalidad. La historia de su descubrimiento entretiene: al parecer un par de pastorcillos se guarecieron en una cueva de la zona y, por casualidad, encontraron allí las ánforas. Algunas de ellas rotas. Con los escritos a buen recaudo. Los tomaron y los trocearon para venderlos a mayor precio a un anticuario local… ignorantes del hallazgo que habían hecho. Finalmente reaparecieron en Egipto y Estados Unidos. Se publicaron algunos fragmentos, despertando el inmenso interés que merecen.

Pero, ¿por qué?

Bien, la respuesta es sencilla. Se trata del conjunto más antiguo conocido, de manuscritos que comprenden el Antiguo Testamento. Los más antiguos. Estamos hablando de entre 100 y 200 años antes de Cristo. Es decir, algunos de los textos, como el rollo de Isaías, es mil años más antiguo que cualquier otra copia previamente conocida de este profeta. Algo maravilloso, desde el punto de vista histórico. Contienen fragmentos de cada libro del Antiguo Testamento, excepto del de Esther. Contienen el canon hebreo, fragmentos de la Torah, algo parecido a las normas y leyes de la comunidad, reglas de guerra, salmos no canónicos, himnos e incluso algunos sermones.

Los autores, la secta de los esenios. Una secta religiosa, con la que probablemente Jesús pasó algún tiempo de su vida. En pleno desierto. Lo que convierte a todo el compendio en algo de un valor incalculable.

Comunicativamente, me parece un tesoro. No por lo que transmite en sí, sino por la manera en la que lo hace. Es decir, se trata de información sobre el modo de vida, las normas, las creencias, la filosofía de un grupo religioso, recogida y escrita hace más de veinte siglos. Y que ha permanecido oculta, guarecida, como por encanto, casi mágicamente, durante  todo ese tiempo. Recogidos en hebreo, en arameo y en griego, nada menos. Tres idiomas, lo cual lo hace aún más maravilloso, porque a nadie se le ocurriría recoger los estatutos de su empresa, por ejemplo, en varios idiomas, si no pensara que estos iban a perdurar el tiempo o a suscitar el interés suficiente y menos de otras culturas. Es posible que los esenios supieran que sus palabras serían leídas dos mil años después y que lo harían personas de muy diversas culturas, idiomas y creencias. Personas cuyo interés común no es otro que la cultura. La cultura en su estado más puro. La belleza de la cultura que puede ser disfrutada a través de la lectura de un texto escrito en los albores de nuestra era, gracias a un golpe de suerte y al precavido detalle de los esenios que recogieron sus palabras con todo cuidado. Y las escondieron para, primero preservarlas de aquellos que querían destruirlas, y segundo, de las inclemencias del tiempo durante nada menos que veinte siglos.

En mi opinión, esa es la verdadera esencia de la comunicación y la oportunidad de palpar esa historia en el mismo terreno en que tuvo lugar es en sí misma una lección. Qumram es un asentamiento arqueológico casi mágico. A pocos kilómetros, Masada cuya historia también es apasionante y un poco más allá, aunque en la otra dirección, el Mar Muerto, con todo lo que eso significa. Relajación, un paisaje que colmará nuestras expectativas por su originalidad y extravagancia y toda clase de cuidados para la piel y el cuerpo. Es una viaje que recomiendo especialmente a todo el que quiera disfrutar de emociones distintas, pero sobre todo para aquellos que se apasionan por la Historia y quieren vivirla  casi de primera mano.

   
   

 


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